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Sombría falacia

Abajo en el repugnante agujero de la inmunda percepción es donde me hallo tristemente, rodeado de sombrías falacias que me he inventado con tal de sobrevivir un día más; aunque, en verdad, carezca de todo sentido. Todo en esta existencia vacía me asquea infernalmente, me produce una sensación de disgusto sumamente intensa. Y es que ¿podría acaso ser de otra manera? ¿Podría este mundo no resultar tan vomitivo y desesperante? ¡No, no podría! Todo cuanto observo luce en decadencia absoluta, manchado de un matiz grisáceo imposible de teñir con algún otro color que no sea el gris más deprimente. La vida es una miseria recalcitrante que no debería ser tolerada, que debería ser exterminada cuanto antes. El mundo es un lugar horrible, más parecido a un infierno abismal que a una supuesta civilización; y los seres que lo habitan son la mayor muestra de ignominia y avaricia alguna vez concebida. Mas resulta paradójico por qué comenzó esta pesadilla y por qué no concluye de una buena vez si aquí todo está torcido y la verdad es lo último en renacer.

Sigo abajo, hundiéndome cada vez más; presintiendo que quizá nunca tocaré fondo. Mis alas hace tanto que han sido cortadas y mi único anhelo real en este vacío infame es el suicidio. Espero tan solo a la muerte, a la dulce y sempiterna muerte para purificarme de la humana y malsana esencia que ahora me alberga. Ojalá que llegue pronto, ojalá que pronto tenga el valor para hundir la navaja en mi garganta y deleitarme con el exquisito aroma del óbito. A veces pienso que aún quisiera sonreír como alguna vez creo que lo hice, pero me es ya imposible. Si tan solo el mundo fuera diferente, si tan solo cada ser en esta miserable existencia pudiera no experimentar ninguna clase de sufrimiento. Pero no, este mundo es solo agonía, locura y pesadumbre. Cualquier felicidad aquí no es sino el emblema de la ignorancia más sórdida; la mentira es aquí el único refugio para quien aún no comprende la realidad. Yo, por mi parte, no estoy interesado más que en la verdad; y por eso debo matarme ahora.

Y sigo cayendo, cada vez con menos deseos de despertar, con mayores ánimos de permanecer en el ataúd donde se pudrirá mi lacerado cuerpo. Tirado en la cama es como paso mis últimos días, contemplando la lluvia que cae y que me recuerda cuán deprimente es la existencia en este oneroso y mundano plano. Acaricio mis venas, mismas que pronto habré de rajar para ataviarme con la fragancia del encanto suicida. Y pienso también en lo absurdo que es todo, en lo trivial de cada acontecimiento, en lo intrascendente de cada ridículo momento. Abajo, aquí en el agujero donde solo la depresión me acompaña, no hay ya ningún remedio para sentirse a salvo. Cualquier cosa carece de sentido, cualquier intento por volver a la superficie me parece algo de lo más primitivo. Me siento tan triste, pero entiendo que esa es la única manera de sentirse en este mundo ignominioso conminado al olvido. Empero, la sombría falacia de mi vida al fin culminará, por suerte, en este lluvioso, oscuro y solitario domingo.

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Melancólica Agonía


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