No es infiel aquel que lo hace sin realmente desearlo, sino aquel que lo desea, aunque no lo haga. El deseo es siempre más sucio y nauseabundo que la acción misma, porque está encubierto con la mentira y la hipocresía que tan fervientemente ha aceptado la humanidad en términos de amor y de tantas otras cosas más.
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Si la infidelidad ha de ser un pecado, entonces el hecho de existir siendo humano es el principal defecto que se pudo haber creado. Y es que entonces podría cuestionarse si el mero hecho de vivir no es en sí una contradicción o una aberración, porque naturalmente implicará lastimar a otros y ser lastimado en mayor o menor medida. De ahí que la esencia de esta existencia sean el sufrimiento, el egoísmo y el tedio.
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Los humanos son seres ante los cuáles no tengo ninguna otra opción que despreciarlos y exterminarlos por su propia salvación. Incluso esto me parece demasiado misericordioso para una criatura cuyas ambiciones y placeres rondan en la más absoluta decadencia. Ser humano, para mí, es una completa vergüenza. Siempre estaré arrepentido de haber nacido y siempre buscaré, desde luego, acabar conmigo del modo más inmediato posible.
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Me sentía contaminado por la extenuante bomba de estupidez y vileza que era disparada desde el exterior, puesto que todo me parecía sumamente monstruoso y ruin. No obstante, cuando miré de frente mi interior una sola vez y tuve, por unos instantes, un atisbo de certeza de lo que yo era, descubrí entonces que el verdadero monstruo y criminal era solo yo.
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No es conveniente mezclar los sentimientos con la razón, puesto que el resultado será un vómito que no digerirán ni la cabeza ni el corazón. Por desgracia, tal cosa es lo que ocurre cuando nos vemos arrastrados por el obsesivo y homicida impulso del más inquietante (des)amor.
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Obsesión Homicida