Nunca he creído en la concordancia ni en la justicia, al menos no en este plano tan inferior; y sigo sin hacerlo. No obstante, imaginar que algún día la realidad será distinta y que en ella existirás tú, ha hecho que mi percepción se torne más coherente y que en el exilio pueda alcanzar los más delirantes estados de mi mente; aquellos donde puedo amarte sin necesidad de tocarte y donde puedo soñar que finalmente he muerto.
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Jamás pensé que existiera un ser tan divino y perfecto como tú, con tantas cualidades más allá de lo humano, pero lamentablemente ya es demasiado tarde. El tiempo, por desgracia, no ha sido misericordioso al unirnos justo ahora, pues ya es momento de que la efímera magia de esta extraña fantasía se termine y de que mi alma finalmente se extinga por la eternidad.
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Tu belleza espiritual, mental y física me cautivó más que cualquier sublimidad poética, y no he dejado de imaginarte cada noche mostrándome la verdadera naturaleza que dentro de ti se vierte. No han cesado los incipientes anhelos que tengo por desentrañar todos los misterios que oculta tu boca escarlata, y sé que eres tú el único ser a quien podría amar de esta manera tan obsesiva y suicida.
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Te mirabas sensualmente única y soberbia con ese antifaz semihumano puesto sobre tu hermoso rostro. Y tus ojos centelleantes anunciaban el nacimiento de una entidad hacia la cual no podía resistirme y a quien, en la excelsa hora de mi suicidio, me entregaría con absoluto y delirante placer.
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Comprendía por qué los seres humanos anhelaban estar con otra persona, incluso aunque en el exterior lo negaran todo el tiempo. Era esa la debilidad que buscaban subsanar para completar el ciclo de su inmanente absurdidad, para compaginar su imbecilidad con la de otro ser igualmente carente de sentido y para eventualmente engendrar otra desgracia más. Mientras este ciclo execrable no fuera detenido, las cosas continuarían como hasta ahora e incluso peor.
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El amor humano es tan patético y absurdo como cualquier otra cosa en esta superflua existencia en la cual nos suspendemos misteriosamente y tan solo a causa de un mísero error que dio origen a lo que jamás debió haber sido: nosotros.
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Amor Delirante