Podemos creer que nos esforzamos demasiado, pero al final la vida siempre terminará por derrotarnos sin importar cuán grande sea nuestro esfuerzo. Y, si no es la vida quien nos termina por derrotar, será la muerte, pues siempre estará ahí aguardando para asestarnos el golpe de gracia tras una constante sucesión de desgracias, tragedias y dolores.
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Y, cuando llegue nuestro momento final, más que sentir tristeza deberíamos sentir un profundo agradecimiento, ya que finalmente podremos decir adiós para siempre a esta blasfema y decadente existencia. ¿Qué podría ser mejor que ello?
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La cotidianidad de las cosas siempre termina por abrumarnos y trastornarnos, por arruinar cualquier buen deseo que tengamos o cualquier anhelo de un cambio real. Entonces lo único que nos queda es contemplar el absurdo transcurrir de los días y someternos a la más infernal monotonía hasta que la muerte se digne en recogernos o la locura en conquistarnos.
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El pasado es depresión, el presente es locura y el futuro es ansiedad… De lo que se puede concluir que el tiempo no es sino otro mecanismo de tortura existencial en esta ya de por sí tortuosa existencia, y acaso uno mucho más insoportable de lo que comúnmente creeríamos.
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Ni todos los trastornos del mundo podrían evitar que te amara con tal intensidad, pues indudablemente eres tú la única catarsis posible para mi psicosis suicida; eres tú la máxima expresión de lo perfecto encarnado en un cuerpo humano cuya sublime belleza no podría describir ni englobar con ninguna clase de poesía.
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Manifiesto Pesimista