Aferrarse a la vida es aferrarse a un vil sinsentido, a un desperdicio sin límites; es aferrarse a lo más repugnante, a la más sórdida e infinita estupidez. Y, sin embargo, ahí van todos los títeres en su vano y patético intento por trascender. ¡Qué lástima y qué asco me da la humanidad, pues su ingenuidad es increíblemente desesperante!
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No existir no sirve de nada, pero existir tampoco. Pareciera ser que la contradicción es la esencia de nuestra naturaleza y que el caos siempre terminará por imponerse sin importar lo que sea que hagamos o creamos. Somos únicamente fantasmas de la irrelevancia y marionetas de la realidad; somos, por así decirlo, aquello que bien podría desaparecer hoy por completo y objetivamente a nadie le importaría en lo más mínimo.
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Entonces ¿por qué no me mataba de una buena vez? Esa era la pregunta que no solo los demás, sino yo mismo me hacía todo el tiempo… ¿Acaso quedaba aún algo en mí para continuar? ¿No estaba ya todo perdido de antemano? ¿No era la existencia una tragicomedia demasiado opresiva como para tolerarla por un largo periodo? La verdad es que ni yo sabía cómo seguía viviendo, pero tal vez ese era precisamente el secreto para vivir: la ignorancia.
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El periodo de sufrimiento que experimentamos en la existencia siempre es el doble o el triple que el periodo de bienestar y felicidad. ¿Vale la pena vivir entonces? Desde luego que no, pero comúnmente se cree que sí. Es así tan solo porque el mono parlante es demasiado necio y está demasiado ciego como para admitir que este mundo no está hecho para él.
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Y, cuando en nuestra vida todo vaya bien, es una mala señal. Significa que, dentro de poco, o no tan poco, se presentarán diversas tragedias y sufrimientos. Y esto solo se debe al equilibro natural de la existencia misma que, pese a lo que tantos incautos creen tontamente, jamás está a nuestro favor. Es mejor, así pues, no embriagarse demasiado con simulacros de efímera felicidad, porque sino entonces, cuando lleguen los más deprimentes y bestiales dolores y miserias, no podremos sino retorcernos y divagar en las sombras de aquello que jamás tuvimos realmente.
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La existencia puede adquirir muchas connotaciones, pero creo que de todas ellas la más improbable sería conspirar a nuestro favor. Eso solo es una quimera del ser en su estado de máxima imbecilidad, mismo que alcanza en sus momentos de mayor delirio.
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Desasosiego Existencial