Tu belleza es tan única y reluce con incomparable fulgor, mismo que resulta el más preciado entre todos los tesoros de cualquier mundo, dimensión o universo. Tú eres todo lo que mis ojos pueden ver, todo lo que mis oídos pueden escuchar, todo lo que mi nariz quiere respirar, todo lo que mis labios quieren besar y todo lo que mi alma quiere amar eternamente.
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Lo que ella había plasmado en mi cuerpo había discurrido hasta mi alma, y sabía, pese a todo, que ni siquiera la subrepticia muerte que rondaba ya me haría olvidar el sabor de sus alocados besos.
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No pararé de buscarte e invocarte allende donde sea que te encuentres tras este ínfimo lapso en esta miserable realidad. En cualquier lugar miraré la muerte del ocaso y, aunque mi corazón se estremezca, lo haré con tal de indagar nuevamente el significado de tu silueta bellamente tornasolada y tu belleza divinamente confeccionada.
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El anhelo permanecerá, incluso traspasando todos los eones y las dimensiones. Sí, el anhelo fulgurante de poder contigo fundirme espiritualmente una vez más y alcanzar el éxtasis de la última defunción.
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Solo ella no podía percatarse de lo que significaba para aquel absurdo ser que la esperó cada día hasta su último suspiro. Y que, en su recalcitrante agonía, añoraba volver a verla una vez más, aunque fuese solo un instante antes de suicidarse.
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Amor Delirante