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Amor Delirante 56

No se ama nunca, excepto cuando se entiende que lo mejor siempre es dejar libre a ese ser especial que nos hizo tocar el cielo para luego hundirnos en el infierno por la eternidad.

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Y, aunque eras el amor de mi vida, comprendí perfectamente que lo nuestro no podría existir en este universo y en ninguno, y que tus mágicos labios no podrían nunca acariciar mínimamente a los míos mientras tuviésemos un cuerpo humano.

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Eras lo único que en esta existencia que me hacía sentir tan hermosamente encantado, la única persona que me interesó tanto y que me embelesó más que la poesía del suicidio. Y, sin embargo, fueron tus manos las mismas que hundieron la daga en mi garganta cuando tus piernas se hundieron en las suyas.

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Lo que siento por ti no podría explicarlo fácilmente y quizá ni siquiera reflexionándolo del modo más profundo podría. Porque precisamente estás tan dentro de mí y te pienso casi todo el tiempo que las palabras resultan insulsas para expresarlo. Porque es tu cristalina belleza la que me tiene al borde del colapso, pero no me importa hallarme en plena desesperación si al menos obtengo de ti un último beso o abrazo.

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Los inefables sentimientos que por ti experimenté tantas ocasiones no se parecían en nada a las sensaciones pasadas experimentadas con personas y en situaciones cualesquiera. Era algo poderoso y fantástico, algo fuera de este mundo aberrante. Tan irresistiblemente me atraías que incluso la simple idea de saber que mañana podría verte de nuevo hacía que mi ser vibrase con una intensidad insana. Pero todo eso ha terminado ya y tan solo resta evaporar cada melancólico recuerdo antes del sublime momento final.

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Amor Delirante


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