Mientras caminaban sin rumbo, Abdeko le explicaba a July cómo eran las cosas en esta urbe. July contemplaba con indignación y horror cómo las personas que habitaban esta urbe vivían con un pánico enorme a realizar alguna acción. Y es que nadie buscaba ir más allá, nadie quería hacer más, todos vivían solamente el presente y se aferraban a él con todas sus fuerzas. Era algo tan desalentador y desolador que July, por un instante, sintió que estaba a punto de desvanecerse. Todo era tan impertérrito, el ambiente estaba tan lleno de una execrable permanencia. Aquel universo tangente sin duda era lo más parecido al infierno, con matices y sonidos horribles brotando de cada rincón. Con esas ominosas imágenes surgiendo a racimos y poblando el supuesto cielo del lugar. Lo que único que July añoraba era encontrar a Mertin tan pronto como fuera posible para después regresar ambos a su mundo y entonces…
–Y bien, July, lo quieres, ¿no es cierto? –cuestionó Abdeko mientras guiaba a July por el ominoso paisaje.
–¿De qué estás hablando, Abdeko? No entiendo a qué te refieres con eso.
–Sabes muy bien de qué hablo. He notado la conexión entre ustedes y me parece increíble. Jamás había sentido algo así en mi existencia. Sabes, en mi dimensión no existe tal cosa. ¿Cómo se le llama a eso? ¿Por ello te preocupas tanto por él?
–¡No sé a qué te refieres! ¡No hay nada entre él y yo!
–No trates de disimularlo, ustedes hacen crecer rosas en el mundo de la tristeza. ¿Qué prueba más clara podría necesitarse para saber que ustedes 2 están conectados más allá del tiempo y el espacio? Me refiero a Mertin, a lo que sientes por él. Ustedes, ya sabes, tienen algo especial, ¿no es así?
July inmediatamente se sonrojó tanto que parecía un jitomate. En realidad, le era imposible ocultar lo que sentía por aquel joven de ojos tristes y verdes, pues, desde el día en que lo conoció, se enamoró locamente de él.
–Sí, Abdeko, tienes razón… No puedo reprimir lo que él me hace sentir. Yo nunca pensé llegar a sentir esto por alguien y él, desde el día en que nos conocimos, fue increíble. No solo salvó mi vida y me ha dado esperanza, sino que se ha portado tan dulcemente conmigo. La verdad es nadie más que él me importa en este universo o en cualquier otro.
–¡Vaya que lo quieres! Yo no logro entender los sentimientos de los seres de las dimensiones inferiores. ¿Cómo se le llama a esa clase de sentimientos? Y ¿qué es ser un amigo?
–Un amigo es alguien que sería capaz de irse al manicomio contigo, de atravesar el infierno a tu lado, de conquistar lo desconocido, y todo sin esperar nada a cambio. ¡Eso es un amigo! Y ese sentimiento por Mertin no lo puedo explicar muy bien, pero creo que se llama amor, y es algo que nunca había sentido.
–¡Sorprendente, July! No puedo creer la cantidad de cosas que sabes. Entonces ¿eso significa que soy tu amigo? Yo nunca he sentido eso llamado amor, quizá no puedo sentirlo ya.
–Claro que eres mi amigo y también de Mertin. La amistad y el amor son las cosas más valiosas del mundo. Son esa clase de cosas que no se pueden forzar ni comprar. Tener amigos de verdad y alguien que te ame sinceramente vale más que cualquier teoría, religión, espacio, tiempo, dimensión, universo, muerte, vida y existencia.
–Muchas gracias, yo nunca había tenido un amigo. No sabes cuánto me gustaría que fueras feliz. No sé si lo que dices es verdad o no, pero es algo que sin duda quiero creer.
–No te preocupes, Abdeko, no tienes por qué creerlo. Solo es una forma de hacer la existencia más llevadera.
–July… ¿Amas a Mertin?
–Bueno yo diría que…
En ese momento, algo espantoso acaeció. De pronto, July se sintió extraña, y, en una parte del llano y seco suelo, algo comenzó a surgir. Era una luz puramente blanca, sin el más mínimo rastro de otro matiz.
–¿Qué es eso que resplandece bajo ese pedazo de tierra? –inquirió Abdeko.
–No lo sé, siento algo en mi corazón, es como si se quisiera salir. Abdeko, ¡por favor, ayúdame!
July se estaba desmayando, pero podía sentir esa luz tan radiante. Se apresuraron para llegar hasta el lugar de donde provenía la luz.
–July, ¿estás segura de esto? Podría ser una trampa de dios.
–No lo es, puedo sentir una energía increíblemente agradable.
Entonces July escarbó justo en el lugar en donde sus sentimientos le indicaron, y lo que descubrió al tocar aquel objeto del cual provenía esa agradable luminiscencia la dejó atónita.
–¿Ocurre algo, July? Te ves muy desorientada.
Pero July no contestó, pues estaba totalmente abstraída en sus pensamientos. De pronto, recordó todo lo relacionado a ese objeto.
–¡Oye, Abdeko! –dijo July con esa voz de ángel que la caracterizaba, tan suave y dulce–. ¿Podrías decirme qué forma tiene esto?
July mostró a Abdeko un llavero en forma de la mitad de un corazón. Sin duda alguna, parecía unirse con otro llavero y juntos formaban un corazón.
–Pues digamos que parece un arco, pero no sé, solo me hace sentir la misma sensación extraña que cuando Mertin y tú están juntos –respondió Abdeko lleno de confusión.
–No puede ser, ¿cómo rayos llegó esto aquí? ¿Es que acaso este universo tiene alguna conexión íntima con nuestras vidas? No lo comprendo…
–¿Qué ocurre, July? ¿Acaso te identificas con ese artefacto tan extraño? Ya ha dejado de brillar, pero tengo miedo.
July tomó el llavero y lo metió en su bolsillo. A continuación, se puso de pie y prosiguió a explicarle a Abdeko lo ocurrido:
–El día que perdí la vista fue uno de los días más deprimentes y grises de mi vida. El por qué la perdí sigue oculto en mi memoria, por alguna razón no logro recordarlo. Solo puedo recapitular que, después de que mis padres me llevaron al hospital y la hemorragia paró, salí corriendo del auto y llegué hasta un cementerio sin saber si alguna fuerza me había guiado o yo había llegado ahí por mí misma. Entonces sentí una sensación parecida, muy parecida a la de hace unos instantes, me agaché y solo por intuición traté de hallar algo en la tierra. Lo que hallé fue exactamente este llavero. Cuando lo sostuve, me hizo sentir tantas cosas, me hizo sentir tan tranquila. Gracias a este llavero fue que me calmé y, poco a poco, pude sobrellevar todo lo que mi repugnante vida exigía. Asimilé el dolor y el sufrimiento del mundo y lo contuve. Lo más extraño de todo es que, aunque era una niña, cada noche tenía un sueño que me perseguía. Soñaba que podía atisbar la sombra de alguien: era un niño. Lo sentía tan triste y quería acercarme a él, solo que tenía alas negras y se iba lejos. Cuando volteaba, por un momento sentía que estaba conectada con él de una forma inexplicable. Además, él tenía la otra mitad del llavero. Fue de ese modo que me gustaba pensar que algún día recuperaría la vista y lo primero que quería ver esa a ese chico que tenía la otra mitad del llavero. Sin embargo, pasaron los años y un día perdí el llavero. Me sentí fatal y luego mi vida se complicó, en un momento de debilidad me dejé llevar y pensé en el suicidio…
–Lo siento. En verdad me gustaría que ustedes 2 fueran felices. ¡Qué bueno que sigues viva, July!
–Sí, ese día llegó Mertin a mi vida, salvándome de todo lo malo. Ahora estoy convencida de que él es quien tiene la mitad del llavero, y que nuestra conexión es más fuerte de lo que creía.
En ese momento, la tierra retumbó y el llavero volvió a centellear. Un portal parecido al que se había tragado a Mertin se abrió ante July y Abdeko.
–¡No puede ser! ¡Es un portal igual a aquel por el que se fue Mertin! ¡Debemos ir allá! –sostuvo July con una increíble determinación.
–¡No, July! ¡Espera! Los portales niac son muy peligrosos, no sabemos si nos lleve de verdad con Mertin. Además, no hay hadas para conducirnos. Deberíamos ser más pacientes o, de lo contrario…
Casi cuando Abdeko terminó de hablar, July estaba ya entrando en el portal. Así que no le quedó de otra más que seguirla, a pesar del peligro que podría significar. En un abrir y cerrar de ojos, July y Abdeko se encontraban justo en frente de Mertin. Sin embargo, nada era como lo imaginaban.
–¿Qué es todo esto? Mertin ¿eres tú? –inquirió July aterrada por el pútrido escenario que se presentaba ante ella.
–July ¿acaso puedes ver? No se supone que tú, bueno, ya sabes… –interrumpió Abdeko.
–Sí, pero, aunque no pueda abrir los ojos, pasa lo mismo aquí que en el templo aquel. De algún modo, puedo ver a través de mi corazón. Solo quiero saber qué significa todo esto.
Frente a July y Abdeko estaba una inmensa formación de roca donde un panal de hadas se retorcía en la cima de la montaña, de donde excretaba un líquido más negro que la noche, el cuál bañaba todo el lugar. Este líquido viscoso y mucilaginoso les llegaba a Abdeko y a July hasta las rodillas; además, era frío, muy frío. Aquel repugnante y sombrío lugar parecía una especie de prisión, ya que Mertin estaba atado por las manos con unas cadenas del mismo color de las hadas, y parecía, al menos por ahora, sin vida. Alrededor de la prisión había salpicaduras de sangre e imágenes de niños siendo devorados. Era una especie de círculo demoniaco de roca y podredumbre de donde no sería nada fácil liberar al joven fuente de la tristeza infinita que daba vida a aquel universo tangente.
–¡Mertin, estás aquí! Pero ¿por qué? ¿Qué significa todo esto? No entiendo nada.
–¡Cuidado, July! –advirtió Abdeko, quien se había quedado atrás y observaba con pavor aquella infame monstruosidad.
De aquel líquido virulento emergió una increíble bestia que hizo que las entrañas de Abdeko y July se retorcieran más que nunca y que sus cerebros estallaran con una ferocidad infernal. Era un endriago de lo más funesto y mortuorio. Tenía la forma de una mujer semidesarrollada esencialmente. Su color de piel era necroazul, poseía dos enormes cuernos que salían de su cabeza y otros dos de sus pechos. Parecía unida a esa infame sustancia que inundaba en lugar, sus piernas eran largas y cubiertas de vendas desgatadas, su cintura estaba cubierta de moscas y carne podrida. Tenía las costillas salidas y una serpiente colgaba de su cuello, sus brazos eran largos y muy delgados. Tenía los dedos amputados y usaba uñas negras y puntiagudas en su lugar. Su cara estaba rajada por todos lados, sus labios morados, sus ojos decaídos y llenos de ira y oscuridad. Sus cabellos eran largos y necroazules, y de su boca salía una clase de excremento ensangrentado que babeaba y escurría por todo su cuerpo. No poseía órgano sexual alguno y su trasero estaba cocido; además, podía verse su columna vertebral, la cual estaba totalmente deforme.
–¡No puede ser! ¡Se dirige hacia Mertin! –advirtió Abdeko con horror.
–Pero ¿qué es eso? ¿De dónde salió esta bestia y por qué está aquí? ¿Qué clase de conexión guarda con Mertin? –sostuvo July mientras sentía ganas de vomitar nuevamente.
Entonces esa bestia inmunda se acercó a Mertin dispuesta a devorarlo o quién sabe qué cosa. Súbitamente, de aquél líquido repugnante y nefasto salió un niño corriendo y se interpuso.
–¡Ese niño se parece a Mertin! –formuló Abdeko.
–Sí, mi visión es borrosa, pero puedo sentir algo de Mertin ahí adentro. Debemos hacer que despierte, estoy segura de que, si Mertin despierta, podremos entender mejor las cosas.
Fue así como July y Abdeko volvieron a quedarse impávidos cuando aquella quimera de porquería soltó un quejido que nunca habían escuchado. De hecho, era tan agudo y desgarrador que a July le empezaron a sangrar los oídos. Era penetrante y parecía como si el llanto de millones de personas sufriendo se hubiera juntado en un solo grito. Acto seguido, dicha bestia abrió la boca con una elasticidad despampanante y comenzó a devorar la cabeza del niño.
–¡Demonios! ¡No puedo seguir viendo esto! –agregó July, quien dio media vuelta y comenzó a derramar lágrimas de sangre.
–¡No sé qué debo hacer! ¿Qué debo hacer, July? ¡Maldición! –se cuestionaba Abdeko.
Sin duda, lo que se presentaba ante sus ojos era demasiado. Esa cosa, lo que sea que fuera, estaba aglutinándose con cada parte de ese niño que parecía ser Mertin. Devoraba su cerebro con un gusto infame, saboreándolo y desgarrándolo sin piedad. Y, entre más comía, parecía aumentar la infinita oscuridad que ya de por sí invadía aquella prisión anómala.
–¡Ya basta! ¡No sigas por favor! ¡Te lo suplico! –balbuceaba July repleta de lágrimas y sangre.
–July, tú eres mi amiga… Los amigos se cuidan entre sí y yo no quiero que sufras. Si hubiese algo que pudiera hacer para ayudarla, entonces yo… –pensaba Abdeko presa de la desesperación y el pánico.
Cuando la bestia infame terminó de deglutir a aquél niño, Mertin se contrajo y de su boca salió sangre mezclada con aquel líquido mucilaginoso. Las hadas en la cima brillaron y aquella melodía sacada del mismísimo infierno se hizo más fuerte. La opacidad del lugar aumentó y otro niño salió del agua. Entonces Abdeko se sobresaltó y comprendió algo de aquel aquelarre sin fin.
–¡Ya sé! ¡Sí, ahora lo sé! –gritó con ahínco–. Este es un sistema de licuefacción del alma. Ahora recuerdo cómo funciona, en mi dimensión había algunos. Esa cosa es el recuerdo más oscuro de Mertin que alguna vez se materializó, y esos niños luchan por proteger su alma, solo que muy pronto se agotarán sus energías y Mertin desaparecerá para siempre, tal como su amiga del templo pasado.
–Mertin ¿Por qué? ¿Es que acaso has decidido rendirte? ¿No prometiste que me protegerías? ¿Acaso ya olvidaste lo que hemos vivido? No creo que puedas olvidarlo así de fácilmente. Además, aún falta demasiado por hacer juntos. ¡Debes despertar cuanto antes! ¡Tú no tienes idea de lo importante que eres para mí!
Entonces una lágrima tocó el llavero en forma de mitad de corazón que July sostenía en sus manos y este comenzó a refulgir de forma espectacular. Abdeko no podía creer cómo una luz tan pura y poderosa podía originarse en ese lugar que parecía ser el nivel más profundo del infierno mismo.
–¡No es posible! ¿Es este el corazón de July?
Abdeko estaba conmocionado. Había algo de esperanza, después de todo. Las cosas podían mejorar si July y Mertin se mantenían unidos. Ellos poseían un vínculo demasiado poderoso que podría salvarlos. Sí, eso era: ellos poseían el vínculo de las almas. Pero ¿sería eso suficiente para poder escapar de aquel pandemónium? De pronto, un vórtice que había surgido en el supuesto cielo de aquella prisión podía escucharse algo: era tan siniestra y repugnante la voz que la entonaba que difícilmente podía tolerarse su existencia. Se impregnaba en la mente, sin importar cuánto se esforzase por taparse los oídos. Era una melodía que hacía surgir imágenes vomitivas y horripilantes en la imaginación de quienes, por desgracia, tenían la fatalidad de escucharla:
Van y vienen, nunca se detienen
Los sueños e ilusiones que se desvanecen
Las mentiras y engaños cubren el mundo
La tristeza que cae sobre el desierto helado
Ella dibuja melancólica y él escribe alucinado
Se aman y se odian, devuélveme el corazón arruinado
Un hombre camina por el cordón de fuego negro
Una mujer da a luz y un demonio sonríe
Un ángel cae y la soledad lo invade
¡Qué glorioso el templo del que nada sabe!
Ella dibuja melancólica y él escribe alucinado
Se aman y se odian, devuélveme el corazón arruinado
Eres lo que eres y no lo que fuiste o serás
Llora dulce niña, ven aquí a fornicar
Cómeme el alma y fóllame en el cielo
Bendíceme en el infierno y déjame renacer
Ella dibuja melancólica y él escribe alucinado
Se aman y se odian, devuélveme el corazón arruinado…
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Esa maldita y deplorable melodía se escuchaba cada vez más fuerte. Las hadas revoloteaban y se fundían unas con otras, el espectáculo parecía un contubernio de primera talla. Ahora esa canción era todo lo que Mertin escuchaba, en su interior esa melodía infernal invadía todo su ser.
–¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto? ¿Cómo llegué aquí? ¿Es que acaso yo…?
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Libro: Los Vínculos del Alma