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Corazones Infieles y Sumisos VII

En tanto Alister se dirigía hacia aquella fiesta de perdición, absolutamente confundido y sin deseos de nada más que de abandonar este mundo, Erendy se había visto con una amiga de tiempo atrás. No sospechaba siquiera que Alister pudiera engañarla de ese modo, y, ciertamente, no le incumbía. Confiaba ciegamente en él y no lo cuidaría cada hora del día. No, para nada, sino que lo dejaría hacer lo que quisiera. Si verdaderamente se amaban, debían respetarse y confiar el uno en el otro. Y, a pesar de que todos sus novios anteriores la habían engañado siempre, y de que no era nada perspicaz para percatarse de una infidelidad, permanecía tranquila. Amaba ciegamente a Alister, o lo que sea que fuesen aquellos sentimientos tan fuertes que hacia él surgían en su interior como un torbellino imponente.

–Entonces ¿cómo vas con tu novio? –inquirió Zelia, una de las mejores y pocas amigas de Erendy.

–Bien, todo va bien. Disfruto sobremanera nuestra unión en esta realidad. Tratamos de ser sinceros y eso ayuda, creo que podríamos trascender.

Al ser rechazada por Alister la propuesta de Erendy de salir el viernes por la noche, ésta optó por salir con una de sus amigas de antaño. Al fin y al cabo, tenía ya bastante que no la veía.

–Él es ideal, al menos así lo atisbo. Para mí no existe algo más beato que su resplandor. No me refiero a nuestra unión en términos mundanos, creo que compartimos algo más profundo.

–¿A qué te refieres con eso? ¿De nuevo son tus ideas extrañas?

–Algo así… Pienso en nosotros como algo divino, etéreo y temporal. Sin embargo, lo admiro tanto y su luz significa todo en la oscuridad de mi interior, en una tal que el simple hecho de cerrar los ojos destruye todo en absoluto. Intento apoyarlo y sería feliz si al final, aunque muriera nuestro amor, al menos pudiese ser de ayuda para él.

–Eso es una forma de pensar muy poco común y bastante intrincada. Yo no podría ser así, yo tengo otras perspectivas.

–¿Cómo cuáles? Digo, si se puede saber…

–Conocí a mi novio en una página de redes sociales. Ahora ya tenemos más confianza y lo que hacemos es tener relaciones, queremos viajar y pasar todo el tiempo cerca. En un futuro me encantaría formar una familia con él, darle esos hijos que queremos ver crecer. Comprar una casa, un auto y conocerlo todo a su lado.

–Ya veo, me parece bien. Eso es lo que las personas suelen hacer.

–Sabía que dirías eso, pues tú eres así, siempre ajena a los ideales sociales.

–No es eso, es solo que nuestras perspectivas son distintas. Para mí, nada de eso es valioso; resulta absurdo, como casi todo. Lo que yo deseo es trascender y elevar mi espíritu, con o sin Alister. Lo amo demasiado y por eso mismo quiero su emancipación, incluso de mí. No podría atarlo o someterlo a mi compañía. La mayor prueba de un amor real es la libertad. Sé muy bien que el día en que él y yo nos separaremos para siempre llegará inexpugnablemente, y tengo miedo ante eso; sin embargo, estoy preparándome para soltarlo, para dejarlo ir y atisbar desde las sombras su increíble evolución. Confío en que él será sabio y vencerá las tinieblas. De algún modo, sé que así ha sido antes, que en otro momento ya nos hemos separado y que ahora una fuerza o ente desconocido ha vuelto a colocarnos ante esta prueba.

–Yo te admiro, Erendy. Tu capacidad y visión están lejos de mi comprensión. Solo espero que ese hombre pueda percatarse de lo que eres y lo que estás dispuesta a hacer por él, ya que tú sí sabes qué es el amor.

–No quisiera verlo de ese modo, no sé qué sea el amor ni me interesa. Quizá no existe, pero yo quiero ver a Alister libre y resplandeciente, elevándose hacia el infinito. Lo único triste es que no podremos conseguirlo juntos, solo nos estorbaremos. Cada uno debe buscar su propio destino en su ostracismo y en el misticismo del ser interno. Daría mi vida a cambio de la inmortalidad de su muerte, para que así no deba volver a incrustarse su esencia en el ciclo de la reencarnación producto del karma. Solo quiero liberarlo de las ataduras mundanas, y eso es más poderoso que el amor y el sexo, que la justicia y la moral.

Zelia no supo qué decir, no lograba comprender tales meditaciones ahora expelidas ante su mente acondicionada. Pasaron unos cuántos minutos en silencio y ambas regresaron a la estación del tren, recordando vivencias y riendo, sintiéndose por unos instantes libres y en plena exégesis de la naturaleza mustia. Para cuando Erendy llegaba a su hogar, algo en sus adentros le anunciaba la decadencia del altar.

Al llegar al lugar, Alister percibió algo extraño, sentía que alguien lo seguía y muy de cerca. Pero eso no era todo, era más grave. Ese alguien o algo que lo perseguía estaba en su interior, no lo había dejado dormir desde hace un par de días. Cuando ya estaba recostado podía sentirse observado por una sombra amorfa. De hecho, le parecía que eran varias. También tenía extraños sueños con tentáculos ingentes que entraban por su recto y con unas alas tan sublimes, tan majestuosas, que solamente serían dignas de un dios, aunque uno malvado, pues su presencia inspiraba malestar en todos los sentidos.

–¡Bien, jóvenes, deben abrir sus mochilas antes de entrar! Recuerden que, si traen agua simple, se irá a la basura –exclamó el guardia de seguridad de aquel antro.

–Pero ¡eso es injusto! –replicó Alister– ¿No podemos pasar y dejarla encargada?

–No, claro que no. Esas son las reglas del lugar y, si no les parece, pueden retirarse.

A Alister le pareció peyorativa aquella actitud y simplemente bebió el agua restante tan rápidamente como pudo. En el agua podía ver reflejada a Erendy, podía sentir una vibración, muy parecida a aquella que surgió entre ellos el día que se conocieron. Le pareció triste, pues pudo rememorar lo mágico que había sido aquello. Ahora se percataba de que quizá no la merecía, de que solo se había acostumbrado a ella, de que era dependiente, de que la necesitaba para darle un sentido a su vida, pero no la amaba. Y no lo hacía porque realmente los humanos no podían amar, salvo Erendy. Ella era diferente, no era humana, ella sí que tenía sentido. Le había dado todo desde el primer momento, había cuidado de él y lo había parapetado del mundo y de su sufrimiento en una cueva custodiada por la fuerza espiritual de su unión. Pero ahora había una oquedad por la cual él había escapado y se había unido a aquello que detestaba y que siempre juraba destruir. Ahora era, al fin y al cabo, parte del sistema.

Tras esta meditación y tal desapego de la realidad, Alister estuvo a punto de retractarse, a nada de cambiar las cosas; su destino pudo haber sido distinto. Pero esa elección realmente estaba fuera de su alcance.

–¿No me digas que ya te vas? –inquirió una voz conocida para aquel joven de cabellos rizados.

Al voltear, Alister se percató de quién le hablaba. Era la causante de que él estuviera ahí.

–Si apenas vas llegando… No estarás pensando en arrepentirte, o ¿sí? Pero si ¡aún hay mucho por hacer! –afirmó Cecila mientras tomaba a Alister del brazo.

–Bueno, en realidad solo quería ir al baño –replicó este tímidamente.

–Muy bien, más te vale. Tienes que quedarte, ¡porque esto va a estar de locos!

En unos pocos segundos la percepción de Alister se distorsionó, en parte imbuido por aquellas ominosas sombras tan hambrientas de existencia. Finalmente, optó por quedarse, nada malo podría ocurrir.

–¿Qué van a querer de tomar? El día de hoy todos tienen que emborracharse. Nadie puede estar aquí sin tomar –dijo Cecila, tomando el liderazgo de aquel conjunto de bebedores ansiosos de saber lo que era la vida.

–Yo quiero un tequila y una pizza –vociferó uno.

–Yo quiero un vodka y una hamburguesa –exclamó otro.

–Yo un ron y unos nachos con mucho queso –indicó un tercero.

Y así, poco a poco se fue llenando la lista de aquellos infames y triviales deseos humanos, aquellos deleites sin sentido. Hasta que le tocó el turno a Alister, quien sabía que aquello no ayudaba a su ejercicio y su buena condición, pero no quiso quedarse fuera de sintonía y se limitó a pedir un vodka y ya. Ya ni siquiera se trataba de su yo medianamente distorsionado, sino de otro totalmente enclaustrado en su actual estado en el tiempo.

–Muy bien Alister, así me gusta –exclamó Cecila–. Tú no te contengas, que la vida se hizo para disfrutarla en compañía de las personas que amas, o así lo creo yo. El sentido de la vida está en vivir el momento, en hacer lo que te gusta y viajar, en poseer lo que otros no, en ser tú mismo.

En su mente, algo no concordaba con su propio yo ante tales cuestiones. Sin embargo, Alister no sabía a qué se debía tal desprendimiento. La fiesta fue progresando, el ambiente se podía sentir en todo el lugar. Había chicas muy guapas que restregaban su trasero contra unos gorilas o unos flacos depravados. Por otro lado, existían aquellos desconsolados que ya estaban muy embrutecidos por el alcohol y otras tantas cosas, queriendo buscar pleitos o rompiendo en llanto. Era un lugar para todo tipo de personas, menos para él.

–Oye tú ¿cómo te llamas? –cuestionó una voz de mujer detrás de Alister.

–¿Quién yo? ¿Acaso me hablas a mí?

–Sí, tú –respondió la vocecita un tanto alterada por la ebriedad.

–Soy Alister –replicó sobresaltado–, y tú ¿quién eres?

–Mi nombre es extraño, pero puedes llamarme Pamhtasa, así es como todos me dicen de cariño.

–Mucho gusto, Pamhtasa. Y ¿qué te trae por aquí?

–Pues no mucho. Sabes, ya son vacaciones para mí, mi ciclo escolar ya casi se termina y ahora es tiempo de divertirme –afirmó la joven, algo exaltada por las copas que había bebido sin control.

Pamhtasa era la clásica mujer que mentía a sus padres a cambio de diversión. Siempre pedía dinero para libros o cualquier cosa que se le ocurriera, le gustaba bailar y beber, además de fumar y meterse algunas líneas o piquetes. Físicamente, era de estatura mediana, con un cuerpo regular y llamativo, delgada y atractiva, blanca y con cabellos castaños. Tenía pecas en la cara y sus ojos reflejaban un aire de infelicidad endiablada, solo encubierta por su imbécil forma de pensar. Esa noche estaba ataviada con un vestido negro pegado que dejaba al descubierto sus delgadas, pero bien formadas piernas.

–Ya veo, supongo que cada quién se divierta a su manera –exclamó Alister, quien, en el fondo, pensó inmediatamente que Pamhtasa era una vil estúpida, pero una muy bonita.

–Y a ti ¿qué te trae por aquí? No pareces un chico de fiestas.

–Sí, en realidad esto es casual. Vengo con unos amigos de la carrera, y, de cualquier modo, hoy no tenía algo que hacer.

Nuevamente Alister mentía, él sabía que tenía mucho por hacer. Él iba a reunirse con Erendy, con la mujer que amaba, que amaría hasta que desapareciera el mundo.

–Genial, ya somos dos. Por allá están mi amiga y mi hermano. Bueno, casi hermano, es nuestro gran amigo. Me estás cayendo bien, aunque noto algo raro en ti.

–Ah ¿sí? Y eso ¿por qué?

–Siento que ocultas algo. ¿Qué es lo que no has querido mencionar?

–Pues no creo, solamente estoy pasando el rato como todos aquí.

–Bueno, eso está bien. ¿A qué te dedicas? ¿Cuántos años tienes?

–Soy físico. O, bueno, lo seré una vez termine con todas mis asignaturas. Tengo veintidós años, y no muy bien soportados.

–¡Qué interesante? Cuéntame más sobre eso.

–¿En verdad quieres hablar sobre eso?

–Sí, no te preocupes, estoy aburrida ya –exclamaba la joven maliciosa al tiempo que bebía descaradamente otra cerveza.

Mientras tanto, los hilos del destino se movían, guiados probablemente por una dualidad inexorablemente divina, lejana de todo humano acondicionado. Por la puerta del bar entraba la siguiente marioneta, una que ocasionaría un despliegue enorme, que volcaría para siempre los hechos, y que, en su supuesto libre albedrío, modificaría el destino de múltiples entidades.

–Bien, pues yo estudio física y estoy muy interesado en aprender nuevas teorías y diseñar algunas. Pienso en si realmente las dimensiones son reales.

–Eres todo un genio amigo mío, me caíste bien. Yo no entiendo nada de eso, siempre he odiado las matemáticas.

–No son tan complicadas, el punto está en agarrar práctica y entender ligeramente la teoría. El interés también cuenta bastante; de hecho, es el punto de partida.

–Y ¿en dónde podrás trabajar al terminar?

–Eso es algo que me tiene sin cuidado. Podría trabajar de lo que fuese.

–Pero ¿cómo crees? Por algo estudiaste, no me digas que no quieres cosas buenas.

–Primeramente, veo el estudio como una forma más de acondicionamiento. Lo que quiero decir es que toda institución, sin excepción alguna, forma parte de un orden preestablecido por ciertas mafias y sectas mezcladas con empresas, bancos, religiones y demás porquería. Ellos se encargan de mover los hilos del destino en el plano terrenal, o quizá hay algo más detrás de tales poderosos infames.

–Nunca había escuchado eso; de hecho, eres el primero que lo menciona.

–Sí, las personas no se interesan demasiado en cosas así de abstrusas. Prefieren ver el fútbol todo el día, ir al cine o cualquier otra actividad innecesaria y trivial.

–Eso sí que no lo apruebo –respondió la joven en tono desconsolado–, yo adoro las fiestas. Además, no me respondiste de qué piensas trabajar.

–Ah, ¡cierto! Decía que de lo que fuera, en parte por lo que ya te comenté. El auténtico estudio es personal, nadie puede meterte cosas en la cabeza que tú no quieras reflexionar, nadie puede romper con los prejuicios y el conjunto de falsa cultura que se nos ha inculcado. Por tal razón, no me es interesante conseguir un gran puesto, eso solo demuestra una carencia total de verdadero despertar. La escuela solo sirve para ganar dinero y es otro moldeamiento, tú puedes aprender lo que sea con dedicación y constancia. Mis planes son otros, desearía obtener un progreso diferente.

–Muy interesante, aunque no creo que lo consigas en un lugar como este.

–Sí, eso ya lo sé. Solo vine porque estaba aburrido, aunque podría estar leyendo algo más intrigante en vez de estar aquí, ni siquiera sé bailar.

–Tú sí que eres raro, de algún modo me caes bien. Yo no pienso complicarme la vida. A diferencia tuya yo sí quiero bailar, ganar mucho dinero para viajar, comprarme mucha ropa, casarme y tener una idílica luna de miel, adquirir un carro del año, una casa en alguna colonia decente, tener hijos y darles lo mejor, ser directora de una compañía importante. Quiero sentirme alguien, que las personas vean y admiren lo que soy.

Lo primero que pensó Alister al escuchar a Pamhtasa pronunciar aquellas palabras fue que el sistema había hecho bien el trabajo con ella, que estaba perfectamente acondicionada, que era incapaz de atisbar la verdad. Le recordó a aquel profesor fanático del fútbol para quien los profesionales de ese deporte sí merecían los sueldos tan descarados e injustos. Sin embargo, tal caudal le llevó de vuelta a sí mismo, percatándose de que él no era diferente de aquellos peces incapaces de sentir el agua inmunda que los rodea, los absorbe y les da vida. No, él no era diferente, esa noche era otro más, otro maldito esclavo.

–Supongo que cada uno busca cosas distintas, aunque tengo la idea de que, a final de cuentas, la mayoría de esas búsquedas conllevan a un cofre vacío.

–Deberías de verle el lado positivo a la vida –exclamó la muchacha dándole una palmada a Alister.

–Sí, eso dicen todos, pero yo no logro engañarme así de fácil.

–Tú solo disfruta. ¿Sabes? De cualquier modo, te vas a morir.

–En eso tienes razón. Es solo que necesito saber tanto, necesito reflexionar, encontrarme.

–Puedes empezar por sentirte parte de esto. No es malo ir a fiestas, tampoco viajar ni perseguir dinero o casarse. Yo lo veo como algo que todos hacemos.

Justamente ese era el problema, Alister no quería ser otro más. En su mente sabía que Pamhtasa era un estúpida sin remedio, pero ¿no era acaso más estúpido él que, conociendo la verdad, se involucraba con aquellos patéticos náufragos del carcomido mundo?

–No sé cómo hacerlo. Trataré de pensarlo y de establecer nuevos criterios.

–Sí, tú no te compliques. Solo vive y ya, que venimos aquí a gozar. Cualquier persona con la que platiques te dirá lo mismo, lo cual quiere decir que tenemos la razón.

Algo no cuadraba en aquellas explicaciones y Alister lo sabía. De pronto, guiado por un impulso extraño, por un roce espiritual con una forma gigantesca de naturaleza bisexual, sintió fuertes deseos de probar cómo sabía la boca de aquella mujer. Luchó tanto como pudo, recordando la imagen de Erendy, esa misma que ahora aparecía distorsionada, pues la había convertido en una más, en una mera existencia vacía. Y él era ahora un idiota también. Sin embargo, cuando Alister se dispuso a capturar los labios de Pamhtasa, esta lo alejó rotundamente. A pesar de lo mucho que había bebido, la patética garrapata aún conservaba juicio suficiente para negar la irrealidad.

–No, no es lo que quiero contigo –replicó la joven con asco.

–Lo siento. Yo no quise…, en verdad, no sé qué clase de fuerza me obligó.

–Eres un buen chico, no deberías de estar aquí. Tú debes ser diferente a mí y a todos, debes buscar tu propio camino entre las tinieblas de tu corazón.

Alister sintió como si una sabiduría más elevada se apoderara de aquella imbécil adolescente y comunicara aquel epigrama, así que simplemente se alejó y resolvió no prestar atención a la situación. Se confundió más cuando, unos minutos más tarde, un incontenible deseo de mirar a Pamhtasa, pues le había parecido atractiva, lo llevaría a presenciar cómo esta estaba en un rincón con un tipo alto y moreno quien levantaba su vestido negro, acariciaba sus muslos, comía sus labios y arrimaba su pene contra la seguramente húmeda y cachonda vagina de la desdichada.

En el fondo, sintió coraje, aunque no debería. Incluso, apreció cómo los compañeros de aquel sujeto se intercambiaban el trasero bien definido de aquella pérfida malnacida. Un sentimiento de culpa invadió a Alister, quien recordó a Erendy y cómo siempre había sido prioridad para ella. Recordó su inteligencia y ternura, esos ojos que solo estaban para él, esa boca y esa dulzura. Y ahora ¿él qué hacía? Buscaba las migajas de un pan ahíto de moho. Igualmente, cayó en cuenta de que estaba excitado, cosa que Erendy no producía en él. Se cuestionó si realmente el problema era él, ella, ambos. O era quizá que sencillamente no estaban destinados a estar juntos, pero ¿qué estaba destinado entonces?

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