Capítulo XXIV (LEM)

Tras terminar su ampuloso discurso, el odioso doctor Lorax reía como un desdichado, su semblante palpitaba entre dos mundos encontrados, su interior contenía dos esencias con similar magnitud y vibración. De pronto, un trueno estremecedor rasgó la funesta dimensión en la que se hallaban, uno de los tantos recovecos del Hiper…, y Leiter observó con repugnancia cómo las bocas groseras se mordisqueaban hasta que vomitaron dos seres de extraño talante. En todo el tiempo que el joven había permanecido charlando con el doctor el pandemónium no había cesado, hasta había incrementado su ignominia, si es que era posible.

–¡Ya están aquí, ahora sí comenzará lo bueno! –exclamó con cinismo y excitación el tripolar sujeto del tercer ojo.

–¿Qué? ¿Quiénes? ¡No puede ser! –balbuceó Leiter al reconocer los bultos regurgitados por las fétidas bocas–. ¡Es ella! ¡Es Poljka!

–¡Je, je, je! ¡Exactamente, la suprema sacerdotisa de La Refulgente Supernova es Poljka, imbécil!

–¿Qué? ¿Suprema sacerdotisa? ¡Mentira! –vociferó como un demente el joven de ojos marchitados.

–Bueno, no me concierne a mí aclararte ese punto, pero ya que insistes… Debes saber que Poljka ha sido nuestra principal fuente de información para capturarte, aunque esto te lo dije cuando te extirpé el alma unos cuántos kilómetros más abajo. En fin, ella se unió a nosotros para suplantar a la doctora Breist, quien ahora le acompaña, puesto que necesitábamos una sucesora, alguien con una belleza indefinible ante quien los hombres cayeran rendidos, una nueva ramera de Babilonia en quien depositar nuestra confianza y la de los doce supremos. Debía tener un cuerpo perfecto, un alma frágil y dispuesta a lo que fuese. Buscamos en todos los rincones posibles donde antes habíamos conseguido este tipo de mujeres, desde el espectáculo hasta la política, pero la respuesta estaba ante nuestros ojos. Al igual que en el caso anterior, la ciencia misma nos recompensó y nos envió a Poljka. A diferencia del resto, ella llegó aquí siendo pura, aunque una estúpida. Cierto que era superdotada y que poseía una capacidad de aprendizaje inaudito, que tenía doctorado y hablaba cuatro idiomas, pero, como tú bien sabes, eso no significa nada para nosotros, los que ostentamos y perseguimos un conocimiento mucho más allá del terrenal que todos los imbéciles monos alaban en su estrechez y su absurdo. No entraré en detalles acerca de cómo la convencimos para unirse a la orden, pues considero que cuando ustedes dos reencarnen como esclavos, posiblemente dejemos sus recuerdos intactos para que puedan compartir su agonía. Fue tan fácil convencerla de unirse, pues es una zorra entregada al materialismo y la banalidad, aunque muy hermosa y sin castidad. Sin embargo, cuando te conoció más profundamente, su fidelidad hacia nosotros se tambaleó, puesto que ella, al igual que tú, guarda ciertos sentimientos encontrados, o guardaba, mejor dicho. Era tan asquerosamente idiota en el sentido mental y tan susceptible en el espiritual, que no consideramos pertinente realizar el proceso de fragmentación de la personalidad, aunque luego resultase bastante necesario. Se enamoró de ti, pero eso no era grave puesto que el amor está bajo nuestro yugo; no obstante, temíamos que se saliera de control y evolucionara en una fuerza incontrolable, pues el amor es una de las rarísimas cosas que no controlamos de manera imperial, a diferencia del resto. Como sea, alteramos su ser y el resultado fue glorifico: se encargó de sacarte la sopa y de fingir toda una especie de falsa relación, rellenó todos los huecos donde aún no conseguíamos llegar y se ganó tu confianza, algo similar al resto de seres en quienes has creído ciegamente. Al final, fue ella quien definió tu destino y gracias a quien estás aquí y ahora, paralizado y humillado frente a nosotros.

Cuando el doctor Lorax terminó su relato, Leiter, contrariamente a lo que se esperaba, permaneció más tranquilo de lo normal, pero no cesaba de proferir balbuceos atroces y de negarlo todo con inquietante fervor. Su alienación estaba incrementando hasta la médula.

–Veo que, pese a todo, eres un hombre práctico, al que le cuesta aceptar lo que le digo. No importa, presenciarás en primera fila la etapa decisiva de La Máxima Aurora. Deberías darme las gracias y considerarte afortunado por esto, pues es tan extraño tener estas oportunidades que no sé si debería matarte ya.

–No seré partícipe de esta blasfemia –increpó Leiter con su última fracción de energía.

–No será necesario, tenemos ya demasiados participantes.

–¿Qué? ¿Qué se proponen hacer, canallas?

–No es lo que nosotros nos propongamos, sino lo que hemos jurado hacer hasta el final.

Entonces aconteció el comienzo del suceso que consagraría la alienación máxima de Leiter, quien permaneció absorto y anonadado hasta el último instante… La doctora Breist fue la primera en actuar, pues se colocó en el centro de la vetusta construcción donde se habían agrupado los seis miembros de la singular secta y comenzó a orar. A un costado yacía el ingente agujero del que había salido la abominación parecida a una bolsa gelatinosa con mangueras carnosas que flotaba y palpitaba en el firmamento. La doctora rio como anunciando su perdición y se acercó al doctor Lorax para plantarle un exquisito beso en la boca. Acto seguido las infinitas mangueras de la bolsa gelatinosa arremetieron contra ella penetrándola por todos los orificios posibles y llenándola de un viscoso y ardiente líquido imposible de identificar. La pobre mujer gimió como una perra en celo y lo último que acertó a decir antes de explotar de manera horrible frente a todos los presentes por tanto esperma acumulado en su cuerpo y en su alma fue: me siento plenamente orgullosa de esto, sepan todos que esto me hace feliz. Luego, la controvertida y antigua sacerdotisa suprema se desvaneció para siempre, estallando y esparciendo un gran conjunto de vísceras, órganos y sangre, entre otros, que los jefes de área recogieron, tragaron y lamieron para terminar masturbándose con todo eso y luego devorarlo igualmente.

Hubo un silencio incómodo mientras los jefes de área se limpiaban la sangre. Luego, escalofriantes carcajadas por parte de los miembros de la inicua orden ahogaron el sorpresivo e inquietante final de aquella brutal sacerdotisa. El doctor Lorax no cesó en su locuacidad y continuó:

–Los sentimientos humanos son la cosa más patética que pueda existir, y la humanidad, la pobre y torpe humanidad, es la más grande vileza en su absoluto esplendor. Los monos se han corrompido hasta lastimar lo más sagrado, y por ello el Vicario ha tomado tanto poder. No lo entiendes aún, ¿cierto? Pero yo no soy quién para explicártelo. Ustedes, miserables imbéciles, han desdeñado la sabiduría y se han proclamado a favor de la ignorancia, han mascullado cualquier tipo de sublime libertad y han elegido arrodillarse frente a falsas deidades y reinos imaginarios. En su cretina y acondicionada concepción se creen reyes y seres sumamente evolucionados, cuando la realidad no podría ser más contraria. Su esencia, monos, me repugna al grado de lo indecible. Mirarlos, escucharlos, respirarlos y sentirlos me enferma, me conduce a la perdición. No tolero ni siquiera los más mínimos sonidos provenientes de sus malsanas gargantas. Ustedes exhiben con ridículo y blasfemo orgullo sus supuestos logros, los cuales están tan limitados por su terrenal percepción, pues en su retrógrada forma solo eso consiguen atisbar. Están rebasados y atascados de materialismo, pornografía, prostitución, violencia, guerras, religiones, sexo, dinero, drogas, alcohol, vicios, entretenimiento, fútbol, contradicciones, enfermedades, ambiciones, poder, dolor, tristeza y, sobre todo, humanidad. ¡Qué triste debe ser pertenecer a su raza! Y saber que, se haga lo que se haga, la evolución es imposible dada su propia naturaleza condenada a lo mundano. Lo que más me repugna es el nauseabundo apego que sienten hacia aquello que los destruye. La humanidad es la especie más masoquista que podría existir, pues se coloca tantas máscaras para pretender la bondad y la benevolencia sabiendo que en el fondo ama la guerra y la maldad. Pero así es el mono: niega lo que en verdad es y adora lo que nunca podrá alcanzar. Tal vez, si aceptasen su auténtica esencia, se desencadenaría la poesía más sutil y la belleza reprimida en todos esos anhelos ocultos; sin embargo, tal cambio es solo un sueño.

–Aunque todo eso es absolutamente cierto, no puedo permitir el despertar del Vicario –expresó Leiter con determinación.

–¡Qué necio eres, no puedes percatarte de que peleas por nada! ¿De qué serviría que el mundo continuase y que el humano prosiguiese también? La verdad, y tú lo sabes mejor que yo, es que hace falta una purga. Sí, es imprescindible acabar con todo y reconstruirlo, y eso haremos a la brevedad, pero ustedes no estarán más aquí, ni mental ni espiritualmente. Serán títeres como hasta ahora, pero nos aseguraremos de que no quede ninguno como tú, ninguna duda ni evidencia. Además, ni siquiera la muerte bastará para librarse del orden impuesto, pues, una vez que hallamos sublevado al Vicario, su eterno poder será nuestro, y al fin concluiremos el ritual supremo que hemos gestado desde el principio de las eras, cuando las estrellas eran jóvenes y las criaturas nacían del pensamiento, cuando todavía la basura orgánica que conformó al mono estaba lejos de ser atisbada. La Máxima Aurora colisionará y el ojo de la verdad mostrará, con su inefable iluminación, el hasta ahora escabroso sendero de la inmarchitable verdad.

–Yo seguiré luchando y no por la humanidad.

–Entonces ¿por qué? ¿Qué razón tienes para perpetuar esta miseria?

–Al igual que usted, también detesto al mono y toda su creación. Es una lástima que un sujeto tan despierto, con capacidades infinitas a su alcance como usted, haya decidido aliarse con los constructores de la falacia universal. No juzgaré si es bueno o malvado, porque es obvio que mis juicios están sobrecargados de humanidad y de lo que me ha sido inculcado para sobrevivir en esta sacrílega pseudorealidad. Por ello, es inútil recurrir a mi consciencia, al menos en el primer nivel; sin embargo, si consiguiera superar esas barreras tan triviales, si pudiese vencerme a mí mismo, le demostraría el poder oculto en el rebajado humano. Ahora bien, lucho porque creo en un sentido, pero ese sentido solamente podría hallarlo en la muerte. Yo no permitiré que ustedes contaminen aquello que el mono jamás comprenderá, la única fuente de pureza, el mayor enigma en el TODO. Entiendo que ustedes temen a la muerte puesto que mediante ella podría ser el único modo en que una raza decadente como la humana pudiese evolucionar. Ustedes han manipulado a su antojo la realidad, suplantándola por la ominosa y adictiva pseudorealidad, cargada con las herramientas necesarias para adormecer al rebaño, lo cual ha tenido un éxito indefinible; no obstante, no han conseguido doblegar aún los pensamientos, penetrar en la consciencia cósmica, donde el alma posesiona el traje más que la carne. El corazón de los humanos puede dividirse en dos, una mitad habitada por ángeles y otra por demonios, lo cual representa el poder supremo, el libre albedrío en expansión, el retorno a la esencia magnificente que tanto añoran encarcelar. La muerte ofrece libertad, por eso buscan someterla a sus designios. La vida es absurda, pero la muerte lo aclara todo, ofrece la oportunidad de trascender, de desgarrar lo que parece imposible. Cuando un humano muere tras haber despertado, su muerte ya no es absurda, aunque su existencia misma no pueda abandonar dicho estado, y entonces…

–¡Cállate! –bramó el doctor Lorax–. ¿De dónde has sacado todo eso? No permitiré que te burles de nosotros. ¿Cómo obtuviste esa clase de percepción?

–Pues eso… Ni yo mismo lo sé.

En verdad Leiter no mentía, pues él mismo era solo un niño ignorante de sus pensamientos. Sin embargo, sospechaba que, en aquel monte sagrado, en ese haz de luz y sombras donde fue conducido por aquel extraño guía, podría estar la respuesta, la solución al enigma. Hasta el momento no creía poseer alma, no aún, pero pronto despertaría y sería de un modo revelador.

–Luces muy confiado para ser alguien sin alma –afirmó el doctor Lorax, en el tono de quien sabe que ganará al final de una encarnizada batalla–, y que recién entiende en dónde se halla. No importa, pues, cuando comprendas la verdadera gravedad del asunto, será demasiado tarde. Ahora, debemos pasar a otros temas, estoy cansado de hablar sobre la miseria de la humanidad, cosa que es indescifrable y con la que barreremos para disociar la entidad. Sin embargo, antes de revelarte aquel secreto, aunque ahora que lo pienso serán dos, tengo algo que hacer…

El blasfemo final de la antigua sacerdotisa, aunque tremendamente perturbador, era solo el prolegómeno de la barbarie que a continuación se cometería, misma que llevaría la locura de Leiter hasta lo más álgido posible. Poljka Svetlanski, aquella sensual e incomparable mujercita, fue destrozada sexual, moralmente y de todas las maneras imaginadas. El espectáculo, si así se le pude considerar, duró exactamente 33 minutos, ni uno más ni uno menos; no obstante, ese lacónico periodo fue más que suficiente para matar cualquier duda en el corazón de Leiter con respecto a sus sentimientos por aquella maldita ramera. El primero en arrojarse sobre la joven fue, obviamente, el doctor Faryo, aquel cerdo maloliente y adicto a la pornografía que se masturbaba más de diez veces al día, aunque algunos rumores decían que eran más de veinte.

Desde hacía un buen tiempo traía la verga de fuera y no podía contenerse más. Su excitación llegó al límite cuando miró a Poljka plenamente desnuda, cosa inexplicable considerando que ya antes se la había tirado como a una perra. Posiblemente esto se debía a que le prendía sobremanera ser observado por Leiter, supuesto novio de la impúdica jovencita que él destrozaba; una especie de voyerismo natural en el mono. Lo primero que hizo al llegar con ella fue azotarla con un látigo que sacó quién sabe de dónde, ante lo cual Poljka, con la mirada perdida, gimió de placer. Podría colegirse que le gustaba el sadomasoquismo, pero aquella ninfómana desmesurada era una adicta a cualquier clase de depravación, tal era la fragmentación en su personalidad que los ingeniosos procedimientos del doctor Lorax habían conseguido. El MKULTRA nunca fallaba.

A continuación, uno a uno, aquellos viejos, como tantas veces anteriormente, se acercaron a la mujer cuyos ojos lapislázuli no brillaban más, como si estuviese poseída, y se desnudaron, dispuestos a realizar la última orgía para consagrar La Máxima Aurora y conseguir su verdadero fin. Leiter no profirió palabra alguna, solo observaba con la mirada fija aquel abominable bacanal. El doctor Lorax abandonó su puesto, aunque no su telequinesis, para unirse a sus compañeros, quienes le cedieron de inmediato el primer turno en la vagina de Poljka, cosa que no desaprovechó, pues arremetió con todo lo que tuvo hasta hacer que la ramera universal gritara como nunca. La bestialidad con que la desfloraba era crítica y brutal, no esperaba ni un solo instante para hundir su verga inmensa y chorrearse en el interior de la golfa. Luego, se separó para ceder el turno a sus compañeros y hacer que Poljka le limpiase cada rincón de su perturbador pene ulcerado. Los otros seis hicieron y deshicieron, realizando cualquier clase de blasfemia alguna vez imaginada. Tres de ellos penetraban la vagina de la joven, la cual era, por cierto, la más grande de todas. Otros dos metían sus vergas por el ano, todo ensangrentado y batido de mierda. Los dos restantes introducían sus penes al mismo tiempo en la boca de la joven, quien se ahogaba y vomitaba sobre ellos. Era un bacanal exquisito que Poljka parecía disfrutar como una consagrada muñeca sexual. Y, cuando en su delirio clavó la mirada en los entristecidos ojos de Leiter, su cuerpo se calentó hasta fracturar el firmamento.

Los cerdos continuaban follándola brutalmente, batiéndole de esperma cada rincón del cuerpo y corriéndose a cada instante. Acto seguido, cada uno introdujo brazos y piernas en boca, ano y vagina de la máxima zorra que, sin quejarse, accedió a aquellas cochinadas, aunque el dolor le desgarrase el alma. Nunca había ocurrido, con seguridad, un acto sexual similar al protagonizado en aquella dimensión, cuya inhumanidad destrozaba cualquier concepción. Poljka, la preciosa mujer de ojos lapislázuli, fue humillada y prostituida con plenitud, gozando la penetración de cada pito putrefacto e infecto, alucinando con el infinito placer experimentado, gimiendo y solicitando cada vez más intensidad y fogosidad con cada cogida. Afortunadamente, para la salubridad de la existencia, aquella orgiástica sesión estaba por finalizar, aunque lo último fue lo peor.

Cabe señalar que los 7 depravados seres se vinieron adentro de Poljka, tanto en boca, ano y vagina, además de haberle chorreado todo el cuerpo y empapado los cabellos, los cuales escurrían de semen. El acto que consumó el sacrilegio fue cuando el doctor Lorax tomó una copa de oro adornada con preciosas piedras multicolor y en ella vertió igual cantidad de cada fluido derramado: esperma, sangre, vómito, excremento, meados, gargajos y hasta pus. Entonces Poljka chupó el recto de cada uno de los 7 y saboreó el repugnante sabor a mierda como si se tratase de un néctar supremo, para poner fin al aquelarre bebiéndose el contenido de aquella ignominiosa copa de oro donde estaba contenida la mezcolanza ignominiosa y sufriendo una serie de calamitosas convulsiones. Daba lástima mirarla ahí, con su incomparable belleza y sus centelleantes ojos azules, revolcándose enloquecida y arrojando espuma por la boca, mientras lamía los restos de lo bebido y se batía de toda la infamia derramada en el lóbrego bacanal.

Después de reposar un poco tras la más grandiosa orgía alguna vez realizada, el doctor Lorax retornó al sitio donde se hallaba paralizado Leiter, pálido como un muerto viviente, sin ánimos para pronunciar ni una sola frase.

–Leiter, ni siquiera sé cómo tomarás esto –dijo el doctor todavía jadeando y sin vestirse, con el pene aún manchado de porquería–, pero es necesario que lo sepas. Hace unos instantes, antes de presenciar en su totalidad La Máxima Aurora y la brutal paliza sexual que le hemos propinado a la ramera de tu novia, estabas muy parlanchín. Ahora, sin embargo, has enmudecido, y lo entiendo, de verdad que lo hago. Como sea, te contaré esto para esclarecer los enigmas ligeramente. Quizá te sorprenderá sobremanera, pero lo diré sin más circunloquios: Abric nunca fue real, sino solo una insuperable creación nuestra.

Al escuchar el nombre de Abric, su antiguo amigo y maestro, Leiter sintió deseos de proferir alguna somera sentencia, de demostrar que no estaba perdido aún, pero fue incapaz. De alguna manera, se había quedado sin deseos de continuar, toda su energía había sido drenada en instantes. ¿De verdad le era tan importante Poljka? ¿Qué clase de conexión guardaba con ella? O ¿era aquel paisaje vomitivo y fúnebre el que lo debilitaba a tal punto? Su voz se ahogaba, sus pensamientos difícilmente se formaban y estaba por desfallecer. Con cierta mezcla de satisfacción y alegría pensó que morir lo ayudaría, aunque se estremeció al contemplar cómo sería entonces el más allá si esos sujetos llegaban a triunfar. El rostro de Abric apareció imperativamente en su interior, con esos matices singulares, cargado de solemnidad, como el humano que se desprende de todo anhelo terrenal y alcanza la sublimidad. ¿Había sido un engaño? ¿Qué más daba? La existencia lo era y eso no cambiaba nada. En el fondo, experimentaba una gran decepción que no podía mitigar con nada. Y entonces Abric…

–Sí, pero no te lo tomes personal. Es gracioso cómo los humanos viven creyendo que nadie los vigila. Cierto es que en su mayoría son insignificantes; no obstante, aun así, se les debe tener bajo el ojo que todo lo ve, solo por si acaso. Y tú sí que fuiste un caso excepcional, lo cual atrajo nuestra atención desde que eras un niño. Tu vibración, aunque dormida, era peligrosa. Notamos que el acondicionamiento no había funcionado contigo como en cualquier otro ser, y surgió cierta inquietud ante el futuro que te esperaría. Pusimos especial atención y vigilamos tu conducta, la cual, como lo sospechábamos, se alejaba cada vez más de aquella común en el rebaño, y se acercaba hacia la devastación, al menos para nuestros planes. Lo que realmente nos incitó a crear a Abric fue que tú, a diferencia de muchos otros que afirman un despertar y buscan incansablemente en la oscuridad, tienes un don, una energía atractiva. Sí, Leiter: tú atraes e irradias, esa es la peligrosidad. Sé que puedes percibir el aura en las personas, cosa que solo aquellos con el tercer ojo entrenado consiguen… Y tú, sin poseerlo, lo haces. No solo eso, sino que la complejidad y el adelanto mental registrado en tus actitudes y codificaciones nos espantaron en determinado momento. Tú te desprendías de sentimientos y apegos a los cuáles la mayoría de la humanidad se aferraba, desdeñabas lo que todos buscaban y adoraban, evolucionabas en el primer y segundo nivel, lo cual invariablemente te conduciría al tercero, el del cuarenta seis más dos. No podíamos permitir que esto continuase, así que intervenimos. Decidimos adoptar una estrategia distinta, modelando con tu intrincada mentalidad un ser al cual pudieras venerar y respetar. Como te dije, tenemos lo indicado para todos, nadie escapa a nuestros detallados análisis y estudios sobre la personalidad, la consciencia y el ser en sus tres capas: carne, mente y espíritu.

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Libro: La Esencia Magnificente


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