No vale la pena hacer absolutamente nada desde el momento en que comprendemos que nada tiene sentido en esta pestilente existencia. Y es que de nada sirve intentar salvar todo aquello que, como nosotros mismos, está destinado a la muerte.
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Jamás comprenderé cómo pueden los seres de este mundo apasionarse por algo, incluso si es algo de lo más trivial. Supongo que esa es una pintoresca habilidad de la abyecta naturaleza humana pretender que vale la pena luchar por algo y, así, autoengañarse demasiado. A fin de cuentas, no creo que sirva de algo ningún esfuerzo ni tampoco compartir tiempo con nadie. Es preferible permanecer en nuestra melancólica soledad y, con suerte, en unas de esas fatídicas noches, desvanecernos para siempre y permitir que el olvido desfragmente cada uno de nuestros defectuosos y humanos recuerdos.
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Creemos estúpidamente que somos importantes y que todo tiene un sentido, cuando, en realidad, somos más insignificantes en el universo y en la existencia que lo más insignificante que pueda imaginar nuestra insignificante mente. Tal es la intrascendencia que simboliza nuestra execrable esencia y no hay nada que se pueda hacer para cambiar esto.
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El megalítico monstruo verde que desgarraba mi interior ya no podía ser silenciado por más tiempo, pues me instaba a acabar con toda vida posible a mi alrededor, incluso con la mía. Durante muchos años logré reprimirlo en las más oscuras regiones de mi alma, pero ahora que ella ya no estaba conmigo me resultaba más que imposible no ceder ante su esencia magnificente: la de un asesino.
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El veneno infame que corrompía mi alma se llamaba existencia y la única cura posible era la muerte. Ya no existía otra alternativa para mí, pues ningún otro sendero podría ofrecerme algo que me interesara. Mientras siguiera existiendo en este mundo, estaría condenado a sufrir todo tipo de miserias y a enloquecer ante toda clase de idiotas.
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Y en ese último beso sabrás todas las ganas que tenía de contemplarte, de amarte y de adorarte… Aunque fuese solo un momento más y ya, aunque fuese antes de mi indispensable y sublime suicidio.
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Catarsis de Destrucción