El sujeto miró al cielo y una vaharada de aire expelió al mirarse prisionero
La integridad de su vejada civilización torturaba su pensamiento entero
¿Dónde podría hallarse? ¿Qué era este inicuo y cerval presentimiento?
Creía haberse alejado del universo para siempre, pero falló en su cálculo
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Era ingenuo en extremo, carecía de avidez y de sentimientos
Pero poseía una virtud extinta en la hipocresía humana
La de pregonar la verdad en todo momento y circunstancia
El magnífico don para no aparentar jamás lo que no era
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Y ¿cuántos humanos actuaban de modo contrario solo por su ignorancia?
Se hallaban consumidos en su decrépita fortaleza de ignominia sexual
No conseguían atisbar la más ínfima monada en sus reducidas consciencias
Y aquel sujeto reía y se contradecía al mirarlos en su maldita miseria
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La yuxtaposición hacia el vacío no ofrecía sino relampagueante poesía
La existencia del humano era una vil perogrullada matizada de pseudorealidad
Era una sístole concebir alguna deidad que se hubiese dignado confeccionarlo
El que todo lo observaba pensó si sería sensato dejar a tal criatura proseguir
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La frugalidad se había obnubilado de las mentes moldeadas por la voluntad
Las excrecencias que ostentaban los atiborraban de orgullo y falsa entereza
Solo jirones nauseabundos conservaban intactos como auténticas joyas
Y el visitante se asombró al conocer el amor que proferían a la vileza
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Era insana la forma en que los humanos se sacrificaban por nimiedades
Especialmente por algo llamado dinero, con el cual enloquecían sus mentes
Luchaban incansables guerras para obtener aquellos papeles gregarios
Pues, en su inopia, creían con ellos llegar a ser más que sublimes vicarios
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El visitante muy parecido a un extraño llegado de eras desconocidas
Retrocedió aterrado y se apresuró para huir en su beata flor de loto
El viaje había sido un fracaso, los resultados una verdadera tragedia
Los humanos gritaban en un paroxismo enervante para conseguir más sangre
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Un vagido espeluznante hizo callar a la babel de desnudos y retorcidos seres
Pero no impidió que el desequilibrio llenara con falsedad aquel trance
¡Qué infinito ultraje hacia la sublimidad se atisbaba en las degeneradas masas!
El alborozo al sentirse tan humanos llenaba de un estupor bucólico sus corazas
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Libro: Irrefrenable Tristeza