Recuerdo cuando aún estabas conmigo, cuando aún mi corazón latía antes de desfragmentarse en una geometría anómala que apabulló mis sentidos. Y me parece, pero sé que no es así, que aún estás conmigo. Me gusta autoengañarme, tal vez. Sí, debe ser eso. Me gusta dar vueltas y regocijarme con la sangre que escurre de aquel cuerpo cuyas muñecas fueron laceradas por la hermosa navaja de la muerte. ¡Qué delirios me aguardan todavía! ¡Cuán engañado estuve por haber creído en ti todo ese tiempo! No permitiré que nadie vuelva a mentirme, sea en este mundo o en otro. Me siento tan cansado, pero hay algo que me mantiene atado a esta habitación. Leo algunos poemas suicidas que alguna vez significaron tanto para ti y sé que aún estás conmigo, aunque no te escucho más. ¿Por qué será? ¿Acaso es solo mi imaginación la que me hace creer que aún podré tu boca besar y tu cuerpo consumir una última vez?
No puede ser que sea solo eso, no puede ser que todo sea un delirio de mi mente enferma. Tal vez es que no quiero aceptarlo, no quiero abrir los ojos y ver la realidad en su forma más pura. Pero ¿qué es la realidad? Son muchos los cuestionamientos que diariamente me hago con la vana esperanza de poder averiguar el sentido de la vida. Persigo un imposible, bien lo sé. Mi limitada lógica humana no hace sino retorcerse en el fango tras cada intento fallido y cada botella que vacío en tu nombre. Antes, cuando aún respirabas en mis oídos, solías calmar un poco esta psicosis depresiva que tanto me apabulla. Ahora no sé qué será de mí ni si podré continuar un día más así, en este estado de extrema agonía y vil desesperación. Son pocos los anhelos que me quedan, acaso ya ninguno. Todo se ha perdido desde ese infame día en que ocurrió el ritual de sangre que te alejó de mí para siempre. Sé que fue lo mejor, pero me niego a aceptar que estaré bien algún día sin tu luz.
Solíamos pasar buenos momentos en esta alcoba, solíamos reír como dos tontos enamorados, pero tuve que matarte antes de enloquecer por completo, pues solo así me aseguraría de que permanecerías conmigo incluso más allá de esta vida insana. No tuve opción, como tampoco la tendré una de estas noches en donde deberé entregarme a la muerte mediante la soga. La tengo lista y el nudo lo aprieto un poco más diariamente. Sé que funcionará y no me interesa ya el dolor que pueda experimentar ante tal suceso. ¿Qué más da? Vivir o morir es ya lo mismo. Me da igual despertar o no, respirar o no, ser o no. Lo que soy es aberrante y me enferma continuar de este modo. Odio todo: al mundo, a la humanidad y, desde luego, a mí mismo. El odio ha guiado mis pasos desde hace tanto, pero ya no más. En un desmedido acto de amor hacia ti, te quité la vida por tu bien. Y debo hacer lo mismo en un incuantificable acto de amor propio, pues no hay nada peor que no matarse cuando sobran las razones para ello.
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Caótico Enloquecer