El laberinto de nuevo aparece, las consecuencias no son buenas. La desfragmentación me enloquece y cualquier intento por escapar sería una tontería. Entre las raíces del olvido me desparramo y me cuelgo una y mil veces hasta experimentar cómo sería reencarnar sin ser humano, sin ser yo; sin estar en este cuerpo de inutilidad plagado. Las langostas persiguen a los pecadores y los cánticos hacen que mi razón se estremezca; en tanto, mis intestinos se mezclan con la paráfrasis del azul celeste. Es una locura creer que podría mantenerme cuerdo en este mundo aberrante y enfermo, en esta patética pantomima donde pretendo que existo; donde no encuentro ya razones para seguir vivo, donde sueño que en realidad sí me cuelgo. Todos mis anhelos están destruidos por el tiempo y mis nulas ganas de seguir respirando ya no recuerdo donde fue que se esfumaron como hojas que arrastra el viento. Cada vez más solo, triste y atormentado; tal era mi deprimente estado, pero no podía ser distinto.
Es una ilusión matizada en una realidad alterna donde me hago invisible y vuelvo hasta tu encuentro. Siguen sonando las trompetas, siguen corriendo los caballos al encuentro de los jinetes celestiales. Y yo prosigo en tu búsqueda, añorando tocar tu mano y dedicarte un último poema de muerte sempiterna. Mas nada me confiere tal poder, nada es lo suficientemente cercano a tu esencia inmaculada. Yo soy un mártir solamente, un pobre diablo que se deprime cuando de tu amor es carente. No sé ya ni quién soy y tal vez no necesito saberlo, o ¿sí? Lo único que quiero saber es si podré besarte de nuevo alguna vez, aunque sea en el ocaso más suicida, aunque sea en un universo donde nuestra eterna distancia no exista y donde nuestros espíritus no estén extintos. Pero divago terriblemente, me aferro a alucinaciones más que improbables y demasiado sibilinas; todo con tal de sentirte cerca solo esta noche. ¡Ay, ojalá nunca llegará el amanecer! ¡Ojalá mi humana forma se perdiera en el laberinto de dios!
Quisiera volver a besarte, volver a experimentar el colapso de nuestras bocas en el atardecer más iridiscente, en el plano que nos sea más tangente, en el fondo del abismo o en la cumbre de los cielos. No me importaría el lugar ni el tiempo, ni siquiera si posees otro cuerpo; pues únicamente añoro fundirme contigo hasta nunca más volver a mí, hasta no recordar lo que he vivido y lo que he sido. Sin embargo, sé que son triviales ensoñaciones, tan solo elucubraciones superfluas que no me animo a decirte, que no tengo el valor de confesarte. Y aún más miserable que todo lo anterior es mi lóbrega existencia desde el día en que te fuiste, desde el día en que me dejaste para experimentar nuevas sensaciones en un reino diferente. Hoy sé cuánto te extraño y lo que daría por escapar de este laberinto infernal cuanto antes, aunque tal vez mi destino sea pudrirme en él hasta mi añorada muerte. Ya no sé qué hacer o sentir al respecto, porque pareciera que en verdad mis lamentos no significan nada.
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Melancólica Agonía