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El Réquiem del Vacío 12

El pianista ejecutó cada pieza con la mayor exactitud posible y, ciertamente, fue mucho mejor de lo que esperaba. Su papel en el teatro de mi vida nunca estuvo claro, pero lo veía como a un buen guía. Ahora, mientras todos lloraban de tristeza, yo tan solo me hallaba encantado con su última obra; su obra maestra. Y, en cuanto finalizó su fantástica ejecución, no pude evitar derramar lágrimas de felicidad, pues me percataba de lo hermoso que era asistir y presenciar un funeral, especialmente cuando se trataba del mío. Y todos lloraban sin parar, mientras yo experimentaba una felicidad sin parangón… 

El réquiem del vacío no deja de azotar mi alma y los extraños ángulos desde los que me golpea parecen no obedecer las leyes de la física. Yo mismo no sé dónde me hallo ahora, no sé si sigo vivo o si ya estoy muerto. Todo lo que recuerdo es haber colisionado contra un objeto de inenarrable naturaleza y luego todo se apagó. Me gustaría en verdad saber si sigo en la realidad humana o si todo se ha tergiversado dimensionalmente. ¡Oh, dios! ¡Aquel espejo en el techo no puede ser real, pues al parecer mi verdadera forma es aún más vomitiva y vil que mi antigua forma carnal! 

¡Qué horripilante y nauseabundo es el mundo! Y, entre más sepamos de él y reflexionemos sobre su intrascendencia y la nuestra, más horror y asco nos causará. Finalmente, tras un continuo y profundo sufrimiento y hastío, comprenderemos, en un instante de auténtica catarsis, que lo mejor que podríamos hacer sería desaparecer para siempre y en silencio. Nunca valdrá la pena seguir aquí, especialmente en condiciones tan lamentables como las que imperan; este mundo es un infierno, y acaso sea el más infame de todos. 

El ser no solo comete infinidad de errores durante su patética existencia, sino que él en sí mismo es el mayor de todos. Lo gracioso es que percatarse de esto es casi imposible, pues el ser se considera a sí mismo una especie de deidad ante la cual todo se suspende y alrededor de la cual todo orbita. No podría la verdad ser más opuesta y no podría la irrelevancia de tales desvaríos ser más avasallante. El ser no es importante y su nauseabunda esencia siempre lo condenará a los abismos más infernales de los cuales nada ni nadie podrá salvarlo. 

¿Qué clase de loco trastornado crearía un mundo abyecto como este donde tan solo la locura puede hacer mínimamente soportable la estancia en él? ¿Qué clase de existencia es esta donde tan solo la muerte es la única certeza asequible? ¿Qué clase de criatura tan absurdamente contradictoria y bárbaramente inútil es el ser humano que su mera concepción resulta algo de lo más indeseable y vomitivo? Si yo fuera el creador de toda esta miseria, me sentiría sumamente avergonzado de ser llamado “Dios”. 

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El Réquiem del Vacío


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