En su afán por justificar su miserable y patética existencia, aquella ominosa criatura mejor conocida como ser humano intentará por todos los medios posibles evadir el infinito sinsentido que lo circunda en todo momento. Ya sea mediante una familia, una religión, entretenimiento, drogas o cualquier otra cosa, el absurdo ser humano, consciente o, las más de las veces, inconscientemente, buscará un escape a lo inevitable: el eterno y caótico vacío existencial que siempre volverá a cobijarlo sin importar tiempo, espacio o realidad.
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Quien se suicida, no se pierde de nada en realidad. Quien no lo hace, está condenado a perder su felicidad, paz mental e individualidad cada día que decida seguir en esta horrible y absurda pseudorealidad.
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Donde empieza la libertad, empieza también la locura; y donde empieza la locura, empieza también la verdad.
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Y, sin embargo, aún más fuerte que la voluntad de vivir es la voluntad de no morir. Pero que no quede la menor duda de que son dos cosas totalmente diferentes. La primera, de hecho, tiene más que ver con la muerte que la segunda, pues simboliza la redención desde el absurdo; aquella denominado: ser para la muerte. La segunda, por otro lado, denota tan solo el descenso hacia la podredumbre y el vehemente anhelo de preservar tal miseria. De ahí que, precisamente, la gran mayoría de la humanidad se encuentre en la segunda premisa; más aún, que viva y muera así. Porque una cosa es querer morir y no hacerlo, y otra muy diferente es no querer morir y seguir viviendo del modo más patético y trivial posible.
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Ellos jamás lo entenderían, nunca comprenderían mi sufrimiento, pero no podría culparlos por ser tan tontos. Esa era su naturaleza y cumplían con su rol de estúpidas marionetas a la perfección; yo también, de hecho. Pero estaba ya tan sumamente harto de hacerlo y me repugnaba cada vez más seguir aquí rodeado de tantos ingenuos idiotas. ¿Qué opción tenía entonces? ¿Acaso había otro camino que no fuera el manicomio o el cementerio para un pobre suicida viviente que odiaba tanto su existencia como yo?
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Si pudiera elegir una sola cosa, si tuviera un solo deseo por cumplir, elegiría sin duda alguna jamás haber vivido para jamás haber muerto. Y, en última instancia, mi mayor sueño sería jamás haber existido. ¡Oh, tan solo pensarlo y saber que algo así ya jamás será posible me deprime tanto!
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Infinito Malestar
