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Infinito Malestar 21

¿Es culpa de la especie humana ser estúpida o es culpa de la existencia misma por haber hecho al ser humano tan naturalmente estúpido? Cualquiera que sea la respuesta, resulta evidente que lo mejor sería que la humanidad nunca hubiese existido. 

Decían todo el tiempo que mi familia debería ser razón suficiente para no quitarme la vida, sin sospechar que precisamente esa era una de las principales razones por las cuales quería llevar a cabo tan divino acto. No soportaba compartir la misma sangre con aquellos seres a quienes despreciaba y en quienes veía consagrado todo aquello que nunca quise ser: meros peones de la pseudorealidad y esclavos de sus nauseabundos impulsos. Claro que el mundo entero era así, pero una cosa era saberlo y otra tener que soportar esto en la misma casa. 

La soledad es, quizá, la única y auténtica libertad a la que podemos aspirar. Y es que, sin importar de quién se trate, siempre la compañía de alguien siempre será, en mayor o menor medida, un obstáculo para ser libres. De ahí que, quien aspire a esto último de manera sincera, deberá necesariamente aislarse de todos sus absurdos semejantes tanto como le sea posible. Tan solo así se conseguirá purificar someramente nuestra esencia y desprendernos tan necesariamente de cada pizca de humanidad que actualmente envenena nuestro compungido espíritu. 

Es que incluso estar conmigo mismo se volvió algo intolerable después de cierto tiempo. ¿Qué me quedaba entonces sino drogarme, embriagarme o matarme? ¿Qué posible remedio podría volver a conferirme un ápice de tranquilidad? ¿Cómo podría volver a ser yo sin sentir deseos de vomitarme a cada instante? Si ya no me soportaba ni a mí mismo, ¿con qué cara me pedían que soportara a los demás? ¿Cómo tolerar a seres en cuyas huecas mentes imperaba únicamente la estupidez, el sinsentido y la ingenuidad? 

Y es que, aún si tus labios no eran solo míos, eso no me impedía amarte en lo absoluto. De hecho, creo que eso mismo me hacía amarte aún más de un modo extraño y diabólico. Me enloquecía saber que, antes de mi boca, habías besado otras tantas; y que, antes de estar en mi cama, habías recorrido ya muchas más. Entre más corrompida estuviera tu esencia, mayor era el voluptuoso deseo que se originaba en mi interior de poseerte, devorarte y consumirte por completo hasta que el amanecer disolviera nuestro mundano éxtasis de locura, muerte y placer. 

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Infinito Malestar


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