,

Infinito Malestar 23

El amor es complicado, ponzoñoso y traicionero; ¿acaso alguien duda de eso todavía? Es como una extraña fijación de la cual no podemos librarnos y que, encima, nos seduce mortalmente más que cualquier otra cosa. Es como pretender que una hermosa y sublime prostituta en verdad la pasará bien con nosotros tan solo porque le pagamos por sus divinos servicios. Así de inmensa es la blasfema ingenuidad a la que nos somete el amor y en la que caemos incluso de manera muy complaciente. Quizás es porque en el fondo nos encanta ser idiotas y volver idiotas a otros, no lo sé. Lo único que sé es que, si no existiera el amor, al menos podría irme a dormir esta trágica noche sin la necesidad de imaginar que ahora sí me cuelgo en tu honor; sin pretender que no te extraño más y que desde que no estás solo la tristeza me visita ya.

*

No podría concebir forma más hermosa de quitarme la vida que aquella que más te pueda enamorar. Sé que suena a una completa locura, pero créeme, por ti de la vida me podría despojar en cualquier momento o lugar si ello implicase la más mínima felicidad para ti. Y es que me encantaría desangrarme lentamente mientras me besas con pasión y luego dejar de respirar en el preciso instante en que el acto de amor carnal hemos de consumar. Quisiera morir entre tus piernas mientras alucino con el inefable olor de tus encantos y me embriago con el delirante sabor de tus adentros. Morir así, te lo confieso, es desde hace mucho mi única fantasía. Solo sigo vivo para experimentar esa última noche a tu lado y entender un poco más de los catárticos misterios que se ocultan en lo más interno de tu centelleante naturaleza.

*

¿Qué otra cosa podría simbolizar mi vida sino un cúmulo de errores donde el mayor de todos fue haber nacido? Y ¿qué otra cosa podría ser mi muerte sino el único acierto dentro de tal sucesión casi infinita de infelicidad, malestar y descomposición? No me interesa ya nada de este mundo, pues incluso aunque lo tuviera todo nada bastaría para desvanecer la desilusión que me cobija desde hace tanto. Este estado psicótico-deprimente que me apabulla cada noche se niega a abrir paso a un ápice de luz y me mantiene entre sus fauces donde me pudro lánguidamente y sin opción alguna para escapar. Y cada intento por alcanzar la superficie simboliza, ciertamente, una nueva caída más profunda que la anterior. Me pregunto si algún día la caída será tan prominente que el hundimiento ocasionado hará que mi corazón se detenga o que mi mente colapse víctima de cada golpe proferido por la pseudorealidad. No hay salvación aquí abajo, en el nivel más profundo de mi infernal humanidad; aquí es donde he estado desde hace tanto y sé que aquí también pereceré en cuestión de nada.

*

Pensemos por unos momentos en todas las personas que jamás conoceremos y sintámonos, pues, sumamente agradecidos por toda la estupidez y ruindad que, afortunadamente, no tendremos la fatídica suerte de soportar. No comprendo cómo existen tantos palurdos quienes se sienten agradecidos y están sumamente deseosos de relacionarse con otros; deben estar chiflados de verdad para anhelar algo así de abyecto. O quizás es que su propia miseria no les basta para sentirse cómodos dentro del nauseabundo absurdismo en el que se suspende toda su existencia. ¿Qué hay de interesante o diferente en los otros que no podamos encontrar en nosotros mismos? ¿Qué nuevas tragedias y desgracias queremos conocer con tanto ahínco si las nuestras ni siquiera podemos soportarlas?

*

Quien no odia la vida se debe odiar demasiado a sí mismo, ya que solo en tal estado se me ocurre que alguien pueda llegar a sentirse satisfecho ante tal aberración. No sabemos por qué ni para qué estamos aquí, pero nos gusta inventarnos todo tipo de supuestas metas que sirvan para engañar a nuestra mente y pretender que vale la pena no colgarse esta noche. Esa y no otra es, ciertamente, una habilidad envidiable de la mente humana en su mayor estado de quimérica subjetividad: hacer de cualquier cosa una excusa para seguir respirando, aunque en el fondo nunca nada será capaz de llenar el imperante vacío que atormenta nuestro interior con todo tipo de pensamientos oscuros, emociones destructivas y contradicciones infernales. Seguir viviendo, así pues, es el acto de un necio irremediable; matarse, por otro lado, sería la inmarcesible melodía de un semidios.

*

No importa el año, mes, semana, día, hora, minuto o segundo, puesto que hay algo que nunca cambiará: el caótico espectáculo de supremo horror existencial que implica el estar vivo. No es que la experiencia sea en sí misma puro sufrimiento, sino que pareciera estar diseñada de tal modo que el proceso resulte tan espaciosamente doloroso que incluso raya en la tragicomedia. Es como un sufrimiento pausado, a fuego lento y que incluso pareciera tener voluntad propia y demasiada paciencia al irnos consumiendo con tal sutilidad que, en ocasiones, podríamos llegar a creer que no lo hace. Y así, cada nueva alegría que experimentemos se convertirá únicamente en el preámbulo de un aburrimiento o un dolor cada vez más contundente y duradero. He ahí lo que es la existencia humana en su más pura esencia: un sistema de perfecta y continua devastación interna al que debemos someternos sin elección alguna; a menos que, claro, decidamos suicidarnos ahora mismo.

***

Infinito Malestar


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

El Color de la Nada 32

El Réquiem del Vacío 14

Next