Tal vez la única forma de evitar que aquel humano ser que creemos amar y por el que creemos ser amados nos engañe sea privándolo de la vida. De otro modo, no podemos fiarnos en ninguna circunstancia.
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Pensaba que nos amábamos mutuamente cada día más, pero estaba equivocado. La realidad era que, entre más yo te amaba, más te amabas a ti misma y a nadie más; mucho menos a mí.
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Quizás sea la maldad nuestra verdadera esencia, aquello que realmente nos define en el fondo. Y es que la mayor parte de la humanidad es así, niega y rechaza aquello que en el interior más anhela: el mal.
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La auténtica incongruencia no es saber quién es uno mismo, sino precisamente lo opuesto: creer que en verdad sabemos quiénes somos.
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No sé cómo pasó, pero te dejé de amar… Y, cuando eso pasó, aquellos deseos amorosos se metamorfosearon en los más incontenibles deseos de asesinarte tras haberte provocado un incuantificable dolor físico, espiritual y mental.
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La Agonía de Ser