Nos encontramos en una sociedad cada vez más idiotizada y adoctrinada, y cada vez de maneras más inauditas. Todo lo que consumimos es mera basura, falsas creencias o viles (auto)engaños de personas que, gracias a su influencia, fama o dinero, imponen su absurda y repugnante ideología a un grupo de tontos con vidas tan vacías que requieren, como viles mendigos, de cualquier pan rancio o podrido para llenar los huecos que carcomen su interior.
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Estaba tan solo y mi vida era tan triste que suicidarme fue lo más reconfortante y hermoso que alguna vez me pudo haber pasado.
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Me cuesta tanto imaginar cómo puede el ser vivir su vida de una manera tan estúpida y trivial, más de lo que la vida ya es por defecto. Es como si tales cualidades estuviesen impresas en su más profunda psique, tan adentro que resulta imposible siquiera removerlas un poco. La ignorancia en que divagan no deja de anonadarme ni un solo instante, y sus mundanos anhelos, placeres y sueños no podrían sino producirme un profundo asco. Pero tal vez así de ruin y patética es la naturaleza del ser, y tal vez solamente soy yo el necio e ingenuo que espera algo de seres destinados a la putrefacta nada.
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Ni siquiera la soledad real llega a ser tan abrumadora como la soledad que experimentamos internamente al hallarnos rodeados de tan nefandos grupos de idiotas a los que solemos llamar amigos, familia o esposa.
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¿Qué sentido tiene relacionarse con las personas? Ninguno, desde luego. Tan solo denota una absoluta pérdida de tiempo y energía al tener que tolerar sus odiosas compañías, sus estúpidas charlas y sus repugnantes formas. Preferiría mil veces vivir aislado de todo y de todos antes que tener que aceptar formar parte de alguna ridícula civilización como esta o de alguna inmunda sociedad que perturbe mi amada soledad.
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No hay condición más lamentable que estar vivo y ser parte de este ominoso mundo. Y no hay nada peor que sentir cómo se recalca esta horrible y absurda situación cada nuevo día que debemos despertar y volver a experimentar esta miserable realidad humana.
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El Color de la Nada