Para ser uno mismo, primero se debe dejar de ser uno más. Y esto, lamentablemente, es algo que la mayoría de los tontos hipócritas que contaminan este mundo jamás entenderán. Y es así porque se sienten bien no siendo ellos mismos, fingiendo y aparentando todo el tiempo con tal de cumplir y encajar en los execrables estándares sociales comúnmente aceptados.
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Quizá lo mejor sea nunca darse cuenta de la verdad y ser una marioneta más de carne y hueso que existe absurdamente y se siente feliz en su infinita miseria. Al menos así es más tolerable todo y se puede sobrellevar un poco más la desesperación que causa esta vida. Lástima que yo ya no pueda recurrir a esto, pues para mí ya es demasiado tarde y lo único que me resta es proseguir con este teatro del dolor hasta que tenga al fin el valor de colgarme.
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Un día más que debía soportar este mundo ominoso y realizar las mismas absurdas acciones que el anterior. La agonía, la desesperación y el hartazgo ya jamás se iban, sino que se incrementaban al punto en que cada acto se tornaba sumamente difícil. Pero, mientras no me atreviera a cruzar el divino umbral de la muerte, debía seguir buscando formas de evadir la realidad en esta estúpida pesadilla existencial de la que era casi imposible despertar.
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Y, de entre todo el blasfemo conglomerado de absurdas contradicciones a las que diariamente nos vemos sometidos por la pseudorealidad, sin duda alguna la más sobresaliente y misteriosa es la siguiente: ¿por qué debe existir un mundo tan horrible como este habitado por seres tan estúpidos y ridículos como nosotros?
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Odiar a la humanidad, especialmente la propia, es el primer paso para poder amarse a uno mismo. Y dicha conquista no puede tener conclusión más efectiva que el suicidio, pues es este y no otro el mayor acto de amor propio que se puede llevar a cabo considerando las circunstancias actuales en las que se nos vemos forzados a existir.
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Mientras sigamos creyendo que este mundo absurdo y execrable es un lugar adecuado para vivir y que esta existencia tiene algún maldito sentido, continuaremos irremediablemente divagando en el sinsentido más abismal y atormentándonos sin necesidad cuando bien podríamos sencillamente desaparecer por completo y para siempre.
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La Agonía de Ser