¡Qué afortunados aquellos desgraciados que no existen jamás, ni siquiera en sueños!
¡Qué malditos y nauseabundos caminos me han arrojado hacia este infame suelo!
Al mundo en donde me es imposible hallar paz y regocijo entre seres tan podridos
Donde no existe un mañana sin pensar en la lucha por el dinero o el banal regocijo
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Me resultaba impertinente tener que abandonar el letargo supremo en la cumbre
Y, en cambio, verme forzado a divagar entre muertos vivientes y de tal estupidez
Hediondez llenaba las cavidades de los caminantes, abundaba la ignorancia
Una decadencia de valores, una inutilidad total en esta vida sin semblanza
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Era espectacular experimentar tal sensación de hastío y naufragio al existir
Era inverosímil el hecho de que los humanos vivieran en este mundo fútil
Pero aún más inservible era la triste concepción de que yo estuviese aquí
La verdadera tragedia era descubrir la humanidad que ahora en mí reinaba
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Tan bien podría haber estado en el más allá, donde nada podía saber
Y estoy seguro de que existir no era lo que en mi plenitud anhelaría
Entonces no comprendía la impertinencia de soportar esta asquerosa mentira
Solo sabía que, tarde o temprano, de esta locura terrenal me extirparía
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Contemplaba sus formas y sus tiempos, pareciéndome tan pueril lo que realizaban
¡Tan absurdas eran las vidas de los humanos y todo su entorno caótico y funesto!
Si algo representaba la naturaleza del ser, era el vómito que contaminaba el universo
¡Qué impertinente era mi existencia y la de todo lo que rimara con lo humano!
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Lo mundano era el símbolo de seres con pasiones y placeres tan superfluos
Con cada despertar sentía en mí renacer la ira de sobrevivir otro miserable día
Entre los humanos debía moverme y entre su hedor desenvolverme para seguir
Y es que no quería, sencillamente odiaba tener que existir; odiaba volver a ser yo
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Irrefrenable Tristeza