El doctor Lorax se tiró al suelo, pues los gritos estruendosos de Leiter lo aturdían todavía más que su propio dolor en aquella dualidad malsana que luchaba por gobernar su cuerpo. Parecía como si dos voces lucharan por el dominio de su garganta, como si dos fuerzas intentaran apoderarse de su ser. Al fin, recobró fuerza suficiente para ponerse de pie y llamar a las enfermeras telepáticamente haciendo uso de su tercer ojo. Al instante, dos enfermeras, una con el rostro escurriendo de mierda y otra con la cabeza de lagartija, aparecieron y auxiliaron al doctor, quien abandonó la habitación tras haber sedado a Leiter, el cual se calló hasta media hora después. En su delirio, el joven de ojos tristes rechazaba toda humanidad en su interior y pregonaba el desenvolvimiento sublime mediante el suicidio.
–Doctor, ¿se encuentra ya mejor? Parece como si hubiera sufrido un terrible colapso –cuestionó una de las enfermeras, la de cabeza de lagartija, cuyo traje revelador era negro y de cuero, dejándole las tetas botando por fuera y las nalgas al descubierto.
El doctor Lorax no respondió, solo permaneció impasible, como batallando nuevamente para controlar su ser. Así estuvo unos cuántos minutos, sin siquiera parpadear, realizando muecas extrañas. A una de las enfermeras incluso le pareció que llegó a golpearse a sí mismo en repetidas ocasiones. Se injuriaba y debatía sobre el bien y el mal, sobre la verdad y la mentira, todo entre murmuraciones ininteligibles. El suspenso prosiguió y, de pronto, se rompió con un alarido horroroso. ¡El doctor Lorax había intentado suicidarse con una de las navajas que tenía a la mano, rajándose todo el brazo izquierdo y chorreando el lugar con su sangre caliente y espesa! Por suerte, las enfermeras asistieron pronto, pues tenían la habilidad de teletransportarse y las había por toda la pirámide subterránea. Había cientos de ellas, todas con rostros escurriendo de alguna sustancia nauseabunda o con cabezas de lagartija, toro o asno. Todas usaban el mismo atuendo nefando y se comportaban como meras autómatas, algo en ellas hacía pensar que en algún tiempo fueron humanos con pensamiento propio. Sin embargo, ahora parecían más muñecas sexuales manipuladas mediante el MKULTRA. Seguramente el doctor Lorax se las follaba a todas día y noche, pues todas tenían excelentes atributos. La hemorragia del doctor Lorax se controló a la brevedad y, tras este interregno funesto, se le vio entusiasmado y sonriendo con malicia al recobrar sus fuerzas, como si al fin se hubiese decidido por un bando en su personalidad. Se acercó a Leiter riendo y gimiendo estrepitosamente, aunque la mitad de su cara simulaba no obedecerle por completo. Se podría decir que una ligera reminiscencia de su anterior yo obturaba su conquista interna.
–Me disculpo por la espera, pero la hora ha llegado. Es momento de terminar este asunto de una vez por todas, o si no…
–Doctor, necesito entender más cosas y estoy seguro de que usted podría ayudarme –afirmó con lástima Leiter.
–Pero ¡ya hemos hablado lo suficiente! ¿Acaso no te ha bastado con todo lo que te he dicho? O ¿es que acaso eres loco y también idiota?
–Únicamente quiero entender.
–No hay nada que reflexionar. La única realidad es la que tú perfectamente conoces: los humanos son seres miserables, esclavizados y acondicionados para adorar lo banal, entrenados para rechazar la libertad y la sublimidad. En ello se resume todo lo que te he contado y que tú ya sabes. ¿Hay algo más que quieras discernir sobre la naturaleza de esta raza ominosa y vil?
–Sospecho que este lugar, esta fachada tomada como centro de investigación, tiene otros propósitos además de crear métodos para controlar la mente y la vida. Usted dice que han encontrado la combinación perfecta entre ciencia y magia, cosa impensable entre los científicos actuales; no obstante, quisiera saber qué es exactamente este departamento y qué fines tienen como conclusión de tanta mentira.
–Al parecer la oveja negra del rebaño es más astuta de lo que pensaba, o solo alucina con fervor –exclamó cínicamente el doctor, ordenando que le trajeran el paquete de las inyecciones espirituales cuanto antes.
–Dígame, quiero saber eso antes de ser sometido a lo que sea que piense hacerme aquí. ¿Qué es este sitio? ¿Por qué están todos esos cuerpos introducidos en aquellas mefíticas cápsulas? ¿Qué son esas mangueras carnosas y a dónde están conectadas?
–Por desgracia, no puedo contarte lo que me pides, al menos lo segundo. Sin embargo, si tienes tanta zozobra por conocer este departamento de la refulgente pirámide invertida que se halla enterrada hasta el centro de este mísero planeta, que así sea. En primer lugar, estamos en uno de los niveles intermedios de todo el recinto tecnológico y esotérico. Ciertamente, ese es uno de los problemas que tenemos por solucionar, el de la inestabilidad que presenta la estructura en conjunto, pues la tierra se ha tornado invasiva. Ahora bien, estamos en el laboratorio donde se lleva a cabo el proceso conocido como reconstrucción sucedánea de la personalidad. Es en este sitio en donde se realiza uno de los más exitosos proyectos de nuestra orden, aunque seamos lo segundos trece, pues los primeros son inalcanzables. La tecnología que poseemos en este nivel está especialmente diseñada para aquellos en los cuáles el adoctrinamiento no ha sido efectivo. Desde luego, existen grados y formas, herramientas especializadas para cada ocasión. A veces, cuando algún humano presenta síntomas de la enfermedad en estado avanzado, se le vigila más de cerca y se intenta que conciba la verdad como algo ridículo y absurdo. Así, se le bombardea mentalmente para que ceda ante las formas de distracción que tenemos. La mayoría de estos incautos caen tarde que temprano, sea mediante la televisión, el porno, el juego, el vicio o incluso el amor. Cualquier cosa es efectiva, todos abandonan la voluntad de luchar contra la pseudorealidad en algún momento. Y es natural, pues, de otro modo, no podrían permanecer vivos. Es una carga demasiado pesada continuar luchando contra uno mismo.
“Por supuesto, hay sujetos como tú a quienes no logramos doblegar con nada. A esos buscamos atraerlos hacia nosotros de alguna manera, como lo hicimos contigo mediante la ciencia y la supuesta estancia previa al posgrado, para reprogramar sus mentes y extirpar su alma. Quizás esto te pueda sonar incomprensible al principio, o acaso inverosímil, pero es muy cierto. Algunos de los que intentan despertar se suicidan antes de que lleguemos a ellos y los sometamos a nuestro programa especial de nuevo adoctrinamiento, otros sencillamente olvidan lo que los hacía diferentes y se sumergen en la irrelevancia de sus vidas, en sus trabajos o en sus atroces matrimonios, cegándose esta vez para siempre. Así que, como puedes ver, tenemos muchos casos donde los humanos intentan despertar, pero rara vez alguno de entre todos esos nefandos monos llega a preocuparnos. Tú tienes una singular composición, pues incluso tu mente sigue evadiéndonos, como si no fueras del todo humano. Los estudios que hemos realizado en ti han arrojado un potencial suficiente para salir de la pseudorealidad. Claro que esto no significa que puedas lograrlo, pero es mejor evitar sorpresas. Lo que quiero decir es que hasta ahora ningún humano ha logrado un verdadero despertar, ni siquiera los grandes maestros, los cuáles han sido una artimaña nuestra, pues has de saber que hemos manipulado cada acontecimiento y personaje sobresaliente que han existido a lo largo de la historia para confundir al rebaño.
“En fin, lo interesante, además de que tu mente presente estrategias defensivas intrincadas y un patrón desconocido hasta ahora de razonamiento, es que… ¡Tú posees alma! Sí, Leiter, en efecto, tú todavía conservas lo más profundo de ti. No sé cómo demonios pasó, pues la parte más importante del adoctrinamiento que tan bien hemos planificado, y que funciona con casi toda la humanidad, ha fallado contigo. Hemos intentado distraerte y hacerte adorar lo banal, te hemos trabajado como a aquellos de quienes sospechamos podrían no haber sido plenamente acondicionados, pero nada ha funcionado. Hasta hace poco creíamos que el amor podría vencerte, pero también falló. Y es que tú tienes la habilidad de crear y sembrar la duda en otros, cosa que no nos conviene. Estamos seguros de que los demás humanos terminarían por odiarte y asesinarte si intentases un despertar en ellos, pero puede que haya algunos a quienes el mensaje pueda inquietarlos y eso no es bueno. Por tal razón, preferimos ser cautelosos y tomas las medidas necesarias desde ahora.
“Una vez detectado esto, lo que sigue con individuos como tú es estudiarlos y averiguar más sobre su comportamiento. Sin embargo, contigo haremos algo extra, inhibiremos la energía espiritual que fluye en ti y que altera tu mente. Tú eres un caso sumamente extraño donde tu alma, intacta de alguna forma, se ha logrado conectar de manera excelsa con tu mente, creando así una esencia que supera al humano común. Podría decirse, desde cierta perspectiva, que tú ya no eres del todo humano, pero eso es lo que queremos averiguar. Estamos conscientes de que el progreso en el entendimiento de seres como tú no será tan rápido, pues eres muy diferente del resto de monos, a los cuáles tenemos perfectamente estudiados y conocemos de antemano sus debilidades y vicios. De la mayor parte de la humanidad debemos despreocuparnos, pues están bien hipnotizados con todo lo que les ofrecemos y que denominamos pseudorealidad. Lo que nos atañe son seres como tú, comprender por qué les disgusta el mundo artificial que hemos creado para los de tu especie. Estás enfermo Leiter, eres un loco sin motivo, un accidente sin sentido. Hubiera sido mejor que siguieras cuerdo, que no te hubieses cuestionado a tal punto. ¿Qué has conseguido? ¿Hay algo más que sufrimiento y delirio en rechazar la pseudorealidad? ¿No te sentías más feliz siendo ignorante y adorador de lo banal? Mira a tu alrededor, contempla el mundo que hemos diseñado para los humanos y lo alegres y agradecidos que están con ello.
“¿Para qué incomodarse? ¿Para qué hacer de esta miseria un martirio todavía peor? Pero tú te cuestionaste, nos diste la espalda cuando tenías todo para ser humanamente feliz, para hacer dinero fácil y enviciarte como el resto. ¿Qué piensas ahora? ¿Sigues creyendo que la plaga es tan funesta como la percibías desde tu asiento? Nos ofende que hayas despreciado lo que con tanto esmero habíamos preparado para ti. Y no, no creas que los humanos son unos monstruos por necesitar violencia, sexo y dinero a toda costa, por requerir asesinatos, guerras y dioses falsos por engrandecer. La naturaleza humana es fascinante en su precariedad y obsesión por lo terrenal. Podrían tenerlo todo y alcanzar la sublimidad, superar sus limitaciones carnales y desenvolver su espíritu, pero prefieren envilecerse con la asquerosidad más recalcitrante. ¿No has advertido que, aún si este mundo se purificase, volvería a corromperse tarde que temprano mientras el humano no fuese exterminado para siempre? El problema no es la existencia, la vida, el mundo, el planeta, la realidad o como quieras llamarle, el problema radica en la incapacidad del humano para elevarse más allá de su miserable esencia El error fue haberlos engendrado con tan poca voluntad para iluminar el abismo.
–Así que, a final de cuentas, solo soy una molestia, un ser absurdo y enfermo, pero con alma. Todo lo que usted menciona es, de hecho, cierto. Se trata de lo que observo diariamente en la nefanda existencia de las personas. Pero dígame ¿qué son esos cuerpos que se hallan encerrados en esas cápsulas? ¿Están vivos? ¿Para qué los almacenan?
–Todos los cuerpos que viste en esas cápsulas son reales y pertenecen a investigadores que trabajan en la gran pirámide invertida. La cosa es que su talento nos sirve, pero se han negado a participar con nosotros. La mayoría lo hace, de ahí el porqué de tantos cuerpos propuestos como cascarones. Los encerramos y los proveemos de vida artificial, luego les inyectamos el suero diseminador de la entidad fundamental. Esta sustancia, parecida a la que se halla en las agujas que en unos instantes conocerás, se encarga de fragmentar sus personalidades y de reacondicionarlos paulatinamente, atacando las áreas de su ser que ocasionan las distorsiones. El procedimiento toma algún tiempo en completarse, incluso algunos necesitan cuerpos nuevos dada la resistencia que oponen sus mentes ante la fragmentación y la implantación de una nueva, la cual actuará conforme nosotros lo deseemos. Sé que esto es difícil de creer, pero no tengo tiempo para darte más detalles. Además, ahora que lo cavilo, son cosas que olvidarás cuando realicemos el procedimiento en ti. No te asustes, no te encerraremos en una cápsula como ellos, eso demoraría bastante. Por cierto, te diré que también varios de los investigadores que has visto allá arriba, en la parte externa del centro, la cual nos sirve para ocultar nuestras verdaderas actividades bajo la fachada científica, han sido retocados de algún modo. Nadie aquí es él mismo tras unos cuántos meses, pues han sido necesarios algunos ajustes a su personalidad para mantener el nuevo orden. Así, como puedes darte cuenta, tenemos tecnología avanzada para las concepciones modernas, pero que, en realidad, proviene de eras vetustas y de civilizaciones más antiguas de lo que te imaginas. A dichas técnicas les llamamos, en conjunto, magencia, y es gracias a esta herramienta que hemos logrado mezclar la ciencia y la magia. El suero que en ti usaremos nos costó demasiado trabajo elaborarlo, pues, además de fragmentar tu personalidad y reacondicionarte, deberá tener la habilidad de succionar tu alma poco a poco. Y, una vez filtrada, se usará en el ritual final conocido como La Máxima Aurora. El punto es que ahora ya comprendes mejor por qué tenemos tantos cuerpos aquí, pues están siendo preparados para albergar entidades que jamás entenderías dada su diferencia con la mente humana y su funcionamiento. Algunos otros cumplen un proceso sin que se les haya sustituido, sencillamente se les ha alterado un poco, ya sabes, lo que te comenté acerca de fracturar lo necesario para que actúen como nos convenga. Yo no los consideraría enfermos como tú, sino pacientes que requieren prevención, pues son igual que el resto, pero necesitamos enfocarlos adecuadamente para nuestros propósitos, doblegar su débil voluntad, que, en ocasiones, se torna necia y violenta. Hasta ahora todo ha sido un éxito y hemos logrado lo propuesto en estos términos, superando nuestras expectativas en ciertas fases, aunque no es suficiente, pues requerimos de energía espiritual como la tuya para despertar la esencia magnificente y controlar lo único que nos falta en nuestra ambición por expandir la vibración oscura que nutrirá la eterna inmolación: la muerte.
–Ya veo, ahora entiendo mejor –murmuró con tono débil y seco Leiter, se sentía mareado–. Entonces las personas ya no tienen alma…
–No, ya no. La han perdido debido al adoctrinamiento, pues extirparla es fundamental en el proceso. Los humanos sin alma son tremendamente susceptibles a que falsas creencias y adulaciones por lo terrenal les sean implantadas. Además, a veces quedan restos del alma que no son bien absorbidos, pero, en todo caso, las personas mismas, con su estúpida forma de vivir, se encargan de expulsarla por cuenta propia.
El doctor Lorax tomó las inyecciones que la siniestra enfermera le había traído, mirando con orgullo el producto de tantos años de investigación vertidos en aquel funesto suero. Ya lo había probado antes y el resultado no había sido como esperaba, pero esta vez sería diferente. En aquella ocasión, tal vez sus sentimientos influenciaron el efecto, o en verdad Bolyai… Como sea, decidió no perder más el tiempo y se aseguró de que las marcas en Leiter tuvieran el espaciamiento adecuado. En total eran siete inyecciones, siete veces debía picar para administrar las dosis adecuadas. No era un procedimiento tan complejo, aunque requería paciencia, pues extirpar lo que quedaba del alma era algo laborioso. Precisamente, las siete marcas correspondían a los puntos vitales por los cuáles fluía la energía espiritual del ser. Se acercó con la primera inyección y, sin piedad alguna, la aplicó en el punto raíz, ocasionándole a su paciente un dolor incuantificable. La sensación de horror expresada en el rostro de Leiter era inverosímil, aunque su sufrimiento recién comenzaba.
–Leiter, la primer inyección se encargará de neutralizar los mecanismos de defensa del alma, la cual intentará parapetarse en el fondo de tu ser, pero no funcionará.
–Pero ¿por qué debo ser reacondicionado? En todo caso, debería elegir si ya no quiero seguir vivo.
–No, no elegirás. Ni tú ni los demás tendrán esa opción después de que nuestros planes se lleven a cabo, pues al fin lo controlaremos todo: vida y muerte.
Entonces vinieron otras tres inyecciones, una inmediatamente de la otra. La primera contenía un líquido anaranjado, la segunda uno amarillo y la tercera uno verde. Leiter sentía extrañas convulsiones, como si algo oculto en él no quisiera abandonarlo. La inyección fue aplicada en sus genitales, lo ocasionó que su garganta se desgarrara por el tremendo pánico. La inyección del líquido amarillo se enterró en su plexo solar, también socavando sus fuerzas y su voluntad. Finalmente, la inyección verde se incrustó cerca de su corazón, sin rozarlo si quiera, pues necesitaban que siguiese con vida hasta concluir la absorción del alma por completo. Leiter sentía entrar en un estado parecido a un trance psicótico, pues experimentaba convulsiones y alucinaciones totalmente monstruosas. Era como si las pesadillas se estuviesen apoderando de su mente y como si su cuerpo fuese a colapsar en cualquier momento. Pero no, sabía que no querían matarlo, que requerían que siguiera viviendo ahora como un zombi más.
–¿Te sientes un poco más tranquilo? Es esencial que sientas todo este dolor, necesitas experimentarlo en lo más profundo de tu ser –afirmó el doctor Lorax, sonriente y con aspecto triunfal.
–¿Cómo puede alguien como usted, consciente de la miseria de la existencia, unirse a ellos y tolerar estos actos?
–¿Qué dices? ¡Por favor, no seas tan moralista! –exclamó exaltándose el doctor, en tanto ordenaba a la enfermera con la cabeza de lagartija, quien se picaba la vagina con un cepillo engusanado provocándose múltiples orgasmos y charcos de sangre, que le trajera la siguiente ronda de inyecciones–. Los conceptos del bien y el mal que los humanos suelen tener siempre me ocasionan tanta risa. Nosotros, criaturas inferiores de espíritus corrompidos, no debemos hablar sobre tales asuntos. El bien y el mal terminan siendo lo mismo, caminos que se cruzan una y otra vez. La justicia entonces no existe, sino solo su esencia, la de los acontecimientos que intentas clasificar en tu reducida percepción. ¿Crees que el humano, con su miserable capacidad de pensamiento, merece juzgar las acciones de otros? Ni siquiera me atrevería a llamar pensamiento a esta forma tan precaria de razonamiento. Los infames monos que habitan este mundo están cegados, jamás comprenderán la dualidad máxima. Cuando nos preguntamos sobre el bien y el mal, es ya demasiado tarde, pues nuestras consciencias se han visto sumamente influenciadas por los atavismos del exterior, los cuáles afectan nuestros juicios por completo. Leiter, no vale la pena expresar opiniones sobre el bien y el mal sabiendo que todo es producto de una moral ajena, proveniente de convicciones que se nos han implantado desde el nacimiento. Así, nadie puede ser realmente él mismo, sino solo parte sustancial de la pseudorealidad, pues el mundo es un holograma donde todo se trata de determinados patrones que las personas siguen para poder sobrevivir.
Leiter comenzaba a perder el sentido y a desvanecerse entre los sueros de aquellas execrables inyecciones espirituales. En esos instantes, la enfermera con el nauseabundo rostro de lagartija apareció y puso en poder del doctor las últimas tres inyecciones. Éste tomó la primera, que contenía un líquido azul celeste, y la aplicó en la garganta del joven, exactamente donde había marcado cuidadosamente un par de horas antes. La aguja entró con absoluta profundidad y ni una sola gota de sangre brotó, como si en verdad aquellas funestas cosas estuviesen dirigidas al espíritu y no a la carne. El doctor Lorax estaba extasiado, pues finalmente aquella misión que comenzó tantos años atrás rendía sus frutos. ¿Quién lo diría? Al fin y al cabo, el joven que aún conservaba su alma se hallaba ahora en sus manos y pronto, muy pronto, podrían usar su energía y su cuerpo para que el ritual se completara. Pese a todo, una pequeña porción de su rostro parecía no concordar con lo que realizaba, pues algunas lágrimas brotaban de uno de sus ojos.
–Leiter, ya casi pierdes el sentido. Has resistido hasta la quinta inyección y sigues consciente. Usualmente, los pacientes resisten hasta la tercera cuando mucho…, y eso que tu suero lo diseñé con extractos mucho más potentes. Es una pena, ellos han dictado que te conviertas en un zombi y sus mandatos no pueden ser desobedecidos –exclamó con malicia el doctor, esperando que su paciente no contestara.
–Siempre lo saben todo…, pero yo…, no puedo rendirme aquí. De cualquier manera, habrá otras personas en el centro que seguirán luchando…
–¡Ja, ja, ja! ¡Qué buen chiste! –replicó el doctor a punto de insertar la penúltima inyección–. ¿A quiénes te refieres con otras personas? Todos son títeres nuestros que hemos utilizado como hemos querido. Ciertamente, no sé con qué clase de aliados crees contar, pero todos te han traicionado.
Y fue ahí cuando aquella lóbrega inyección, con un líquido más espeso que las anteriores, de tono morado intenso y con extrañas partículas flotando en él, se clavó en la frente de Leiter, a la altura donde el doctor había mostrado su tercer ojo. Extrañamente, en esta ocasión sí brotó algo tras la punción, pero no sangre, sino una sustancia polícroma demasiado refulgente, misma que apenas y pudo percibir el doctor, pues se evaporó al instante. La jeringa perforó por completo la frente de Leiter, pero el líquido tardó en vaciarse, confiriendo al paciente un breve espacio para proferir una última palabra.
–¡Poljka, ayúdame…! Yo sé que tú…, que nosotros… –musitó Leiter, ya agonizando–. ¡Yo sé que tú eres… diferente!
–¡Ja, ja, ja! ¡Leiter, pobre diablo, no quisiera estar en tu lugar! –espetó el doctor desternillándose como un maniático–. Dime, ¿acaso te refieres a Poljka Svetlanski? En verdad siento lástima por ti, ¡qué ingenuo! Me has ayudado a discernir la razón de tu obnubilación: estabas asquerosamente enamorado de ella, pero déjame decirte que, al igual que todos en quienes llegaste a depositar un poco de confianza, ¡ella también está con nosotros!
–¡No, ella no! ¡Eso es mentira! ¡Ella no pudo haber estado fingiendo todo este tiempo! Yo sentí algo por ella, algo que nunca había sentido por nadie más… Y creí que ella igual, que ambos podíamos experimentar algo parecido al amor.
–Pero si fue ella quien te delató, o ¿es que no lo sabes aún? Ella nos proporcionó todos los datos para completar tu expediente. Todo lo concerniente a los detalles en que teníamos algunas dudas, ella los rellenó todos sin ninguna dilación. No titubeó ni unos segundos en brindarnos todo de ti, incluso de tus aspectos más íntimos. De cualquier manera, nosotros hubiéramos llegado a saberlo sin ella, pero nos hizo mucho más fácil el atraparte. No derramó ni una sola lágrima cuando le pedimos amablemente que deshiciera cualquier vínculo hacia ti y que nos lo dijera todo; de hecho, sonrió y se alegró. ¡Ah! Y, por cierto, acaso esto te ocasione una gran desilusión, y quizá no un dolor mayor al de tu miserable existencia, pero ella es la nueva máxima sacerdotisa de La Refulgente Supernova que servirá para completar el ritual de La Máxima Aurora. Esto significa que ella ha participado en numerosas orgías con nosotros, realizando las más asquerosas prácticas sexuales que te puedas imaginar, disfrutándolo todo con un placer infernal, gimiendo como una loca hambrienta de ser cogida, como una vil perra en celo, abalanzándose hacia nuestros penes con una sed de esperma inigualable y, al fin, siendo preñada una y otra y otra vez…
No obstante, Leiter ya no logró contestar. En su mirada, acaso la última siendo él mismo, se reflejaba inmenso dolor. Por su mejilla escurrió una lágrima, tan cristalina como las emociones no humanas, tan parecida a la que escurría por la del doctor Lorax. Y, en los últimos pensamientos de Leiter, se imaginó a Poljka, pero no como aquel sujeto se la describía, sino inmaculada, pura, virginal, con esa sonrisa fantástica y aquellos ojos de espléndido matiz azul índigo cuyo brillo fulguraba majestuosamente, ocasionando la colisión absoluta de su alma. Por desgracia, ninguna de éstas dos cosas, ni la inmaculada mirada ni su alma, las volvería a mirar de nuevo del mismo modo, ni siquiera siendo el mismo ser. Ya todo había terminado para él, para la persona que creía haber sido. Realmente, nada tenía sentido, todo era absurdo, todo era una tontería. Si tan solo se hubiera matado como Abric…
–Finalmente se ha rendido, no esperaba que aguantara la inyección más poderosa de todas, la sexta –afirmó el doctor Lorax aplicando la séptima y última inyección, la cual contenía un líquido violeta muy tenue y cuya aguja se incrustó en la coronilla de Leiter.
Esta última inyección era menos densa y mucho más fulgurante que todas las anteriores. La aguja apenas y entró, pues el líquido se descargó rápidamente. El doctor la sostuvo con unos broches y procedió a encender una especie de licuadora que se hallaba a unos cuántos metros de distancia. A un costado de las inyecciones aparecieron mangueras carnosas que parecían extirpar algo en Leiter, seguramente su alma. Así, el proceso estaba casi terminado, solo restaba esperar a que la máquina absorbiera por completo el alma de Leiter y la depositase quién sabe dónde. En tanto, también había algo que se dirigía hacia su cuerpo, una energía oscura y execrable que se incrustaba en lugar del vacío que quedaba tras haberle extirpado el alma. Al cabo de algunos minutos, la operación estaba completada exitosamente, así lo había confirmado el doctor, quien lucía feliz y triste a la vez. Las luces del laboratorio se apagaron y solo se observó a las enfermeras con la cara escurriendo en mierda llevar una cápsula hacia el sitio donde se le había arrancado el alma a Leiter. Al parecer, ahora era uno más de aquellos humanos, quienes existían absurdamente en un mundo corrompido y nauseabundo, tan vacío, decadente, efímero e intrascendente, pero, a final de cuentas, uno donde podía, en muy raras excepciones, surgir algún desubicado soñador cuyo despertar ocasionase una pequeña molestia en las élites que reinaban desde las sombras. Aunque, pese a todo, siempre el cabal triunfaba sin importar quién se le opusiera. Su poder era abrumador, su esencia infinitamente magnificente.
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La Esencia Magnificente