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La Execrable Esencia Humana 05

Hoy me marcho, le haré el amor a la fatal agonía que ha desprendido de mí la vida, pero solo para no ocultar la virtud del delirio prohibido. Y a ti, que fuiste siempre tan fehacientemente sombría, te pido me perdones por haber sido yo quien se ahorcó la noche de tu triste partida. Tu hermosa sonrisa es algo que nunca quise haber mancillado, pero la oscuridad de nuestros corazones se tornó demasiado tenebrosa. Tu belleza siempre me enloqueció más que cualquiera de mis tormentosas reflexiones y, aunque sabía que algo así no podría ser bueno, decidí continuar perdiéndome en tu voraz torbellino de sangre y sexual delirio. La consumación fue lo que nos trajo aquí, lo que nos permitió haber divagado mutuamente en nuestros mares de depresión y dolor. Adiós, mi eterno e imposible amor. Adiós para siempre, corazón desgarrado y contrito. Nunca te olvidaré, aunque ahora el tiempo a tu lado se torne en un infernal e intolerable cuchillo que se hunde tan profundamente en mi estúpido y humano corazón.

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Es el momento, proseguiré la eviterna disputa más allá de esta falacia lúbrica; la muerte me arrojará sobre la estridente batalla en contra del desequilibrio celestial y mis nostálgicos ojos se abrirán por vez primera para contemplar aquella virgen onírica que iluminará la desdicha de los afligidos y los malditos. ¡Venerable será entonces la gracia del suicidio, porque solo en ella se erradicarán todos los contratiempos del caos eterno! Cualquier otra percepción, por ilustre que resulte, carecerá de fundamento cuando el pasado y el futuro hayan devorado al presente. Entonces nuestra muerte ya no resultará tan absurda, sino que, ciertamente, se convertirá en la puerta hacia el amanecer de la tragedia inmaculada.

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Ellos no querían escuchar, tampoco buscaban cambiar sus asquerosas y fúnebres vidas; así que me vi forzado a arrebatárselas para invocar la amnistía suprema. En tal confusión me vi envuelto aquella noche que hasta las estrellas lloraron mi peregrinaje hacia las llanuras perdidas. Las telarañas habían obnubilado durante mucho tiempo mis ideas, causándome todo tipo de ceguera e inutilidad. Pero ya no más, pues, tras aquel homicidio de todos mis anteriores encantos, solo el encanto suicida guio mis pasos hacia la iluminación.

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La destrucción de la humanidad debería ser la inefable poesía que cualquier dios verdadero debería llevar a cabo con esmero y algidez. De lo humano no quiero volver a saber en mi vida, pues ya demasiado asqueado estoy de sus charlas, monumentos y tonterías. Ahora solo busco abandonar esta forma y renacer en un fénix de vuelo inmortal, cuyas alas habrán de desgarrar el firmamento y desprender del centro todas las contradicciones que siempre invadieron mi espíritu.

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Sé que sigo siendo demasiado humano todavía, que mis cualidades físicas y mentales me impiden la trascendencia hacia lo divino; no obstante, forjaré en mi afligido espíritu la fuerza requerida para evolucionar en la era sibilina. E incluso cuando el tiempo se contraiga y la luz se desintegre, espero mantenerme firme en mi imperiosa voluntad de conocer lo inexplicable y en mi persistente anhelo de rozar lo incomprensible. ¿Habré de lograrlo o habré de claudicar previamente? Es precisamente eso y no otra cosa lo que, a veces, me impide conciliar el sueño cuando las noches se tornan más sombrías de lo normal.

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Mientras el humano se aferre a existir sabiendo que su permanencia en este mundo resulta nociva y ridícula en todo sentido, será imposible recuperar de los abismos de la desgracia lo que los antiguos construyeron tras su catastrófico exilio. Aferrarse, una y otra vez, a lo que para empezar nunca debió haber sido constituye un pecado para el que ningún perdón podría ser suficiente. El agua del río fluye, pero queremos detenerla para complacer nuestro innato egoísmo sin saber que ante su flujo nuestros deseos son demasiado triviales. Y en las calles donde la amargura sopla un viento anómalo, ahí al menos querríamos encontrar una llave que pudiera abrirnos el portón de la entelequia mejor esbozada.

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La Execrable Esencia Humana


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