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La Execrable Esencia Humana 49

El mundo, la humanidad y todo lo derivado de ella, incluyéndome, no hacían otra cosa sino asquearme hasta el punto de pensar solo en la muerte como el único remedio a tan atroz desvarío. Y, quien sea que haya diseñado todo esto y que me haya puesto aquí, no puedo sino aborrecerlo aún más. Para algunos, tal entidad es Dios, pues para mí Dios es el diablo; ¡y vaya que lo hace muy bien!

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¿Hasta cuándo subsistiría resistiéndome y soportando esta terrible y tétrica agonía? ¿Hasta cuándo aceptaría, finalmente, que la existencia humana no tenía ningún sentido y que mi vida solo era una vil patraña más en medio de un infinito mar negro de infinitas argucias, ruines contradicciones y soliloquios suicidas? ¿Quién era yo sino un completo extraño que, por motivos aún más extraños, había sido destinado a habitar este cuerpo y experimentar con ello un desconsuelo sin precedentes y sin límites?

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Tantas cosas había cuestionado, tantas reflexiones me habían quitado el sueño; de tanto me había asqueado con el paso del tiempo y la inutilidad de la vida… Y ahora, cuando creía haberme desprendido de las inmundicias que habían contaminado mi deprimente esencia desde que creía existir, al fin el suicidio me llama y se apiada de mí; al fin conoceré el único bienestar asequible, eviterno y verdadero: el de la muerte.

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¡Cuánta falsedad imperaba en la absurda sociedad humana, siempre contaminándolo todo y ensuciándolo hasta el límite! ¡Y cuánta estupidez abundaba en las frágiles mentes de las personas, quienes aceptaban todo cuanto los gobiernos, las religiones y las grandes corporaciones les dictaban! El mundo era un caos viviente, nosotros éramos sus muertos insepultos.

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Lo más patético en el ser no es el sinsentido de su existencia, sino la atroz forma en la que se aferra a su banalidad e ignorancia. La inconsciencia parece ser su símbolo, pues a ella se entrega plácidamente y sin importarle nada más. ¡Qué triste es la vida en general, gobernada por el absurdo, el caos y la miseria cotidiana! El ser se ha encargado de acrecentar este infierno al máximo y me parece que, de existir, ya ni siquiera el diablo querría permanecer en este mundo tan repugnantemente humano.

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