Me hallo nuevamente aquí, sosteniendo esta pistola en mi mano y rememorando aquellos viejos tiempos cuando la magia de tu sonrisa aún alegraba mis lóbregos días. Ahora ya no estás aquí, pues te suicidaste más pronto de lo que esperaba y, aunque me alegro por ti, debo confesarte también que, desde ese día, mi alma murió. Sí, murió contigo para jamás volver a reencarnar en ningún otro mundo. ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy así? ¿Cómo es posible que me haya deprimido a este extremo? ¡Qué jodidamente complicado se ha tornado todo! Un remolino de locura se apodera de mis reflexiones y me arroja a la única posible solución: la muerte. ¿Será hoy en verdad? ¿Al fin hoy acabará esta pesadilla existencial? No lo sé, estoy confundido, pero debo tomar una decisión. De cualquier modo, ¿de qué sirve seguir vivo si ya nunca más podré recostarme tiernamente en tu pecho? ¿Para qué seguir respirando si el vacío es todo lo que queda en este deprimente cuento?
Realmente no logro entenderlo. Te fuiste tan repentinamente que ni siquiera preví tu muerte. Es decir, siempre hablábamos de suicidarnos, pero no consideré la posibilidad de que lo harías justo ahora, cuando más te necesitaba. Pero supongo que soy tan solo un imbécil egoísta, pues extrañarte es tan solo un acto cruel e inhumano para ti. Son solo mis deseos los que me hacen cuestionar así tu voluntad, pero debo reprimirlos para aceptar que la muerte era más que necesaria para un ser en absoluto sufrimiento existencial como tú. ¡Eras tan bella y perfecta! Todas tus cualidades me deslumbraban bárbaramente, todos tus talentos centelleaban con una magia sin igual. ¿Qué es la vida, al fin y al cabo? Solo un efímero pestañeo donde somos más infelices, acaso, que en la inexistencia. ¡No puedo seguir, renuncio a todo sin ti! ¡Me mataré esta noche, no importa nada más ya! ¡Al diablo este mundo abyecto y sus vomitivos habitantes! La soga comienza a impacientarse…
Te fuiste muy lejos, a un lugar del cual jamás podré recuperarte. Si supieras lo que he padecido desde tu tenebrosa partida, pero no tiene caso ya mencionarlo. Debo apurar la última botella de vodka y, así, adquirir el valor necesario. Solo espero encontrarte en el más allá o a donde sea que te hayas ido. Esa es la única felicidad que me queda ya: ser feliz contigo lejos de este mundo infame, cobijados por la dulce esencia de la muerte. Mis manos tiemblan y mi pulso se acelera al acercarme a la soga que desde hace tanto tengo preparada, pero ¡debo hacerlo ya! No debo pensar, simplemente actuar. Tú fuiste mi impulso de vida y ahora serás también el de muerte, pues es el deseo de estar contigo lo que me motiva a suicidarme. Y te lo agradezco en verdad, ya que, al igual que tú, odio este lugar. Bueno, aquí voy… Ha llegado la hora de saber si seré feliz contigo en el más allá o si, cuando menos, me uniré a la nada para jamás volver a sentirme tan asqueado de mí mismo.
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Caótico Enloquecer