Lo único que podemos hacer a estas alturas es alejarnos de todo y de todos, y tan solo pudrirnos en nuestra amada soledad hasta que finalmente tengamos el suficiente coraje para poner fin a nuestra miseria mediante el acto más excelso (acaso el único) que puede realizar el ser en su inútil constitución: el suicidio.
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Cada palabra que decimos, cada actividad que realizamos, cada reflexión que hacemos, cada comida que tragamos, cada ser que engendramos, cada emoción que sentimos, cada día que vivimos… Absolutamente todo está y estará siempre condenado al más infinito absurdo.
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Si existe un dios, creo que lo último en lo que pensaría seria en amar a una raza de imbéciles egoístas como esta. Más bien, no creo que exista tal entidad divina; pues, de hacerlo, ya hubiera acabado cuanto antes con seres tan patéticos y estúpidos como nosotros.
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La humanidad está podrida y la única manera de purgarla es mediante la sublime catarsis de la absoluta extinción.
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¿Qué es esta existencia sino una nauseabunda imposición que debemos realizar aun si la odiamos? ¿Cómo no odiar entonces nuestra existencia si tan solo se trata de un muy sofisticado método de tortura para provocar cantidades incuantificables de agonía, desesperación y locura?
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Manifiesto Pesimista
