Me gustas tanto

Me parece que me gustas mucho; de hecho, estoy absolutamente seguro de ello. Y también me parece que te posicionas muy por encima de cada uno de mis pensamientos, especialmente en las noches más frías y desoladoras, cuando las lágrimas son tan difíciles de contener. Y es cierto que te extraño tanto, que no había experimentado esta desesperante sensación de oler tus cabellos y acariciar tus manos todo el tiempo. Y, cuando te miro, encuentro en el esplendor de tu ser aquello que hace enloquecer mi razón y me agita el corazón. No importa desde qué ángulo, no importa cómo luzcas, no importa si estás deprimida, feliz o enojada, pues, para mi mirada, no existe nada más sublime y bello que tu silueta encarnada. Es extraño, podría decirse, y, a la vez también un poco frustrante, no poder contemplarte cada instante, cada milésima de segundo del día, pues eso sería, evidentemente, mi felicidad entera.

Y me causa desasosiego pensar que, para tus ojos, no represento ni una mínima parte de lo que tú para los míos. Y me trastorno generando todo tipo de escenarios pesimistas donde, al final, tú y yo no estamos juntos. Pero, cuando me escribes y me hablas, todo se difumina, y entonces un optimismo ridículo me susurra que sí, que probablemente yo también deleito a tus ojos, que tal vez yo te gusto al menos la mitad de lo que tú a mí, que quizá podríamos llegar a ser algo más bonito de lo que imaginamos ahora. Y me gustaría entenderte, y también entender qué efecto generas en mi mente para que te añore con tal vehemencia, para que incluso piense en postergar mi muerte con tal de disfrutar de tu compañía tan solo una vez más. Si te soy sincero, debo decirte que nadie me había gustado como tú, no de esta manera tan misteriosamente poética. Porque bien sabes que todo es por ti, y que, desde el instante en que te conocí, no puedo ni siquiera concebir besar otros labios.

Y ¡cómo me enferma la idea de que tú puedas hacerlo! Pero trato de controlarlo, pues, al fin y al cabo, ¿qué somos tú y yo? Al fin y al cabo, todas las personas son libres de cometer cualquier acto, ¿no? Pero me dueles, y eso es porque, de algún modo, me importas mucho. Y no sé por qué es así, no entiendo por qué en tan poco tiempo la dulce melodía de tu voz cautivó a tal grado mi espíritu acongojado. Pero me gustas más de lo que podrías colegir, más de lo que podrías gustarle a cualquier otro mortal, más de lo que le podrías gustar al mundo entero, más de lo que le podrías gustar a algún extraterrestre. Me gustas tanto que creo voy a enloquecer si no puedo besarte, abrazarte, acariciarte y escucharte cantar cada noche. Pero todo este egoísmo mal disimulado me aterra, y ni siquiera sé por qué te lo digo. Es tan solo que me encantas, pero sería algo imposible que pudieras comprenderlo, que pudieras visualizarte desde mis tristes ojos para que supieras el halo de felicidad en que me envuelve tu sonrisa.

Me gusta todo lo que haces, lo que dices, lo que piensas y lo que sientes. Me gustas de una manera tan jodidamente obsesiva y peligrosa, tanto que me consume día con día. Tanto que, si algún día me dejaras, creo que tendría que quitarte la vida. Pero no, no espero en ningún momento ninguna recompensa, no te pido nada a cambio. No espero que algún día me digas te amo, ni tampoco que te cases conmigo o que pases tu tiempo libre a mi lado. No, no espero que sientas lo que yo por ti, porque, al final, todo se reduce al interior de cada ser. Pero te adoro tanto, y esa es la verdad. Constantemente divago en otros mundos para escapar un poco de la miseria de mi vida, y en todos estás tú. Y eso me parece tan genial, pues cualquier clase de futuro no sería sino un absurdo si no estás tú en él. A veces no sé qué pienses de mí, de todo lo que te digo o te escribo, pero creo que no sé si quiero saberlo. Lo único de lo que estoy seguro es de que me gustas y me gustarás por siempre.

.

Para mi eterno e imposible amor…

Libro: Melancólica Agonía


About Arik Eindrok
Previous

Amor Delirante 25

Capítulo XIII (LCA)

Next