Acaso quería suicidarme por las razones más sublimes, tal vez porque me había percatado de mis limitaciones y abundantes defectos como humano; de aquella barrera que, por más que intentase, nunca me permitiría ir más allá de mis mundanas posibilidades. Entonces decidí que prefería quitarme la vida a continuar torturándome con una existencia sin sentido donde mi sufrimiento nunca cesaría y donde los seres a mi alrededor solo podrían causarme infinita repugnancia.
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Nada más absurdo que las creencias, teorías e ideologías humanas; tan insuficientes como desesperadas en su fútil e intrascendente intento por justificar la patética existencia de un experimento fallido como lo es el ser. ¿Acaso es tan difícil comprender que nada de lo que hagamos tendrá jamás sentido alguno, y que tan solo estamos vivos para sufrir y luego desvanecernos en las catacumbas del vacío eterno?
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Supe que quería suicidarme cuando agoté demasiado pronto todas mis posibilidades como humano. Lo que más me fastidiaba era soportar una existencia sin sentido en un mundo asqueroso y regido por el dinero, donde las personas lo único que merecían era ser exterminadas. Y, como un cambio no era posible, entonces debía ser yo quien desapareciera para siempre de esta sórdida pesadilla en la cual había sido encarcelado.
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Y, aunque la muerte fuera un enigma para mi miserable esencia humana, era una mucho mejor opción que permanecer en este mundo deplorable donde debía soportar diariamente toda la inmundicia y la estupidez de seres cuyo único sentido no era otra cosa que sexo, poder y dinero. La verdad es que desde hacía mucho odiaba a la humanidad y, entre más tiempo pasaba perteneciendo a esta ignominiosa especie, más y más se acrecentaba mi odio.
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Cuando comprendí lo miserable que era vivir, no dudé ni un instante en entregarme con absoluta delicia a las refinadas caricias del suicidio. Era evidente que no existía razón alguna para proseguir en este pandemónium de infinita desolación y que prolongar mi muerte no era sino una absoluta necedad.
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Si mi problema era requerir de un sentido para poder vivir, entonces la solución, según lo entendía, no era cegarme y continuar estúpidamente como lo hacían las personas de este abundante rebaño, sino liberarme de todo, especialmente de mí mismo. De ahí que solo la navaja cortando mis venas pudiera servirme de algo, pues cualquier otra posible solución ya no estaba a mi alcance y acaso jamás lo estuvo.
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Obsesión Homicida