El espléndido deseo del suicidio era ya lo único que me permitía seguir vivo, pues ser un suicida de esos que no se matan simbolizaba para mí el deprimente espejo en el cual se reflejaba cada noche la brutal paradoja de mi intrascendente existencia. No obstante, sabía que el gran momento estaba ya muy cerca y que nada ni nadie podría hacerlo algo para evitarlo; mucho menos yo.
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Más allá del sexo, quizá solo la estupidez y el miedo a la soledad son los factores decisivos gracias a los cuáles las personas permanecen juntas y mueren sin jamás haberse cuestionado nada al respecto. De otro modo, ¿acaso sería mínimamente concebible soportar a otro ser por el resto de nuestra miserable existencia y encima tener la infame desfachatez de reproducirnos con él?
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En este mundo carente de todo sentido, no existen personas realmente sublimes o diferentes; las que llegaron a existir ya se han suicidado antes de contaminarse con la miseria y la pestilencia de la humanidad. Todo aquel ser que actualmente existe está lejos de merecer admiración o de ser considerado como trascendente, puesto que la intrascendencia y no otra cosa es lo que define al ser actual y su vomitiva realidad.
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Tanto tiempo desperdiciado en analizarlo, tantas reflexiones ocupándome por las madrugas y tantas botellas de vodka vaciadas en la más insólita desesperación existencial… Pero ahora que lo he comprendido plenamente, no tengo otro remedio que ejecutarlo: debo extinguir mi infame humanidad para liberarme de una vez por todas del infinito absurdo que me condena y me ata a esta estúpida e intrascendente pseudorealidad.
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Temblaba como un perro asustado cuando te miré centelleando y riendo junto a otro ser, pero luego comprendí que esa era tu naturaleza; es más, que esa era la naturaleza de toda esta raza abyecta que existía tan patética y miserablemente. Nadie era realmente diferente, ni siquiera yo. Y lo único que merecíamos todos era la completa aniquilación de nuestra execrable esencia humana por la eternidad.
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Me empecino en creer que soy yo mismo aún, pero cada sensación me induce a pensar que no pertenezco aquí. Y me aferro a pensar que soy algo más que un vil conjunto de ruindad creado y manipulado por los oscuros intereses de aquellos quienes han implantado esta vomitiva pseudorealidad. No obstante, cada vez me siento más consumido por la irrelevancia y más hundido en el abismo. Tal vez lo mejor sea aceptar de una vez por todas que no existe esperanza alguna para las personas como yo y que solo la locura o la muerte podrían ya consolarme de verdad.
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Obsesión Homicida