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Obsesión Homicida 58

Tan patéticamente caminaban sin rumbo en sus putrefactos cascarones de carne y hueso aquellos charlatanes de la existencia que, sin duda alguna, debían ser completamente ignorantes de su auténtica naturaleza: seres inferiores con anhelos mundanos y absurdas metas. Ese y ningún otro era el reflejo del abyecto sinsentido humano que tanto se buscaba matizar para evitar un posible suicidio masivo.

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No entiendo cómo puede llamarse racionales a los humanos, pues me parece que tal término es solo una forma superflua de enaltecer un inexistente intelecto.

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Todo es una gran mentira, es como estar atrapado en un pantano de desperdicio. Sin embargo, pese a ello, las personas se sumergen cada vez más en él y, cuando les es mostrada la suciedad en la que han horadado, se regocijan de estar en tan sacrílega condición.

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Al mirar el funesto despliegue de aborrecibles actos cometidos diariamente por los humanos, pude menos que pensar en la inexactitud, indiferencia e inutilidad del mayor y más quimérico inventor de tan precaria raza en su absoluta decadencia.

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Solía creer que ya no existía en el mundo algo de lo cual sorprenderme, pero estaba equivocado. Ahora sé que existe ese algo con lo cual asombrarme en cualquier lugar y tiempo, lo único que debo hacer para atisbarlo es prestar un poco de atención a las personas y su irreparable e inagotable estupidez.

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Pasaba que, cuanto más lejos y con mayor fuerza trataba de alejarme del vacío humano, siempre volvía a ese absurdo insostenible, pero más hastiado y exhausto de vivir en tan banal infierno disfrazado de cielo.

Obsesión Homicida


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