Es imposible no supeditar la felicidad a alguna persona o actividad, pues esa es, de hecho, la mayor debilidad humana que siempre se busca negar. Siempre se busca evitar la soledad a cambio de cualquier compañía o actividad, sin importar si esta resulta incluso absurda o estúpida. Pareciera, así pues, que hoy en día es preferible cualquier cosa antes que estar solo; como si esto último no fuera mucho mejor que depender de alguien o algo para continuar en una realidad que, en su esencia más pura, es una completa aberración.
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¡Cuán falso es el concepto de la fidelidad en los días actuales, y acaso también en los pasados! Sería mejor aceptar que, después de un tiempo, todo se acaba irremediablemente, y surge entonces, de modo inevitable, la necesidad de besar otras bocas y deleitarse con otras pieles. Si el infame mono parlante no fuera tan hipócrita ni se autoengañara tanto, podría aceptarse esto y demás conductas más que naturales con una facilidad bárbara.
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No sé qué signifique esto que ahora siento, pero sé que va a doler y que eso no puede ser bueno. O quién sabe, pues acaso la existencia simplemente consista en puro sufrimiento y penurias interminables… Quizás entonces enamorarse siempre conlleve al mismo punto que cualquier otra cosa en la vida: al de un sufrimiento que solo puede ser mitigado con el suicidio.
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Dos personas que se extrañan son como dos tontos que juegan a separarse sin saber que, una vez que dos elementos del mismo sistema han entrado en contacto, jamás vuelven a alejarse del todo… O al menos eso es lo que dicen algunas teorías humanas, aunque dudo que sean ciertas en plenitud. ¿Qué más da, pues, estar cerca o lejos de aquel ser que algún día dijimos o creímos haber amado con todo nuestro corazón? Si, al fin y al cabo, todo muere tarde o temprano. Y si, al igual que la vida misma, el amor no es sino uno de los más hermosos y a la vez destructivos autoengaños en los que nos vemos arrastrados incluso de manera completamente enloquecerá y atroz.
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Solía creer que nuestra conexión era especial, que tú eras la única persona a quien yo podría amar. Supongo que me envolviste bien con tus mentiras y que conseguiste atraparme entre tus piernas con tu espectacular fragancia, pero hoy el hechizo se ha terminado. Sé que tal vez no encontraré a nadie como tú jamás, pero no importa ya, porque, sin importar qué, es evidente que nuestro amor ha muerto; y que yo, asimismo, habré muerto presa de la insana melancolía que desde hace tanto me ha cobijado y que ahora, sin ti, a mi alma ha devorado.
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Amor Delirante
