El aburrimiento producido por la existencia es algo tan profundo e hiriente que termina por conquistar cada recoveco de la mente, tornándolo todo en un vil pandemónium de amargura. Aunque, dentro de eso, también hay una gran máscara de verdades olvidadas.
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Podría quedarme a tu lado cada noche, justo como ahora, sin necesidad de tus labios rozar ni tu cuerpo desnudar. Podría amarte y pretender que a tu lado quiero mi vida desperdiciar. Pero, al fin y al cabo, sé que no funcionaría, que no podría existir un amor para mí que no fuera el encanto suicida.
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Y, además, existir de este modo, ¿no me convertiría en otro humano más? Tal vez ya no hay nada que pueda hacerse, pues ya la pseudorealidad mi alma ha envenenado y es momento de aceptar que ya no puedo más.
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Todo es tan ridículo en el mundo, todas las personas suelen ser tan simples. Los sueños siempre encadenados a la mundanidad, al materialismo y a lo carnal; las esperanzas centradas en un triste despertar. Este mundo no va a ningún lado, no tiene ninguna oportunidad de cambiar. Lo mejor que podemos hacer mañana al despertar es, sin duda, una bala en nuestra cabeza incrustar.
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Y, cuando besé tus labios por vez primera, hallé miles de razones más sensatas para existir que las implantadas por la pseudorealidad desde mi nacimiento en esta aciaga humanidad.
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Si pudiera tan solo llevarte a un lugar en donde pudiera ser más sincero nuestro amor, ya habríamos fusionado nuestros pensamientos y huido de todo el rencor.
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Libro: El Halo de la Desesperación