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Encanto Suicida 39

Es tarde ya, casi las 3 am, y estoy yo solo aquí en esta pestilente habitación. Las botellas se han vaciado rápidamente y las pastillas se han esfumado también; todo es, al fin y al cabo, tan absurdo como de costumbre. Pero antes del amanecer sabré al fin si valió o no la pena haberte conocido, sabré si podré estar un poco feliz de haber vivido esos atardeceres de otoño cuando aún estabas conmigo. La verdad es que hoy he decidido poner punto final a mi miserable y humana existencia, pues prefiero sumergirme en el abismo de la muerte con la esperanza de poder volver a verte tan solo una vez más.

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Eras lo único que me mantenía vivo, la única razón para despertar cada mañana. Y es que te adoraba y te amaba con todo mi ser, pero jamás noté que mi compañía tu luz poco a poco extinguía, y que tu suicidio fue exclusivamente culpa mía.

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He reflexionado profundamente que matarme acaso no arreglará nada, pero continuar viviendo tampoco me parece la solución a este tragicómico dilema. ¿Qué hacer entonces? ¿Quién podría ayudarme si no puedo hacerlo yo mismo? Más aún, ¿cómo seguir existiendo cuando todo lo que quisiera sería nunca haber existido?

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Quisiera poder luchar, tener esa férrea voluntad de seguir viviendo, pero es imposible ya, pues la muerte me parece mucho más atractiva y embriagante que permanecer en un mundo podrido y sin remedio como este. El suicidio es mucho mejor opción que seguir siendo una sombra que simula existir en medio de este lúgubre pantano de miseria infinita.

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¡Qué fastidio tener que continuar una vida que jamás solicité! ¡Sobre todo, rodeado de seres cuyos vicios y obsesiones sobrepasan hasta el delirio más blasfemo!

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Encanto Suicida


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