Y quizás una de las peores sensaciones en la vida es la de no poder ya ni siquiera derramar una lágrima, pues el vacío existencial en el interior es tan denso que simplemente nos entristecemos sin siquiera poder llorar ya, cobijándonos un poco con la dulce esencia de la muerte que añoramos con tanta desesperación.
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Pensé que tú eras todo, creí en ti ciegamente y te mostré lo más profundo, tierno y frágil de mi ser. Entonces realizaste la maniobra perfecta para herirme y descuartizar mi razón. Sé que fue mi error haber confiado en ti, pero tan solo lo hice porque creí que, como yo, también tú llegarías a amarme, aunque es evidente que tan solo me confundí. Me equivoqué tan estúpidamente, pues tú, en realidad, nunca me amaste, tan solo me usaste.
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Y, si te suplico de rodillas que te quedes conmigo solo un poco más, si corto mis muñecas frente a ti para demostrarte que mi sangre te pertenece, entonces ¿podrías besarme y abrazarme por última vez antes del siniestro fenecer?
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Yo no hago cosas por ti porque tú me lo solicites, lo hago porque, para mí, tú lo eres todo. Sí, todo lo que yo adoro en este mundo vil, y todo por lo que yo daría mi vida hasta el fin.
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Lo único que quería era ser abrazado por ti, pero, en lugar de eso, ahora solo serán sus brazos los que me envuelvan: los del suicidio.
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Para mi eterno e imposible amor…
Libro: Romántico Trastorno