Siempre fuiste mi locura favorita y, aunque no eras real, siempre te consideré mucho más adecuada que esta funesta realidad en donde se desfragmenta lentamente mi alma.
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Y, si toda mi tristeza es en verdad solo consecuencia de existir, entonces no me queda ningún otro remedio que no sea llevar a cabo el mirífico acto suicida. Pues solo la muerte, según me parece, podrá mitigar todo el hartazgo y la desesperación que en vida me consumen tan delirantemente.
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Y, si algún día decides marcharte, no creas que trataré de hacer que te quedes. Ni tampoco creas que me voy a morir sin ti, pues muerto ya me siento. No, lo único que haré será llorar; llorar asquerosamente hasta olvidarme de que alguna vez existió una historia titulada “nosotros”.
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El día más feliz de mi vida será, curiosamente, el día en que al fin ya no esté vivo, pues solo así cesará el cúmulo de absurdas y patéticas contradicciones que representa esta existencia tan ridículamente humana.
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Sí, desde el día en que te marchaste el abismo se apoderó de mí. Y es que, sin ti, incluso respirar se torna tan agónico y fastidioso; sin ti, ¿quién evitará que esta noche al fin la muerte me engulla en sus misteriosas fauces?
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Romántico Trastorno