Sí, así de paradójica había sido mi vida: había consentido a varias prostitutas y había dejado ir a muchas mujeres que decían amarme. Pero no me arrepentía de nada, pues bien sabía que una mujerzuela, en todo caso, valía igual o mucho más que una supuesta mujer virtuosa. De ahí que, en caso de tener que verme forzado algún día a elegir una compañera de sufrimiento existencial, indudablemente elegiría a la más sobresaliente prostituta.
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Al fin y al cabo, es tan cierto que todos estamos solos, tanto por dentro como por fuera. Pero eso está bien, pues el ser no necesita de nada ni de nadie para sentirse pleno. Tales patrañas son solo un mecanismo más de esta ominosa (pseudo)realidad para despojarnos de nuestra sublime individualidad y alentarnos a disolverla entre el patético rebaño que ronda por doquier.
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La soledad es entonces uno de los estados más divinos que el ser pueda experimentar, además, claro, de la locura y la constante idea de suicidarse. Lejos de eso, me parece que no quedan muchas opciones para escapar de esta horripilante (pseudo)realidad.
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Nuestra percepción del mundo generalmente es muy limitada y frágil, pero lo suficientemente poderosa como para hacernos esclavos de esta existencia infame. No somos sino meras marionetas del caos más absurdo, del azar más ridículo y, sobre todo, de nosotros mismos.
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La manipulación de las masas no es un concepto novedoso, siempre ha existido, incluso desde épocas muy remotas. La novedad en sí es que los esclavos cada vez amen más su miserable y absurda esclavitud, tal y como pasa en la actualidad. Las cadenas son tan sutiles que ya ni siquiera podemos percibirlas y nuestras mentes ya ni siquiera nos pertenecen, pues han sido raptadas y suplantadas con toda clase de entretenimiento vacío y estupideces mediáticas que creemos son la realidad.
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El mundo moderno (y el antiguo también) es una mera estupidez; tan solo una gran babel de podredumbre y depravación, un vómito de las peores aberraciones. Y los seres que lo habitan son los seres más carentes de sentido y de alma que alguna vez el peor creador posible haya podido imaginar. Por lo tanto, la destrucción de este mundo y de los infames seres que lo habitan no podría ser sino la más acertada de todas las empresas por llevar a cabo.
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Romántico Trastorno