Nadie escapa de sí mismo tan fácilmente y las incuantificables desventuras del mundo oprimen demasiado el alma, pero sentirse cómodo en tales circunstancias y no buscar la absoluta destrucción de aquello que sabemos es un error me parece demasiado descortés. Al fin y al cabo, nuestra humanidad y la de otros es un pecado, una errata cósmica para la cual ni diez mil vidas de redención serían suficientes. Sin embargo, al menos una única muerte puede acercarnos al lóbrego infierno de donde más nos valdría no volver a salir jamás. Estaremos mejor ahí, porque ahí pareciéramos pertenecer. La creación divina claramente ha fracasado y ni siquiera el más puro de todos los seres humanos me parece digno de merecer cielo alguno. El tormento no cesará jamás, la desesperanza lo conquistará todo y nuestros temerosos corazones sucumbirán ante los delirantes encantos del suicidio.
*
Ni la música ni la poesía me llenaban ya; la soledad, ciertamente, comenzaba a aburrirme también. Tampoco las drogas o el vodka parecían tener un efecto someramente positivo… Entonces un amigo me recomendó enamorarme, amar y relacionarme con los demás. Hice lo que él me recomendó durante un año… ¡Imperdonable desafío, insania encarnada! El primer día del año siguiente lo primero que hice fue levantarme lo más temprano que pude e ir a vomitar por mi ventana sin parar hasta el anochecer; luego, le marqué a mi prostituta favorita para decirle que no podría verla más y decidí entonces, en un incomparable instante de luminosa sinceridad, que, por la madrugada, sin importar qué o cómo, me tenía que colgar.
*
Ya no me importa si se termina el mundo; de hecho, hasta me haría un favor si tal suceso ocurre, pues así ya no tendría que atormentarme por quitarme la vida. No voy a mentir: añoro con cada resquicio de mi ser el colapso de este plano trivial y de cada uno de los títeres sin remedio que lo contaminan mediante todo tipo de grotescos actos y mundanas actividades. El exterminio de lo humano es mi sueño, el deleite sin parangón al que aspiro cuando, ocasionalmente, quiero plasmar una efímera sonrisa en mi apesadumbrado y nebuloso rostro.
*
Algún día, acaso, nos daremos cuenta del tremendo error que cometimos al haber existido de un modo tan miserable. No sé si decir entonces que será demasiado tarde para hacer algo al respecto o si meramente alegrarme porque entonces ya nada se podrá hacer, puesto que ya estaremos muertos. Tal vez ese y no otro sea el principal suplicio parapetado en el más allá: la impotencia de revivir cada momento y saber que actuamos del peor modo posible, pero que ya nada puede hacerse para remediarlo.
*
No me aterra en absoluto seguir mi vida en absoluta soledad; me aterra más bien el simple hecho de seguir viviendo, especialmente si tengo que hacerlo soportando a los absurdos seres que infestan esta ya de por sí horripilante pseudorealidad de donde nada bueno puede obtenerse. Esta civilización está condenada, es solo cuestión de tiempo antes de que todo se pudra por completo y de que el ser, afortunadamente, desaparezca sin dejar rastro alguno de lo que fue su incompetente e irrelevante esencia.
***
Sempiterna Desilusión