,

Sempiterna Desilusión 07

Existen solo tres formas de soportar (temporalmente) el execrable calvario representado por esta infernal y caótica existencia: estar solo, estar loco o soñar con estar muerto… Y, a veces, se encadenan uno tras otro. Y, a veces, uno no quiero estar en ninguno de los tres; pero casi nunca se puede elegir… Nuestro libre albedrío es nuestro mayor enemigo y nuestra libertad simboliza algo demasiado pesado para nuestros hombros demasiado humanos. Soledad, locura y suicidio son algo encantador y a la vez extraño; algo conceptual que nos seduce a la vez que nos pulveriza… Nosotros somos esclavos irremediables, suspiros irreparables cuya agonía se esfumara demasiado pronto como para que alguien o algo la considere siquiera un poco relevante. Perdemos el tiempo intentando cumplir todo tipo de absurdos objetivos o metas superfluas, pero todo originado por el aburrimiento, dirigido por el sufrimiento y colapsado por la destrucción y el desasosiego. No podemos darnos cuenta de que nada de lo que hagamos trascenderá; y eso, supongo, podría ser el mayor logro hasta ahora de la deplorable y estúpida humanidad.

*

Si para considerarse espiritual o moralmente consciente una persona requiere de una religión, entonces esa persona está aún más engañada de lo que se imagina. No solo le miente a los demás, sino que, sobre todo, se miente así misma pretendiendo ser algo que jamás podrá ser; y, en el fondo, solo se tortura por mera obligación. La imposición gobierna su vida y lo martiriza al punto del hastío; mas su sed de esclavitud termina por imperar y cada uno de los componentes de su vida, ya de por sí horrible, se vuelve algo insufrible hasta que se comete suicidio filosófico. De ahí en adelante, podemos decir que esa persona vive físicamente, pero mental y espiritualmente ha muerto por la eternidad.

*

Es mucho, quizá, lo que siempre esperé de la humanidad. ¿Qué es la humanidad, de hecho? Solo un escupitajo cósmico o tal vez ni a eso llega; tan solo una muchedumbre de monos parlantes gobernados por su infame ignorancia, sus funestos impulsos y sus patéticos deseos. El problema entonces era yo, como bien sospechaba desde hace mucho. Mi problema era suponer que tal raza de miserables farsantes podría algún día aspirar a algo más que no fueran la irrelevancia y la estupidez. Algo en mi cabeza no estaba bien y no era como en el resto; yo estaba enfermo, ellos estaban bien. Yo estaba loco, la realidad era adecuada… Tales pensamientos me producían vértigo, porque en el fondo sabía que yo, pese a todo, ¡no estaba loco, no aún!

*

¡Qué triste debe ser pertenecer a esa clase de personas quienes no sienten inconformidad o disgusto alguno con su actual estado evolutivo y que incluso se aferran a él con vomitiva vehemencia! Me daría asco ser una de esas aberrantes personas y antes bien preferiría estar muerto que pensar como ellos. Creo que incluso ya lo estoy, puesto que ya no me interesan las cosas de este mundo y ni yo sé por qué aún no me he esfumado de él para siempre. Puede ser cobardía, puede ser valentía… Lo incuestionable es que el suicidio es ya mi única motivación en la vida y que todo aquello que tenga que ver con lo humano me hace regurgitar desde lo más profundo de mi esencia.

*

Lamentablemente, uno no considera de manera seria la posibilidad de enloquecer hasta que ya es demasiado tarde. Pero ¿acaso podemos culparnos a nosotros mismos de esta nefanda situación cuando la realidad, la humanidad y la existencia terminan por arrojarnos irremediablemente a ella? Y, si no es la muerte la que nos consolará esta noche, ¿quién lo será? ¿Serán tus labios infernales y tu cuerpo celestial? ¿Será dios o el diablo? ¿Será un ángel o un demonio? ¿Serán la melancolía, la soledad y la tristeza nuevamente quienes vendrán a abrazarme esta noche como tantas otras donde solo ellas acariciaron mi alma y amaron mi fatal humanidad?

***

Sempiterna Desilusión


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

El Réquiem del Vacío 16

Recuerdos nebulosos

Next