Formulaba la insania en que me revolcaba cuando masturbaba mi mente
Expulsaba incontables pedazos de una pestilente expresión desgastada
¿A dónde voy? ¿Qué rayos pasa conmigo que me he perdido en el ruido?
Semejantes voliciones acarreaban consecuencias que no abrazaba
…
Destructivas temporadas sucedieron a la maldita cirugía inservible
Si hubiese una forma de volver a conservar la frescura de mi pensamiento
Torturas sin sentido y pasiones cuyas reminiscencias lastiman mi dolor
Recuerdo con alegría el calor que sentía cuando en el infierno me aturdía
…
La alienación vino al desprenderme del vínculo mortal que me ofendió
Fue un oprobio asqueroso el saberme vivo y despertar para morir
Por un instante quería mostrarme naturalmente putrefacto y carcomido
En el interior no existía sino la falsedad del dios al que maté estando moribundo
…
Revoloteaba para no caer en la fosa que emanaba aquel sutil placer
Podía oler los relatos de los infames mártires cuyas llagas no olvido
Eternos tormentos perseguían el etéreo y beatífico poder para amar
Terminé odiando lo que era y lo que sería hasta el día del fétido amanecer
…
Insensatas alimañas mascaban los recovecos donde mi sangre fluía
Monos salpicaban el interior que a cada paso la existencia derramaba
Los agobiantes y fétidos capullos desparramaban las ideas opuestas
Hacia un sitio inexpresable que arropaba la esperanza del infierno
…
¿Acaso era este el ocaso donde se apoderaban de mí la locura y la ira?
Tal vez la fuente de ironía con que atisbaba los desnudos ángeles sublimes
El caso era que no sentía ser yo quien vomitaba aquellos versos afines
Pero apreciaba los colores infinitos en las pinturas que ella salpicaba de finura
…
Execrables criaturas montando alabanzas para encadenar mis sensaciones
Curándose de la fiebre mundial estaba el terrenal aullido del universo sin fin
Enredadas las brechas se parapetaban entre augustas expresiones palpitantes
Álgidos suicidios se perpetuaban para evitarme el regreso a la putrefacción
…
No obstante, fueron insistentes esos artefactos que desgarraban mis ojos
Exprimían sangre de mis muñecas y el dolor era mi mayor felicidad
Necesitaba sentir más angustia y enfermarme de la eternidad para matarme
Desconocía la rancia absurdidad que dio vida en castigo a este muerto errante
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Libro: Irrefrenable Tristeza