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Sempiterna Desilusión 06

Entre más lo analizo, menos razones encuentro para la trivial existencia de este mundo, la miserable humanidad y hasta yo mismo. Tal vez el ser no es tan racional como se imagina, ya que, si lo fuera, ¿acaso pensaría que todo esto está bien, que debe continuar reproduciéndose tan patéticamente y que su abyecta esencia debe perpetuarse? ¿No sería, en todo caso, el acto de cualquier ser racional el homicidio y/o el suicidio? ¿No debería alguien o algo, por piedad, exterminar a la raza humana sin compasión alguna? ¿Para qué seguir? ¿Qué se espera o qué se obtiene de este ciclo enfermo y nauseabundo de vida y muerte? Únicamente el ser humano asume que su miseria debe persistir, pero ¿no será esto más bien el emblema detrás del cual se cobija el sinsentido más grotesco y el egoísmo más aberrante?

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El mundo está mucho peor de lo que crees, pero es mejor que pienses lo contrario. Al menos así puedes proseguir con tu estúpida existencia de fiel esclavo mental de la pseudorealidad hasta que la muerte, aunque no lo veas así, acabe con todo lo que fue tu intrascendente andar… Esa y no otra es la ideología más realista a la que se puede aspirar en este caos blasfemo y siniestro. Algunos lo llamarán pesimismo, otros locura; yo lo llamo verdad.

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Solía creer que estar contigo, besarte, abrazarte y adorarte era el único consuelo real que había en mi deprimente existencia. Luego todo sucumbió y terminó de la peor manera posible, pues un día ya no volviste más a mí y tuve que aceptar la cruda verdad: nunca fuiste real. Y, si lo fuiste, entonces ya no sabría definir qué es la realidad…

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Terminé por renunciar a cualquier clase de vínculo con el mundo, la humanidad o la realidad. Al fin y al cabo, nada ni nadie valía la pena y únicamente la soledad, la locura y la muerte sabían un poco a verdad. Al fin y al cabo, ¿qué era mi tristeza en el infinito mar de la desdicha donde todos nos ahogábamos sin excepción y sin sentido? Yo solo era uno más, una pobre silueta que se desvanecería demasiado pronto como para que su agonía pudiera simbolizar algo en el cosmos.

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No tengo ya ninguna duda de que toda especie de supuesta felicidad humana surge y se alimenta de la ignorancia. ¿Cómo podría no ser así? Analicemos a todos esos títeres que afirman una y otra vez ser felices. ¿Quiénes son en su mayoría esos pobres diablos? Meras marionetas del sistema totalmente corrompidas por absurdas ideologías y falsas doctrinas. Analicemos ahora a esos sublimes seres quienes eligieron el camino opuesto, ¿no encontraremos que están todos locos, presos o muertos? La felicidad en este mundo dominado por lo ilusorio y lo ruin no significa nada, incluso significaría más bien el estar aún más engañado de lo normal.

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Percatarse de la inconmensurable tragedia de la existencia es solo el sórdido comienzo: es a partir de ese momento donde comienza el verdadero infierno. Y uno de dimensiones tan desproporcionadas que más nos vale no guardar esperanza alguna de conservar la cordura.

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Nunca me arrepentí de las cosas que no hice en la vida, de los lugares que no visité, de las personas que no conocí, de las mujeres que no seduje, de las palabras que no dije ni mucho menos de todas las veces que odié desde lo más profundo de mi corazón esta sacrílega prisión existencial. Más bien, me arrepiento de todo lo que sí hice; y en verdad desearía, salvo por mis escritos, no haber hecho, vivido, experimentado y, en último término, no haber sido absolutamente nada. La inexistencia siempre fue mi sueño y la vida algo que tuve que experimentar sin haberlo deseado y siempre invadido por una náusea infernal que jamás me permitió disfrutar nada en absoluto. E incluso ahora, mientras todos lloran en mi funeral, solo puedo sentir náuseas de sus lágrimas y un profundo desasosiego al percibir que se avecina ya el retorno de lo humano…

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Sempiterna Desilusión


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