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Desasosiego Existencial 65

¿Cómo puede un ser, en su estado más racional, concebir esta nauseabunda existencia como una recompensa o una maravilla? Solo hay dos opciones: el ser no es racional o la existencia no es nauseabunda. Creo que me quedaré con la primera, porque claramente tengo más evidencia de ello. Si fuéramos racionales, si consiguiéramos usar un poco la cabeza, entenderíamos nuestra desdichada posición y la inconmensurable agonía de la que somos presas. Pienso entonces que esto también puede ser algo ventajoso, algo que resulta indispensable mantener oculto en la mente humana: la habilidad de percibir la realidad en su más pura esencia, de traspasar todas las capas de la pseudorealidad y llegar al punto de quiebre donde la verdad y la locura se parecen más de lo que sospecharíamos. Quizá algunas personas han conseguido llegar a tal estado y no han conseguido escapar ilesas; las han metido a manicomios o se han suicidado al no poder asimilar tal bestialidad y contradicción perfectamente amalgamadas. Nosotros, ciertamente, también estamos conminados a ello dadas nuestras inclinaciones: enloquecer o matarse. La elección, supongo, es nuestra todavía…

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La cuestión era la siguiente: ¿podía la humanidad ser aún más miserable, patética y estúpida? Bueno, ya lo veremos en el futuro, pero creo que podemos esperar resultados afirmativos en nuestro cuestionamiento basándonos en el presente. Y es que quizá sea yo quien esté sumergido en una vorágine de infinito malestar, de cruento pesimismo y vil amargura; quizá sea yo un loco que ha escapado de algún manicomio estelar muy lejos de esta dimensión de contradicciones supremas y abyección sempiterna. El hecho es que cada vez las conversaciones, esencias y sueños de las personas me parecen más infames, ridículos y vomitivos. Antes el ser estaba ya perdido, mas actualmente podríamos decir que jamás volverá a encontrarse y que su espíritu está en los niveles más bajos de evolución. Se enorgullecen los monos de su ciencia, su tecnología y supuestos avances en otros campos. ¡Pobres diablos! Si ellos supieran cuán arcaicos son todavía todos sus métodos, sus descubrimientos y sus pensamientos; están tan lejos de alcanzar la grandeza, de trascender… Pero quizás es inevitable que así sea, pues ¿por qué esperar algo maravilloso y hermoso de aquello que desde el principio ha estado condenado a la ignominia y la miseria?

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Las mejores cosas de la vida, y también las menos frecuentes, son aquellas donde precisamente nos olvidamos de eso: de que estamos viviendo. Resulta curioso que sea precisamente en la inconsciencia donde más esperanza y alegría parecen surgir de un abismo sin fondo. Pero no nos percatamos de ello porque estamos atrapados en una telaraña de vomitivas circunstancias: trabajo, rutina, amistades, relaciones, hijos, deudas, vicios, entretenimiento, redes sociales y todo tipo de basura mediante la cual se busca que olvidemos la aberración en la que nos hallamos. No reflexionar, no cuestionar y no pensar más en nuestro verdadero camino hacia lo sublime, lo divino y lo espiritual. Ahora la tecnología es la nueva religión, el opio mediante el cual se controla de un modo demasiado fácil a los títeres; los cuales, por lo demás, están satisfechos con ser controlados. Ahí tenemos el engranaje perfecto para la completa y eterna perdición de cualquier progreso o evolución. Se dice que estamos mejor, pero eso solo se refiere a ciertos aspectos y deja mucho qué desear en otros. El ser nunca ha tenido la fuerza para liberar su alma y creo que ahora menos que nunca; del futuro, prefiero ya no hablar: bienvenidos a la era más oscura de todos los tiempos, esa donde ninguna luz será suficiente para volver a iluminar las imperantes tinieblas que nos dominan y enloquecen con sumo deleite.

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Incluso desde un punto de vista bastante simple, nada tiene sentido. Quizá podríamos resumirlo en la siguiente pregunta: ¿de qué demonios sirve vivir si vamos a morir? Y, mientras vivimos, solo experimentamos constantes y recalcitrantes estados de angustia, desesperación y hastío; en parte causadas por el sistema mismo y llevadas al límite por los horribles y absurdos monos que nos rodean y fastidian todo el tiempo. Porque, en efecto, relacionarse con la humanidad solo puede simbolizar un martirio sin igual; una tortura que, creo, ni siquiera al diablo se le pudo haber ocurrido. Este galimatías de perdición y miseria es digno de un creador sumamente aburrido al que no se le pasó por la cabeza mejor forma de desaburrirse en su divino trono que idear seres mortales y adoctrinados como nosotros para ser víctimas de todos sus desvaríos. La tragedia que no puede ser negada es la de la existencia, la de cada pasaje que nos vemos forzados a experimentar en contra de nuestra voluntad… Del libre albedrío ya ni hablar, porque está hecho añicos y la falsa libertad que creemos poseer es, incluso, solo parte de la burla cósmica.

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Todo lo que llegamos a creer de cualquier cosa, incluso de nosotros mismos, no son sino simples delirios; totalmente enaltecidos por nuestra terrible vanidad y la fantasía irrealizable de algún día no tener más preocupaciones ni dolores… La verdad es que jamás conoceremos nada: ni la realidad, ni el universo, ni la mente y ni siquiera, acaso, la vida. ¡Quién sabe por qué nos hallamos aquí, a la deriva! Imbuidos en un sistema execrable que nos somete desde el comienzo y nos impone miles de cadenas invisibles; las cuales, en ocasiones, incluso abrazamos con nauseabunda ternura. ¡Qué idiotas y cobardes somos, eso es indudable! Vivimos, si es que así se le puede decir a esto, solo para pagar deudas, impuestos, servicios y vicios de todo tipo. La vida en este infierno superfluo, así pues, tiene un solo objetivo: acabar con toda nuestra voluntad, espíritu y fortaleza antes de arrojarnos brutalmente a los inciertos reinos del más allá. Cualquiera que no acepte esto, únicamente estará negando la más profunda y cruel de todas las verdades que, ciertamente, decidimos ignorar en nuestra ridícula negación de lo evidente. No resta ninguna esperanza, todo está perdido y el suicidio es nuestro único consuelo.

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Desasosiego Existencial


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