¿La felicidad? Me dijeron que era posible que existiera, que no debía ahorcarme aún sin antes haberla saboreado. Lo pensé por unos instantes, pero supe que eso iría en contra de esta existencia y de este mundo, porque todo aquí es dolor y sufrimiento. Esas son las expresiones que he aprendido de las personas y de la vida. Al principio, no obstante, eres inocente y serás lastimado, pero cuando aprendes lo asqueroso que es existir, entonces todo cambia y sabes que es mejor lastimar que serlo. Es como el dilema del erizo, después de un tiempo aprendes a tomar la distancia adecuada y así no hieres ni te hieren. Y, si lo hacen o tú lo haces, es porque sobrepasaste esa distancia. Además, las personas no son para las personas, porque solo saben hacerse daño entre sí. Nadie está destinado a conocer a nadie y el destino, de hecho, es solo el caos en su máxima expresión. Tal vez por eso la felicidad ha sido sacrificada a cambio de placeres banales que solo incrementan el vacío en nuestro interior.
Pese a todo, sé lo que se siente querer a alguien y que te lastime; sufrir toda la vida por todo el daño causado. Sin embargo, ahora lo agradezco, pues eso me hizo abrir los ojos y ver más allá, entender cosas. Además, todo siempre fue mi culpa; me engañé a mí mismo pensando que podría ser feliz. Pero esa es la naturaleza humana y las personas cambian de pareja todo el tiempo. Yo me aferraba, ese fue mi error… Que siempre quise imponer lo que creía que me haría feliz. Ahora, no obstante, ya no deseo nada. Tan solo espero la muerte y creo en verdad que esa es la auténtica felicidad, porque así nada ni nadie puede decepcionarte; es liberador, hermoso y sublime. Desprenderse de este cuerpo, de esta mente, de este espíritu para siempre y dejarse caer en la inefable esencia de la nada. Disolver cada momento, espacio y recuerdo en la inexistencia absoluta; permitir que la decepción se apodere de nosotros y ejecutar de una vez por todas el acto suicida debería ser lo más espléndido en la vida.
Pero finalmente todo es solo azar; se trata del punto de referencia que elegimos para mirar la existencia y eso me coloca en determinada realidad, atrapado en una prisión única entre infinitas posibilidades. En fin, debo admitirlo: estoy aburrido de existir. Ahora ya no me interesa buscarle un sentido a la existencia, pues, aunque existiera, me daría ya igual, ya que este mundo está acabado. En el fondo, es gracioso; al menos así me parece. Diariamente salir a las calles, mezclarse con la sociedad, ver a las personas luchando por cosas que creen importantes o por personas a las que no les importan. Preocupados por tener poder, bienes y dinero, por las cosas más asquerosas y banales que puedan concebirse. Planteándose absurdas metas y ridículos objetivos que únicamente refuerzan el vil adoctrinamiento gracias al cual su patética vida pareciera ser valiosa, aunque para nada lo es. Y bueno, solo me resta decir una última cosa antes del fin: mi mayor anhelo y mi única felicidad siempre fue el suicidio.
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Locura de Muerte