Así fue como salí con Lary. Noté que le había confesado a la señora Dejon, aquella exprostituta que más tarde, ya entrando en su vejez, se había hecho al cristianismo y se creía una santa, uno de mis mayores secretos. Sí, la verdad es que cuando estaba bestialmente ebrio y luego de haberme tirado a alguna mujer del antro o alguna puta, me gustaba vagabundear hasta que amaneciera por las calles de aquella pestilente ciudad. Me perdía dentro de mí, reflexionaba, me contradecía incansablemente, juraba hacer esto o lo otro, cambiar, conocerme. En resumen, lo mismo de siempre, aquella maldita dualidad: me amaba y me odiaba, detestaba a las personas y hacía lo mismo que ellas. No veía ya sentido en nada y, aun así, me embriagaba y fornicaba. Después de todo, sabía que uno siempre era más uno mismo cuando estaba borracho o drogado.
Sí, así debía ser. En aquellos instantes en donde la consciencia se embotaba y las penas se ahogaban eran los mismos en que una persona tenía la oportunidad de saber mejor quién era y percatarse de la gran verdad que no se percibía estando sobrio: lo trivial e intrascendente que era existir, lo absurdo que era el ser humano y lo ridículo de todas sus creaciones, teorías, creencias y convicciones. Realmente, el sufrimiento y el placer terminaban por significar lo mismo, así como el odio y el amor, el bien y el mal, entre otros. En un mundo donde nada podía ser juzgado, donde existían tantas verdades como estrellas, o quizá más; en un lugar tan horrible y asqueroso como el mundo humano, nada podía tener sentido, puesto que sus propios habitantes se encargaban de aniquilar lo sagrado y lo valioso en sus vidas.
–¡Oye! Te estoy hablando. ¿Acaso te quedaste sordo?
–No, perdón. Solo estaba recordando algo.
–Más vale que me prestes atención, o si no…
–¡Je, je, je! Discúlpame –repliqué mientras nos alejábamos del condominio 11, pero también notando como una sombra parecía seguirnos–. Últimamente he estado como muy, ¿cómo se dice?, indiferente.
–¡Ya lo creo! –replicó Lary con tono de mujer despechada y tomándome con fuerza para besarme con pasión.
–¡Espera! –dije cuando terminó el prolongado intercambio de lengüetazos y saliva–. Tú no estás loca, ¿estabas fingiendo entonces?
–¡Ja, ja! Pues claro, tonto. ¿Es que tardas tanto en darte cuenta de los sentimientos de una chica?
–No, no, es solo que… Me preocupé de verdad. ¿Por qué lo hiciste?
–Fácil –expresó sonriendo con delirio–. Si no lo hubiera hecho, no hubieses aceptado salir conmigo.
–Mentira, lo hubiera hecho.
–Claro que no, querido –dijo mientras reía como loca y saltaba en los charcos de agua–. Llevo semanas intentando localizarte. Te he enviado correos, mensajes, solicitudes de amor y demás, pero no hay respuesta.
–¡Ah, eso! Es que últimamente yo…
–Sí, lo sé.
–¿Qué? ¿Qué sabes tú?
–Nada. Ya solo te acuestas con las putas de la avenida Astraspheris, ¿no es así?
–Bueno, sí. Pero no es precisamente lo que quería decir.
–No importa. Solo quiero un último revolcón y luego te puedes ir al diablo con tu verga infectada.
–Me parece un trato justo –expresé sin ver sentido en explicarle a una zorra como Lary el sinsentido en que me hallaba.
–Estoy seguro de que te encantará la sorpresa que tengo preparada para ti.
–¿Sorpresa? ¿De qué rayos estás hablando? No comprendo nada.
–Da igual, lo entenderás cuando lleguemos.
Su comportamiento era sumamente extraño, aún más que el mío. Definitivamente no era la Lary que yo había conocido. Algo debía haberle ocurrido en aquellas semanas donde dejé de frecuentarla. Pero no era posible que se hallase en aquel estado tan próximo a la locura solo por mí y su supuesto amor… ¡No, claro que no! Algo mucho más violento y vil debió acontecer en su miserable existencia, pero ¿qué clase de suceso cruento y brutal podía haberla trastornado? Me recordó un poco a Virgil… ¡Virgil! Es verdad, era ella. ¡La sombra que creí haber visto se parecía mucho a ella! Pero ¿por qué? Me sentía más loco que nunca corriendo bajo la tormenta con una demente como la nueva Lary. Tenía un mal presentimiento, pero pensé que, después de todo, me era indiferente.
–Vamos, no estés tan callado. Si fui por ti es porque no conozco a alguien más loco, extraño y desviado sexualmente que tú. Ahora dime… ¿Sigues con tu idea de querer matarte?
–Sí, por supuesto. Existir se ha vuelto un fastidio, y las personas aún más. De hecho, últimamente estoy peor que antes.
–Ah, ¿sí? Y eso ¿por qué? ¡Cuéntame, querido!
En verdad acepté que Lary había enloquecido, pues, de pronto, se quitó de encima la poca ropa que llevaba y se puso a dar vueltas desnuda, gimiendo y vociferando imprecaciones en contra de la religión, el gobierno y lo que ella denominaba “su fornicada y pérfida madre”. Me instó a hacer lo mismo y, aunque en principio dudé, pronto supe que me daba igual llevar o no ropa, y que esto era una tradición absurda de las personas con pudor e hipocresía. ¿De qué servía llevar ropa en un mundo donde solo se pensaba en sexo? Me desnudé y me puse como un demente a imitar a Lary. Para ponerle más emoción al asunto, ella me dio una pastillita que me elevó hasta los cielos más enigmáticos.
Veía todo derritiéndose y a Lary con rosas por todo el cuerpo. Su vagina había tomado la forma de una tarántula que por alguna razón quería devorar. Sus ojos eran como dos pequeños diamantes que me encantaban y sus tetas parecían más como los cuernos de un demonio, pero con bocas por todas partes. Ella cambiaba constantemente de color, adquiriendo matices muy extraños y delirantes. Su cuerpo vibraba y el mío también, pero, más inquietante que lo anterior, era el hecho de que flotábamos. Así es, nuestros pies no tocaban el suelo y la lluvia que nos bañaba despegaba chorros de esperma de cada poro. Lary no se cansaba de solicitar que le contara cómo pensaba suicidarme, y, cuando me disponía a contarle, me interrumpía besándome y masturbándome. De alguna manera yo recordaba que nos hallábamos desnudos en la calle, pero esto me daba igual. Una música rara, como la que apareció en mi sueño con Melisa y la criatura que era yo en el fondo, también se escuchaba, pero un tanto más acelerada y sombría.
Finalmente, cuando creí que el tiempo se había detenido, llegamos a la casa de Lary. Los efectos de aquella pastilla habían pasado tan rápidamente como habían llegado. Me encontraba de nuevo en mi estado normal; o casi normal, podría decirse. El cuerpo me hormigueaba y presentía que aquello no terminaría bien.
–Bien, Lehnik. Hemos llegado, espero que lo hayas disfrutado tanto como yo, porque ahora comenzará lo verdaderamente divertido.
–Sí, ya veo que sí. ¡Vamos, hagámoslo! –dije, subiéndola a la mesa y abriéndole las piernas.
–Sí, pero espera un poco. Te estás precipitando, ¿no te dije que tenía una sorpresa? Ves como nunca me has puesto atención.
–Lo siento, pensé que te referías a esto.
–No, no solo esto. Verás, en las últimas semanas he estado un tanto… curiosa.
–¿Curiosa? ¿Ahora qué significa eso?
–Que el sexo común y corriente ya no es lo mío, tengo otras maneras de divertirme que quería mostrarte.
–Ah, ¿sí? Y eso ¿desde cuándo?
–Las últimas semanas, lo acabo de decir. Mírate, ya estás todo empalmado.
–Perdón.
–No importa. Hoy quiero experimentarlo todo, hacer de todo y luego, si quieres, puedes cumplir mi sueño.
–¿Tu sueño? ¿A qué te refieres?
–Que me convenciste con tu idea.
–¿Cuál? ¿Que todo es absurdo?
–Sí, pero en mí ha tenido un efecto más profundo. Todo cambio desde que los descubrí…
–¡Imposible…! –murmuré imaginándome a qué se refería; o a quienes, en este caso.
–¡Sí, ellos! Pero hay más… Me han dicho que tú ya lo sabías.
–Bueno… yo, naturalmente…
–¡Sin excusas! No me importa si lo sabías o no, el hecho es que… –pero se interrumpió y comenzó a llorar brutalmente.
–Lary, lo lamento. ¿Hiciste todo esto solo para enterarte de mi propia boca? –inquirí, abrazándola y percibiendo cierta hostilidad.
–¡Ja, ja! ¡Tonto! –expresó de nuevo con ese delirio que ya parecía tan habitual en ella–. No estoy llorando, solo era una broma.
–Entonces ¿lo que viste…?
–Eso es cierto, pero no me interesa.
–Pero ¿por qué?
–Porque es absurdo. Mira, Lehnik, te traje aquí para algo muy loco, pero antes tienes que estar dispuesto a todo. Dime, ¿lo estás?
–Yo…, ¿a todo? –balbuceé sintiendo como temblaban mis labios.
–Como sé que no tendrás el valor necesario, tengo aquí algo para animarte –susurró señalando una jeringa ya preparada con una sustancia dentro.
–¡Lary, maldita sea! ¡No me digas que tú…!
–Ya no soy Lary, no la que conociste.
–Pero ¿qué te ha pasado? Cuéntame, quizás…
–¿Quizá qué? ¿Quizá puedan ayudarme? ¿Quién lo hará? ¿Acaso tú? Mírate nada más: eres un suicida, un loco y un depravado. Viniste aquí tan solo para cogerme, para satisfacer un miserable impulso sexual. Te crees distinto al resto, pero no lo eres. Así es: ¡no lo eres! ¿Sabes una cosa? Eres mucho peor que la gente ordinaria, porque sabiendo la supuesta verdad no eres capaz de acabar con tu existencia. ¡Te desprecio! ¡Te desprecio con todo mi ser!
–Bien. Si solo vas a insultarme, me largo –dije sin prestar atención a su ataque de histeria.
–¡No, espera! Ya estás aquí, tienes que hacerlo. ¡Tienes que hacerlo, maldita sea! –y se puso a repetir frases incoherentes entre llantos, lágrimas, gemidos y maldiciones.
–Lary ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estás así?
–Te lo contaré rápidamente, aunque dudo que te interese. Lo haré solo si estás dispuesto a todo después de ello.
–Bien, acepto –aseveré trastornado por el demencial estado de mi antigua compañera de sábanas.
–Seré breve –dijo tomando la jeringa y agitándola contra mi brazo; ni siquiera opuse la más mínima resistencia–. Todo fue ese día, el día en que los descubrí… Sí, ya sé que mi hijo y mi madre cogen cada noche, y tal vez también en el día. Lo hacen a toda hora, es repugnante –su tono de voz me desconcertaba, pues iba del llanto a una risita nerviosa–. El día que los descubrí salí corriendo porque no sabía con quién acudir, así que fui a buscarte, pero… Era ya de madrugada y unos hombres me tomaron. Era inútil resistirse, así que solo cedí y entonces ellos… ¡me violaron! Hicieron conmigo lo que quisieron, incluso me escupieron y me golpearon, hasta se atrevieron a venirse adentro. Lo último que pude observar fue un tatuaje bastante extraño que llevaban en la parte superior de la palma derecha, parecía ser el de un demonio surgiendo del corazón de un ángel… Aquel acontecimiento me cambió radicalmente… Y todo porque había ido desesperada a buscarte, pero me enteré de que estabas en casa de otra mujer, de una tal Virgil. Como sea, pensé que mi vida antes de eso ya era lo suficientemente miserable con un hijo al que tanto amaba cogiendo con mi inválida madre mientras yo trabajaba para mantenerlos. ¿Qué sentido tenía proseguir con tal absurdo de vida? Fue cuando creí lo que decías y luego…, luego me hundí en mi amargura. Además, todo empeoró, pues recordaba mi violación con un placer como ningún otro, y creo que en el fondo me encantaba. Comencé entonces a mirar a escondidas cómo Mati se lo hacía una y otra vez a mi madre, y me excitó tanto la idea que…
–¡Es imposible…! ¡Imposible!
–Vamos, Lehnik. No puedes negarte ahora. Ellos están de acuerdo. ¡Tú lo prometiste! –exclamó con una mueca burlona.
–Lary, esto es demasiado.
–¿Demasiado dices? ¡Tonterías! Nunca es demasiado cuando nada tiene sentido. Desde que no me coges he cambiado tanto, desde que esos hombres misteriosos hicieron algo más que violar mi cuerpo… ¡Ellos me cambiaron de alguna manera, me hicieron ser yo misma! Ahora dime ¿te quedarás o huirás como un cobarde más?
–Yo, en verdad quisiera… –titubeé como nunca.
–¿No era todo absurdo? ¡Vamos, decídete! Será tan divertido…
Entonces sentí cómo la jeringa que se hundía en mi brazo era vaciada. Como un profundo choque mental, todo en mí experimentó un drástico cambio. Me convertí en una bestia, en un demonio al que no le interesaba nada y que hubiera podido fornicar, comer y matar a todo el mundo. Me convertí en mí mismo, dejé que la criatura que había humillado sexualmente a Melisa emergiera. ¿Qué era aquella sustancia misteriosa? ¿Cómo la había obtenido Lary? Seguramente alguna droga extraña perfecta para un extraño como yo. Me decidí a cumplir con la voluntad de aquella zorra sin importar qué, dispuesto a cometer las más cruentas infamias y perversiones, a participar en lo que fuese y a ser quien en realidad era. Esperaba, después de todo, morir aquella noche. Lo que aconteció no lo recordé sino hasta algunos días después, pues quedé inconsciente y casi medio muerto luego de aquella ignominia. Los policías me encontraron tirado y manchado de sangre y demás fluidos que no quisieron mencionar. Lary era la culpable de todo, según me explicaron. Pero, antes de contar lo que me dijeron, creo oportuno mencionar lo que recuerdo de esa maldita noche…
Cuando entré a la habitación, todo se veía extraño. Yo mismo me veía como divagando entre la luz y las sombras, experimentando una sensación de locura inaudita. No sé cómo pasó, pero la orgía fue peor de lo que esperaba. No solo estaba ahí la inválida madre de Lary con agujas clavadas en todo el cuerpo y propinándose latigazos terribles en su ensangrentado trasero, sino que también Mati, el pequeño y desobediente hijo de Lary, se hallaba picándose el ano mientras lamía el pestilente coño de la vieja. Para incrementar la emoción, Lary había secuestrado a una compañera del colegio de Mati, la cual pertenecía a un grupo de sujetos que luchaban por la abolición del aborto. Lary, según supe, estaba preñada desde su trágico incidente. Todo aquello fue un vómito de lo más atroz y, si mal no recuerdo, lo más asqueroso que pudiera haberme pasado. Hubo de todo, cualquier parafilia fue expuesta y la habitación quedó hecha un charco de sangre, meados, mierda, vómito, comida podrida que se había reservado para la ocasión, esperma y corrupción en todos sus niveles.
Lo que sé es que follé sin parar como una bestia, sin importar de quién se trataba. Estaba tan extasiado y drogado que todo me dio igual y pensé que todo el mundo era algo bisexual en el fondo. Además, para coronar aquel sacrilegio, se unió a la diversión un anciano ridículo que fingía ser el novio de la madre de Lary, pero que en realidad era homosexual y tenía la ilusión de fornicar con Mati. Supe que la misma Lary le había entregado el coño antes y que junto con él había planeado todo esto. No sé por qué razón, pero de todos los asistentes a esa blasfemia, solo yo quedé vivo. Lary, rumbo al final y sin poder saciar su apetito sexual, me arañó y me mordisqueó los brazos y la espalda, para luego arremeter contra el resto. A todos los drogó y los apuñaló como una vil maniática. No solo adornó la habitación con algunos de sus órganos, sino que se bañó en todos los fluidos y a mí también, para fornicar así hasta sentir mi semen en su vagina. Y, cuando al fin la luz del sol puso fin a tan siniestra e inhumana noche, se rajó las muñecas escribiendo una nota donde se decía culpable de todo. O algo así, no sé muy bien la verdad. Esto último me lo contaron los policías tras el interrogatorio cuando desperté algunos días después de lo acontecido, luego de haber estado internado y sin conocimiento.
***
El Extraño Mental