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Los Vínculos del Alma XI

Mertin no dijo nada y, vertiginosamente, abrazó a July con todas sus fuerzas, quien hizo lo propio, parecía que se querían romper las costillas. Justamente en ese instante, 6 rosas de un tono rojo extremadamente intenso, un rojo de ese que arde como el fuego, brotaron en el suelo. Todo lo que estaba pasando los tenía más que conmocionados, pues era como estar atrapado en algo peor que una pesadilla. Aquel universo tangente de tristeza recalcitrante parecía encerrar cada vez más misterios y ponerse cada vez más sombrío. No podían confiarse ni un solo momento, debían esperar lo peor. No obstante, pese a todo, se sentían reconfortados de tenerse el uno al otro, de estar tan cerca y de poder abrazarse con tal cariño. July y Mertin realmente no entendía nada, solo sabían que el amor que sentían no podía extinguirse tan fácilmente.

–¡No puede ser! ¡Esto es prodigioso! Ustedes han hecho que crezcan 6 rosas rojas justo a la entrada del segundo templo –exclamó Abdeko notablemente fascinado.

No hubo respuesta. Mertin miraba fijamente a July con esos ojos verdes y tristes, pero que ahora parecían tan brillantes. Pasó una mano por su mejilla y se acercó a sus labios, todo parecía tan ideal. Era la ocasión perfecta para que al fin se produjese ese beso tan anhelado por ambos, pero súbitamente la puerta del segundo templo se abrió.

–¡Ahora podemos entrar al segundo templo! –afirmó Abdeko.

July y Mertin inmediatamente se separaron sin que ese beso se hubiese logrado y advirtieron una oscuridad atroz que provenía de aquel templo.

–Bien, creo que es el momento de ir ahí dentro. Después de todo, no tenemos más opción, si es que queremos volver a nuestro universo.

–Sí, vamos. Yo estaré contigo, Mertin –contestó July, al tiempo que una sonrisa se dibujaba en su apolíneo rostro y sus cabellos parecían refulgir más que nunca.

Mertin se sintió encantado de que July estuviera bien y no había dado ni 5 pasos cuando, de pronto, sintió cómo algo lo atravesaba por dentro y le perforaba el alma.

–Mertin, ¿qué te ocurre? ¿Estás bien? –expresó Abdeko mientras se dirigía hacia él.

–No te preocupes. Estoy bien, solo me sentí débil por un instante, pero ya está pasando. Ahora lo importante es atravesar este odioso templo y llegar con ese maldito de Desmetis.

A July le pareció bastante sospechoso que Mertin hubiese recaído de esa manera. Sin embargo, decidió seguir adelante, quizás estaba exagerando. Los 3 penetraron en el infame segundo templo: el templo de la tristeza del presente.

–Otra vez esta sensación tan extraña, aunque es algo distinta a la del templo pasado. Nuevamente puedo ver a través de mi corazón. Sí, vagamente, pero puedo ver, y no me gusta esto.

–Solo relájate, July. Este lugar es terrible, tan solo de ver esas ominosas pinturas me dan ganas de pegarme un tiro. E incluso Abdeko va con los ojos cerrados, ¡pobre!

En efecto, las pinturas de este templo eran todavía más brutales que las del anterior. Se observaban ahora hombres que se suicidaban de todas las formas posibles y, al mismo tiempo, renacían y volvían a hacer lo mismo. Eran muchas figuras cometiendo toda clase de bestialidades más allá de lo que la mente humana podría imaginar. Además, en el fondo, se apreciaba la estatua de una virgen que lloraba y de un ángel con alas rotas. Todo el templo estaba tapizado de esa forma, parecía contrastar entre lo divino y lo demoniaco.

–Es verdaderamente increíble que alguien pueda tallar sobre los muros del templo anterior y de éste cosas como así –formuló Abdeko.

–Sí, ya lo sé –replicó Mertin–, este lugar parece más asqueroso que el anterior.

 –¡Es horrible! De verdad, ¿puede existir algo como esto dentro de una persona?

–July, al menos por ahora tu visión es vaga. Sinceramente, no vale la pena que observes esto, tampoco Mertin debería verlo.

Ninguno de los 3 dijo palabra alguna más. Al llegar al centro del templo, no había absolutamente nada y se quedaron pensativos hasta que Abdeko descubrió unas escaleras en forma de caracol, las cuales parecían no tener fin. Así, los 3 resolvieron bajar sin saber del peligro que los asechaba. Cuando estaban por llegar al final de las escaleras, algo aconteció.

–¡Está temblando! Pero ¿por qué ahora?

Mertin tomó a July entre sus brazos y trató de protegerla de las piedras que caían, también Abdeko se juntó con ellos. Repentinamente, el fondo se abrió y un enjambre de aquellas malditas hadas fluorescentes salió en un tropel increíble. Se dirigieron hacia los 3 aventureros y rieron con malicia. Esta vez no cantaban, solo reían y reían con sus puntiagudos y verdes dientes iridiscentes. Sus alas eran como de goma y su cuerpo frágil y enjuto. Su cara era la de una niña de unos diez años con una incisión en la frente. Mertin jamás había visto tan de cerca aquellas repugnantes criaturas que, en realidad, abundaban en aquel universo de la tristeza. ¿Qué podrían simbolizar?

–Pero ¿qué hacen estas cosas aquí? Pensé que ya no las volveríamos a ver. ¡Maldita sea! –exclamó Abdeko en un ataque de ira.

 –Nunca las había visto tan de cerca –exclamó Mertin, muy sobresaltado por aquellas risas macabras.

–Mertin, tengo un mal presentimiento de todo esto. No sé qué pasará, pero siento una profunda oscuridad y tristeza aquí. El abismo es más recalcitrante que nunca.

–Cálmate, July. No dejaré que nada malo te pase, es una promesa.

Recién había Mertin terminado de decir estas palabras cuando, debajo de ellos, el piso se abrió y solo pudieron atisbar cómo un ángel color verde iridiscente yacía crucificado ahí. Las hadas los sostuvieron para que no cayeran y los llevaron por un túnel que estaba cerca del suelo. Volaron un buen rato y, finalmente, salieron por una vertiente para llegar al lugar de origen de todo aquel aquelarre. Ahora se encontraban muy por debajo de la superficie y habían llegado hasta el centro. Frente a sus ojos se encontraba la segunda fuente de energía del universo de la tristeza.

–¡Cielos! ¡No, por favor! ¡No más! ¡Ya no! ¡Esto es tan… odioso! –expresaba July mientras veía borrosamente la nueva y más asquerosa masa de porquería que alguna vez hubiese contemplado.

–Pero ¿qué jodidos es esa cosa? Jamás había visto algo igual. Además, hay alguien en su espalda –sostuvo Abdeko indignado.

–Es Koko… pero ¿cómo? –farfulló Mertin tremendamente sobresaltado y con un terror inmarcesible reflejado en su rostro.

De pronto, una especie de tentáculos que salías del recto de aquella abeja inmensa se clavaron en la espalda y en el pene de Koko. Luego, comenzaron a succionar mientras este se revoloteaba de dolor y soltaba unos gritos espantosos. Estos tentáculos también refulgían y parecían alimentar algo. Así fue como Mertin y Abdeko pudieron apreciar cómo una niña de aproximadamente 10 años era arrojada por el recto de la infame criatura, después las hadas la tomaban y la colocaban en el hocico verdoso y acuoso de la que parecía ser una clase de reina para ellas. Acto seguido, una serpiente babosa y totalmente negra salía del interior de la abeja y se metía por la vagina de la niña provocándole fuertes convulsiones y haciendo que su piel se tornara con herpes. Así, las hadas reían una y otra voz, escupiendo a la niña, la cual era devorada violentamente por esa ominosa y luctuosa abeja, que inmediatamente llenaba el bulto de hadas y daba nacimiento a más. Todo el proceso infernal se repetía una y otra vez sin parar. Los gritos de Koko eran algo verdaderamente espantoso.

–July, supongo que has atisbado un poco de lo que acontece aquí. Pero no quiero que sigas viendo esto… –manifestó Mertin con lágrimas en los ojos.

–No, Mertin. Te dije que te apoyaría en esto y en todo. No me importa si pierdo la vida, no dejaré que nada malo te pase –replicó July, quien estaba llorando sangre.

–Pero ¡yo soy quien debería protegerte!

–¡Por favor, Mertin! ¡Acaba conmigo y también líbrame de este sacrilegio! ¡Por favor, te lo imploro! –mascullaba Koko con las pocas energías que le quedaban.

–Pero ¿cómo podría lograr algo así? En el templo pasado fue diferente… Patty también sufría, pero ella me dijo cómo liberarla –replicó Mertin.

–¡Qué rápido lo olvidas, Mertin! Aquel día que te conté acerca de las abejas, sabes que siempre han sido mi animal favorito. Sólo debe picar una vez y luego morirá, solo eso debes recordar.

–Es cierto, lo había olvidado. Pero no parece estar interesada en mí. Aun así, lo intentaré.

Mertin avanzó directamente hacia la infame avispa, pero una batahola de hadas se abalanzó sobre él y le impidió el paso. Mertin trató de apartarlas, pero inmediatamente éstas escupieron una mezcla de bolas verdes con necroazul que iban directamente al alma y provocaba un dolor incomparable.

–No te preocupes, lo lograré por ti –afirmó Abdeko mientras se dirigía hacia donde las hadas atacaban a Mertin.

–¡No, Abdeko! ¡No vengas aquí!

Era muy tarde. Ni siquiera las hadas se molestaron en aquel niño inocente y perdido. De algún modo, aquella avispa estaba fuera de su alcance, era como si perteneciera a otra dimensión. Por más que Abdeko trataba, no conseguía tocar a esa bestia ni a las hadas, era como si fuese un fantasma.

–¡Mertin, ayúdame! ¡Te lo imploro! ¡Maldita sea! Si no viniste aquí a salvarme, entonces ¿a qué demonios has venido? ¡Mertin, ayuda! ¡Ya no quiero, duele demasiado!

–Si tan solo supiera cómo, pero no puedo. Estas infernales hadas hacen que mi alma se queme. ¡No sé qué hacer, Koko!

Mertin sintió algo entonces. Era muy cálido y puro, y se acercaba cada vez más. Cuando viró para darse cuenta de dónde provenía aquella calidez y pureza, grande fue su sorpresa al ver a July yendo hacia él.

–¡No te acerques! ¡Es muy peligroso para ti! ¡Yo sé lo que digo! ¡Por favor, no vengas aquí! –gritó Mertin con todas sus fuerzas.

–Ya no puedo seguir viendo esto sin hacer algo al respecto. No me interesa lo que pueda ocurrir, pero no resisto verte sufriendo, ni mucho menos soporto este escenario tan execrable. ¡Haré lo que sea necesario para salvarlos!

July se acercaba más y más a aquella abeja ruin. Las hadas intentaron lanzar sobre ella aquella mezcla ignominiosa y se aventaron contra su ser. Sin embargo, esta vez no funcionó. Todo era repelido, era como si un campo de fuerza protegiera a aquella ciega e inocente joven que no dejada de llorar sangre.

–¡Los puede evitar! ¡July puede evitar los ataques de esas malditas hadas del infierno! ¡Ella puede conseguirlo! –farfullaba Abdeko ensimismado.

Pero el tormento apenas comenzaba. July se acercó a aquella abeja que ahora mascaba descaradamente a esa infortunada niña y, cuando colocó su mano sobre esa bestia pestilente, ésta desenrolló su aguijón que estaba anclado a una manguera verde iridiscente que bombeaba un veneno necroazul, el cual gorgoteaba por la punta ponzoñosa de la abeja. Abdeko corrió lo más rápido que pudo con la esperanza de poder recibir el piquete en lugar de ella, aunque sabía que sería inútil, pues parecía no pertenecer a esta dimensión dentro del templo. Un chorro de algo que podría describirse como un fluido compuesto por polvo estelar y esferas de luz brotó por la habitación del templo. Era un fluido que nunca había sido visto y era increíblemente denso; además, fulguraba como ninguno otro. Se escuchó un alarido terriblemente ensordecedor.

–Mertin ¿cómo pudiste moverte? Estabas paralizado ¿Por qué lo hiciste? ¿En qué estás pensando? ¡Tú no puedes morir aquí! Eres el héroe más idiota que alguna vez ha existido. ¿Cómo pudiste hacerlo?

El rostro de July se llenaba de lágrimas verdaderas y su corazón estaba totalmente roto. Lucía tan hermosa que cualquiera se hubiese enamorado de ella al instante. Mertin, en un acto desperado, se había interpuesto entre aquella blasfemia y July. Había sacado fuerzas quién sabe de dónde, pero había llegado a tiempo. Aquello que Abdeko no consiguió, él sí. El aguijón le había dado directamente en el pecho y lo que estaba herido no era su corazón, sino su alma. El fluido que salía a borbotones era fluido del alma. Entonces Mertin sintió cómo todo comenzaba a dar vueltas y era transportado a otro lugar, uno más sombrío.

Unos hombres entraron con una chica entre sus brazos y comienzan a desnudarla, mientras sacaban unos extraños aparatos que nunca había visto. Estaban en lo que parecía ser una especie de clínica clandestina en un edificio abandonado. De pronto, entraba Koko agarrado por 2 hombres corpulentos y que lo obligan a mirar aquel horrido galimatías. Los hombres, quienes eran muy altos, llevaban trajes negros, lentes oscuros y tenían la piel muy blanca. Acto seguido, estos autómatas comienzan a abusar de la chica, para después atarla a una camilla, y uno de ellos, al parecer doctor, toma aquellos extraños instrumentos y comienza una infame operación. Después de preparar todo, hace una incisión en la frente de la niña y extraen tejido de su cerebro. Luego, los hombres se masturban y arrojan su esperma sobre la incisión hecha a la niña, la cual llora y gime desesperadamente. Finalmente, cosen la incisión y se marchan, dejando a Koko drogado y a la niña conmocionada.

–Ahora ya lo sabes, Mertin… Ya conoces el porqué de mi tristeza.

–Pero ¿por qué Koko? ¿Cómo fue que ocurrió eso?

–Eso no importa, pero es algo que jamás pude superar –replicó Koko mientras su cuerpo parecía desaparecer–. Esa niña es mi hermana, y yo tuve la culpa de lo que ocurrió.

–¿Por qué lo dices? ¿Cómo podrías tú ser el culpable?

–Yo elegí llevarla a la casa de su mejor amiga, Violeta. Escucha, la madre de Violeta estaba encantada con la apabullante inteligencia de mi hermana Isis. Cuando le contó a su marido, éste también se obsesionó. De hecho, él era un médico demasiado exótico, conocido por practicar el ocultismo. Ellos le hicieron eso a mi hermana porque querían implantar tejido suyo en el cerebro de su hija.

–Entiendo, Koko –dijo Mertin impresionado y a la vez pasmado por la historia tan mórbida–. Pero ¿cómo tuviste tú la culpa? No me queda clara esa parte.

–Mi hermana sabía lo que pasaría. Ella escuchó a Violeta contárselo a una amiga y, cuando les contó a mis padres, ellos pensaron que se había vuelto loca. Luego, decidió relatármelo a mí, yo tampoco le creí. Siempre la había apoyado, la quería demasiado, pero esta vez había ido muy lejos. Ella era tan rara e inteligente que nunca pude comprenderla. Entonces pasó, un día no regresó a casa. Me había dicho por la mañana que ese día moriría por dentro, pero yo me desternillé y decidí irme a un bar a emborracharme como solía hacerlo. Sin embargo, me arrepentí a las pocas horas, pues ella nunca mentía. Yo fui a buscarla y lo último que recuerdo es que 2 hombres muy altos me interceptaron. Cuando recobré la conciencia, me encontraba en esa abyecta clínica donde todo ocurrió, donde contemplé la muerte espiritual de mi hermana.

Mertin no sabía qué hacer, Koko estaba llorando como nunca. Él siempre se había mostrado tan positivo ante la vida que era difícil creer lo que contaba. Sin duda, debía sentir una inmensa culpa por lo ocurrido, por no haberle dado crédito a las palabras de aquella hermana que tanto amaba. Y esa culpa había evolucionado en una tristeza sórdida e infinita que lo consumía diariamente.

–Koko, amigo. No sé en dónde estamos, pero me gustaría ayudarte.

–No seas iluso, Mertin. Nada ni nadie puede ayudarme. Después de lo acontecido, día con día he vivido viendo a mi hermana en un estado como si su mente estuviera ida. Ella está muerta internamente, es solo un cascarón. Toda su inteligencia se fue, ellos se la arrebataron, ellos me arrebataron a mi hermana para siempre. Ella ya nunca volvió a ser la misma, mi madre enloqueció y mi padre, al poco tiempo, se fue lejos, solo nos manda dinero ocasionalmente. Toda mi familia se destruyó a raíz de aquel sombrío y asqueroso suceso. ¡El culpable soy yo!

–Koko, yo no sé qué decirte. Tampoco logro entender por qué ella, esto es tan confuso. Pero ¡tú no eres culpable!

–Mertin, eso ya no importa. Yo estoy aquí por la profunda y empedernida tristeza que sentía y siento hacia mi presente. Día con día, solo extrañaba mi pasado, aquellos días felices donde mi hermana era normal. No me di cuenta de que las cosas nunca volverían a ser como algún día fueron, todo estaba arruinado para siempre. Mi presente me arañaba el alma cuando recordaba que pude haber hecho algo y no lo hice, no le creí. Mertin, tú no sabes cuánto he odiado mi presente, cuánta tristeza siento. Yo en verdad iba a suicidarme y entonces tú…

–Oye ¿sabes en dónde queda el salón 108?

–No, no lo sé. Ni siquiera sé qué hago aquí. Yo no debería de estar aquí, mejor no me molestes, quiero estar solo.

–Tus ojos son muy tristes, nunca había visto unos como esos. Sabes, esa es justo la respuesta que yo hubiera dado si alguien me hubiese preguntado.

–Gracias por el cumplido. ¿Por qué lo dices?

–Porque yo soy alguien muy…

–¡Tú serás mi novia! No te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando.

–¡Déjame en paz! No quiero nada de ti, te lo suplico. No le diré a nadie, solo vete.

Un sujeto bastante fuerte físicamente y muy drogado perseguía a Patty y ésta no sabía qué hacer para alejarlo. Ella no quería nada con él, pero el sujeto la alcanzó y le soltó una bofetada que le rompió el labio a la pobre chica, haciendo que un ingente chorro de sangre brotara con abundancia.

–Eso te mereces por golfa. A mí nadie me rechaza, maldita piruja. Serás mía a como dé lugar, no me interesa lo que desees.

–¡Oye, será mejor que te marches! No permitiré que sigas lastimando a Patty, ella es mi amiga.

–¡Vaya, aquí un niño tonto! No te entrometas, ella y yo tenemos asuntos pendientes. Ella me debe una revolcada, le presté a su padre 500 pesos la otra vez y no me ha pagado. Así que me los cobraré ahora mismo a mi manera. ¡Lárgate mocoso, antes de que…!

–¡No me quitaré, bribón! Si quieres tocarla, primero deberás pasar sobre mí.

–Como gustes, niño. ¡Te lo advertí, ahí voy!

Mertin se llevó la golpiza de su vida. Estaba a punto de quedar inconsciente cuando Koko intervino y, de una patada, derribó al sujeto. Minutos después llegó la policía y el asunto se calmó.

–¿Por qué lo hiciste, Mertin? Te conocí ayer y ahora esto, no sé cómo podré pagártelo. Mira cómo quedaron tus ojos –exclamó Patty.

–Porque somos amigos. No importa el tiempo que llevemos de conocernos, sino la unión que se haya establecido. Eso se establece desde el primer momento, y después solo se fortalece o se debilita.

–Yo quiero ser tu amigo también, Mertin. Lo que acabas de hacer fue increíble. Yo practico artes marciales, y realmente no me atreví a enfrentar a ese sujeto hasta después de ti. A pesar de que pareces ser alguien muy triste, tu perseverancia me asombra.

Koko tendió la mano a Mertin y éste correspondió. A partir de ese momento, los 3 se hicieron muy buenos amigos. Pasaron momentos juntos muy agradables, aunque en los últimos meses Mertin estaba un poco más alejado y extraño. No obstante, para Koko y Patty, él realmente esa importante y se preocupaban por él más de lo normal. Notaban en Mertin un cambio abrupto, pues ya casi no salía. Se la pasaba encerrado en su cuarto pensando quién sabe qué cosas, acaso en el suicidio, pues constantemente hacia fuertes alusiones a ello. Y, aunque sus 2 amigos aparentaban ser felices, escondían también una gran tristeza que, en cierta medida, los hacía sentirse identificados con aquel chico de ojos verdes y tristes. Podría decirse que ambos lo admiraban por su inteligencia y su indiferencia ante la absurda existencia humana.

***

Los Vínculos del Alma


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