Me percibo, pero ya sin alma, ya sin ser yo, ya sin deseos de salir y comenzar a vivir otra vez. Hace mucho que los deseos de sonreír me abandonaron, que en esta pestilente tumba regurgito lo que alguna vez quise ser. La oscuridad lo es ya todo, la soledad es mi única compañía. Mis ojos están apagados, mi ser está podrido. Por mis venas ya no sé si aún fluye sangre o si tan solo me sostengo gracias al odio. Este mundo es un asco, una blasfemia, una locura sacrílega que debe ser evaporada a la brevedad. Aquí todos mienten, todos sufren, todos matan y mueren sin cesar. Es este mundo el infierno donde me siento forzado a existir, donde debo permanecer hasta deleitarme con la muerte. Y las llamas eternas en donde arden mis poemas aún me parecen reales, aún se sienten como si fueran especiales, aunque sé que no es más así.
Las traiciones son comunes, las batallas están todas perdidas de antemano. Lo único que nos resta a nosotros, a los melancólicos deprimidos, es, sin duda alguna, el suicidio. La realidad es una calumnia y la humanidad una vil plaga, una infestación es esto que llaman sociedad. Todos los humanos mienten, no hay nadie en quien se pueda realmente confiar; es más, la existencia en este plano debería estar prohibida. ¡Qué repugnante es saber que en esta prisión soy un vil esclavo más! ¡Qué deprimentes son estas tardes lluviosas donde me embriago en soledad y reflexiono sin parar! El destello de Satanás viene ya; primero quedamente, luego toma fuerza y exprime mi ansiedad para chorrearme con el líquido crepuscular. Ya todo lo que pienso es basura, ya no hago nada más que tirarme en cama y llorar sin parar, arremeter contra mí mismo y alucinar con el éxtasis de la inexistencia absoluta mientras contemplo el revólver con incipiente desesperación.
Pero aquí, en el nefando mundo humano, apesta a muerte; apesta insoportablemente a traición y a decepción. ¡Qué iluso fui al creer que algo así perduraría! Todos los vínculos están rotos, todas las flores están marchitadas, todos los libros están deshojados, todas las almas están consumidas… Únicamente el vacío y el caos reinan en este cementerio viviente, en esta cárcel deprimente y monótona donde se pudren todos los anhelos. Así es el absurdo mundo del mono parlante: infestado de contradicciones y sufrimiento existencial, de miseria y avaricia, de seres que se envilecen siempre más sin cuestionarse lo más mínimo. ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué han de existir esta realidad ominosa y este plano ignominioso? ¿No sería mejor acabar con todo de una buena vez? ¿No sería más sensato purificar esta estupidez con el trueno del último dios? ¡Que todo sucumba, que todo se oscurezca ya! No puedo ni quiero soportar ni un segundo más esta blasfemia; necesito que lo oscuro conquiste el firmamento por la eternidad.
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Melancólica Agonía