Tus manos de cristal me sostuvieron por un tiempo y fue bueno haberte besado cada atardecer en el valle de los muertos. Pero ahora, sin mirar atrás, te pido me perdones y no me mires nunca más. Ya no somos sino humo que el viento se llevará, un riachuelo que pronto se habrá de secar para jamás volver a fluir, un fuego que jamás volverá a encenderse con la misma intensidad…
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Y, si poso mis fríos labios sobre los tuyos, aunque sea solo unas milésimas de segundos, ¿no sería eso mucho más trascendente y sublime que mi existencia entera? ¿No es acaso un beso tuyo mucho más sagrado que mil caricias de cualquier otra persona? ¿No fuiste acaso tú el amor de mi vida y el de mi muerte también? Todo ha terminado de la manera más trágica, pero yo te seguiré amando incluso en el más allá.
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Lo que me cautiva de ti es la incandescente rapidez con que consigues encender mi cuerpo, la magnífica soltura con que envuelves mi mente y el centelleante halo de locura con que trastornas mi alma. Jamás estaremos juntos, pero tu recuerdo resplandecerá eternamente en lo más profundo de mi ser.
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No puedes negar que el bello resplandor de tu mirada combina mucho mejor con el matiz de la mía. Lástima que ya no estés en este mundo y que tenga que conformarme con adorar tu fantasmal silueta que, pese a todo, se siente tan real como tú misma cuando se parapeta bajo estas ensangrentadas sábanas y los decadentes muros de este castillo innombrable .
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Ahogo mi alma para no pensarte, aunque ni en los ensueños de la muerte podría dejar de amarte.
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Si volviéramos a existir y coincidir en el delirante caos de algún otro universo, solo pediría una cosa: conocerte antes para ser infinitamente menos infeliz contigo, porque ¿te digo un secreto…? ¡Mi vida eres tú y solo tú!
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Amor Delirante