La fascinación por el suicidio es normal cuando se ha comprendido lo horrible que es existir en esta execrable realidad rodeado por seres aún más execrables y prisionero de este vomitivo traje carnal.
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Y, mientras el suicidio no sea nuestro objetivo en la vida, seguiremos pasando de un autoengaño a otro sin remedio; seguiremos divagando irremediablemente en el sempiterno sinsentido y alimentando a la execrable pseudorealidad/matrix.
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Dijeron que no lo había logrado, pero yo creo que sí… Los ahí congregados a su alrededor murmuraban que había fallado, pero no era así. Al contrario, claro que lo había logrado, pues había hecho lo que siempre había deseado hacer, había cumplido su única meta en la vida: quitársela.
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No dejo de pensar que la única forma en que la existencia me parecería algo bello es si no estuviera yo en ella.
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Y, conforme pasa el tiempo, es incluso natural que las personas a nuestro alrededor (y las que no también) nos parezcan cada vez más estúpidas, repugnantes y mundanas. Al final, tan solo veremos a las personas como lo que son en realidad: basura.
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Es inútil intentar salvar al mundo, es mejor intentar salvarse a uno mismo, aunque esto último implica precisamente dejar de ser uno mismo. Es más, implica dejar de ser por completo, pero eso es lo mejor.
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La Agonía de Ser