Concebir que la humanidad no sea absurda ni estúpida es tal vez el mayor sacrilegio que podríamos imaginar, sería solo comparable a pedirle a una mosca que no fuera sucia ni necrófaga.
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El mayor y mejor mecanismo de defensa que tenemos en contra de la existencia es precisamente ese: existir. Tan solo existir sin cuestionar nada y aceptando todo lo que nos ha sido dicho e inculcado. Pero no dejo de preguntarme si realmente esto podría ser considerado como existencia o tan solo la más ignominiosa conjunción de ignorancia, estupidez y esclavitud.
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Tal vez, si en algún punto, debido a la más irónica casualidad, pudiéramos visualizar parcialmente todas las variables implicadas en la realidad, la vida y la existencia, enloqueceríamos sin remedio. Y, si las visualizáramos totalmente, nos mataríamos al instante.
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Debe haber algo que no le está permitido al ser, al menos no a seres tan mundanos como nosotros. Ese es el límite de nuestros razonamientos, aquello que jamás podremos conocer sin importar cuánto lo intentemos. E, incluso si llegásemos a conocerlo, no lo entenderíamos. ¿Cómo podríamos entender lo inentendible? ¿Cómo derrocar las barreras que nos mantienen presos en este cuerpo, en esta realidad, en esta vida?
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No cabe duda de que somos unos meros imbéciles pretendiendo, con infinita arrogancia, enmascarar nuestra ignorancia con cualquier estúpida creencia. Esa es, al mismo tiempo, la maravilla y la ignominia del ser: autoengañarse con cualquier cosa y pretender que solo él posee la verdad.
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Manifiesto Pesimista