Pienso en ti como la única salvación que conozco en este mundo impuro y vil en que habito por accidente, y el cual quiero abandonar cuanto antes para vivir por siempre dentro de tu luminoso y tierno corazón. Aunque bien sé que esto no es sino un mero delirio de mi trastornada mente, pues escapar de este mundo abyecto es algo imposible.
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Fuiste un préstamo en mi vida, tan perfecto, pero tal vez no eras para mí. Ahora quisiera solo soñar con tus dulces labios, pues eso parece ser lo más real en mi existencia; de hecho, es lo único que me queda por saborear antes del suicidio.
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Quisiera no existir, pero estos ojos me engañan y me hacen creer que realmente lo hago. ¿Qué diablos es existir? ¿Cómo es que aparecí de pronto aquí? ¿Qué debería hacer? No hay respuestas en ninguna parte, sino tan solo un aterrador silencio que impregna el ambiente y una infernal incertidumbre que se esparce por doquier. Supongo que a eso es a lo que se le conoce como el principio de la desesperación de existir.
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Quisiera no conocerte, sino tan solo observar tu hermosa silueta desde lejos, tan lejos donde no pudiera lastimarla ni infectarla por la demencia de un ser tan roto y demente como yo.
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A veces creo que has estado conmigo siempre, incluso desde antes de conocernos. Quizás eras esa extraña energía que de algún modo sentía cuando peor me encontraba; eras la única estrella que, en las noches más solitarias, al contemplarla desde mi asquerosa humanidad, evitaba que me suicidara. Pero ahora ya no refulges más en el firmamento y es ya el momento indicado para decirle adiós a todo cuanto he contemplado.
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Te comería los labios a besos, pero te dejaría sin boca; te comería en mis sueños, pero te dejaría sin ropa…
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Amor Delirante